martes, 8 de septiembre de 2020


"La suerte de toda la humanidad, lo veo,
Esta en manos de locos.
Confusión será mi epitafio
Mientras me arrastro por un agrietado y quebrado sendero
Si lo logramos podremos todos sentarnos y reír.
Pero me temo que mañana estaré llorando
Sí, me temo que mañana estaré llorando."
 (Epitaph - King Crimson)


 EQUIVOCARSE

Me fastidia una barbaridad cuando parece que tengo las ideas claras acerca de cómo se ha de vivir pero los acontecimientos de la historia, tanto global como personal, me contradicen con sus salidas inesperadas. Entonces me pregunto, observo, reflexiono sobre qué hago mal, si no debería pensar de otra forma y tomar distintas estrategias teniendo en cuenta otros factores que no he llegado a reconocer. Tal vez sea yo el que se equivoca y no sé aceptar las propuestas de la sociedad que, por lo general, es la de la mayoría. Remar contra corriente resulta agotador, por lo que tampoco es que me ponga del lado minoritario porque sí. Mal me sienta también cuando la naturaleza contradice mis buenas intenciones, precisamente aquellas que van en favor de lo que ella misma propugna; la Vida.
Uno se puede equivocar, por supuesto, lo malo es cuando la corrección que viene al caso no llega a convencer, y no porque uno sea orgulloso, idiota o duro de mollera, sino porque no son las reglas con las que hemos jugado desde el principio de los tiempos. Esas reglas que rigen el sentido común o lo que se entiende por ética. Tengo claro que de sabios es mudar de ideas, como decía Machado, pero no me puedo adherir a aquellas nuevas que afectan negativamente lo que de mí más aprecio, eso que me hace humano; el afecto con el que contemplo la naturaleza y el cariño al que me debo a las personas que me rodean. Salud y Alegría van de la mano y eso exige responsabilidad con la Naturaleza. Cosas básicas, cosas que nadie pondría en duda, pero que corren peligro de extraviarse en el conjunto de las sociedades, sobretodo cuando son conducidas por un mal ego. De ahí un enfado a veces con los amigos, o en el peor de los casos, las guerras.

Saber si uno tiene o no razón es a menudo cuestión de tiempo, pero la espera, aunque merezca la pena al final, puede llegar demasiado tarde para quienes creyeron tenerla. Muchos han muerto por sus ideales y otros los han abandonado por falta de comprensión y esperanza. Una derrota puede llevar a largo plazo a una gran victoria, pero no estamos para perder el tiempo. Queremos la recompensa aquí, lo más pronto posible y mientras vivimos. La verdad, que entre sus varias definiciones es aquello que funciona, toma su tiempo hasta que la mayoría la entiende (por fin) y, por ende, la acepta.
Verán, mi táctica respecto a mi forma de actuar, es hacer lo que considero correcto. Saber qué es lo correcto no es fácil, tiene sus contra avenencias. Se necesita circunspección y, además, no dejarse llevar por sentimientos inadecuados o emociones engañosas. Menos aún dejarse llevar por intereses particulares; los caprichos del ego. La idea es optar por aquello que mejor se adapta a las necesidades del conjunto, con vistas a revalorizar el principio Vida. Es importante aprender, agradecer los buenos momentos, saber dónde habitan, atesorarlos en el recuerdo y, ante todo, tener un cariñoso concepto global del hábitat que nos mantiene.
Ya decía Bertrand Russell que “el problema de la humanidad es que los estúpidos están seguros de todo y los inteligentes están llenos de dudas” A mí me pasa esto, y para nada me considero inteligente. Tal vez sea esa otra de mis dudas. A lo que iba.., como no me gusta meter la pata, errar, a veces ni me atrevo a encarar una discusión, tomar una decisión o tomar acción. Es posible por ello que los indecisos a menudo pasen por cobardes. Otras veces sí creo estar seguro de mis razones y me animo a defenderlas. Si luego me equivoco, por lo menos que nadie me acuse de haber obrado de manera malintencionada  o irresponsable. Yo actué de corazón.
Estamos adscritos a una sociedad igual que si fuéramos piezas diminutas de un sofisticado reloj. Hasta ahora, mal que peor, hemos conseguido acomodarnos en esa estructura máquina relojera. El gran reloj funciona. Pero para quienes gustan de pensar, se preguntarán para quién funciona el lujoso Rolex en el que estamos inmersos. Quién mira la hora, con qué propósito. Porque alguien, más allá de nuestro puesto en la máquina, toma decisiones que afectan nuestra labor, nuestra vida, nuestra libertad. Somos piezas sí, pero este reloj del que hablo tiene vida, tiene pensamiento y emociones, está compuesto de personas, cada cual cumple su cometido. Lo malo de vivir en esta sociedad que emula un reloj es que mientras todo está bien engrasado, mientras funciona, nadie piensa. La masa no quiere problemas, (ni yo tampoco) pero cuando la zona de confort se ve amenazada tal vez sea bueno ponerse en guardia antes de que sea demasiado tarde. Cuanto más tiempo perdamos, más nos costará recobrarlo. Estoy hablando de la libertad, que algunos no saben todavía lo que eso significa, hasta que la pierden por completo.
Vivimos en este momento, al término del verano del 2020, momentos de una incertidumbre y un miedo como nunca antes creo recordar. La sociedad parece amenazada desde dos frentes. Por un lado, una pandemia que no termina por desaparecer y amedranta con posibles rebrotes, y por el otro, un estado de alarma ante el temor de esos rebrotes que, a juzgar por sus normas incoherentes, más parecen infundir un terror propio de estados totalitarios que ganas por aplanar la enfermedad. Ambos frentes se complementan. Se entiende que hemos de obedecer ciertas ordenes con tal de acabar con la crisis sanitaria en la que hemos caído, sí, pero… ¿A cualquier precio? ¿Acaso el fin justifica los medios? ¿Acaso no puede el remedio ser peor que la enfermedad?

Las últimas medidas que los gobiernos de muchos países han adoptado para mitigar la pandemia que nos sacude están poniendo en evidencia una situación social insólita. Tan insólita que da qué pensar si no parecen ocultar otro problema más serio y grave. Algo se nos escapa, algo que no llegamos a entender y que se antoja siniestro. ¿Algún secreto de estado? Porque cuando alguien miente es porque oculta algo que nos ofendería o nos asustaría más de lo que nos quiere hacer creer. Aquí nos faltan piezas del puzzle para poder entender la situación al completo. La realidad se ha vuelto irreal. Bajo la amenaza y la imposición, se están decretando unas restricciones sociales que nos empujan a caer en el MIEDO y el ABSURDO. Y todo a pesar de su incongruencia, que muchos no consiguen entrever. La falta de contacto humano, la soledad, el distanciamiento, la obediencia ciega, la humillación incluso, se están imponiendo sin cordura. Están haciendo que perdamos el análisis del sentido común. Todo propio de los estados totalitarios.
Y no es ya cuestión de seguir una única hoja de ruta para no perdernos o acabar confundidos, porque de lo contrario no salimos de este embrollo sanitario, dirán ellos. Lo siento, pero NO. Algo está censurado o secuestrado, algo que no quieren que sepamos. Jamás podría creer que medios de comunicación, periodismo y partidos políticos estuvieran tan firmemente de acuerdo con las medidas que adoptan quienes están al mando de la nación. Que todos a una remen en la misma dirección, me da que pensar. Que se cierre toda cobertura a resoluciones u opiniones diferentes, como si se tuviera a la población por estúpida. Cómo si ésta no sabría juzgar lo que mejor le conviene. En un estado democrático jamás esto ha funcionado así. Algo falla. Algo no encaja.
Qué puede ser lo que se nos escapa para poder entender el sombrío panorama en el que nos encontramos es lo que me ha empujado a buscar otras fuentes de información. Recabar artículos, informes, conferencias, criticas que puedan darme otro punto de vista y pueda así, con mayor nitidez, contemplar lo que es VERDAD. Hay que entender que la verdad, como decía Alfred North Whitehead, no es absoluta, sino que con el tiempo se va perfeccionando. No tengo esa VERDAD con la que me encararía con la sociedad ciega, pero si tengo una verdad que se adapta mejor a mis interrogantes. Y con esa medio verdad me defiendo mejor de esa otra verdad de los políticos, marchita, que huele a farsa, a podredumbre. Con mi verdad creo tener unas gafas con las que veo mejor. Será cuestión de esperar, como decía al principio, aunque en la espera se me vaya la vida. Esperanzas todavía me quedan de que la sociedad despierte, deje de ser  NEGACIONISTA, y preste atención a otras voces.
Confieso que me da miedo tener razón esta vez. Y hasta rezo por estar equivocado. Porque lo que voy descubriendo augura un mundo tan sumamente egoísta, cruel y despiadado que, (y una vez más, porque no es la primera vez en la historia) uno preferiría no haber nacido. No pienso entrar en detalles. Actúo como mejor me dicta la razón y la paciencia. No estoy solo. Somos pocos, pero podemos crecer y sacar a la luz a esos personajes perversos que se esconden atrincherados en sus poderosos bancos. Demos tiempo al tiempo, y mientras tanto, busquen fuera de los medios típicos de comunicación esa otra verdad de la que hablo. A ver si les convence más. Aunque les prevengo, no les va a gustar. Pero así es la verdad en ocasiones, bella para el raciocinio y fea a las emociones humanas. Pero estamos en ello, en que ambas posturas se centren en una y sola entidad, la JUSTICIA, que es parte de la armonía integral que nos incumbe a todos. Eso nos recompensará con eterna alegría de todo lo sufrido anteriormente. -AllendeAran.



"Es más fácil engañar a la gente que convencerles de que han sido engañados."  
- Mark Twain 
"Una nación de corderitos engendra un gobierno de lobos."
 - Edwar Murrow
"Cuando todos piensan igual es que ninguno está pensando." 
- Walter Lippmann 
 


"La urgencia por salvar a la humanidad es casi siempre una falsa urgencia por dominarla. "  - H.L. Mencken
"La libertad es... el aire sin el que no podemos estar, que respiramos sin darnos cuenta, hasta que llega la hora cuando, desprovistos de él, sentimos que nos estamos ahogando."  - Allbert Camus
"Nos mantenemos alerta contra enfermedades contagiosas para el cuerpo, pero nos descuidamos en cuanto a esas más peligrosas enfermedades colectivas de la mente." - Carl Jung

"Quien supera realmente sus miedos, será realmente libre."  - Aristóteles
"La verdad se corrompe tanto con la mentira como con el silencio."  - Cicerón

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domingo, 3 de mayo de 2020


"Solo una cosa es segura: vivimos en el filo de una navaja."  - Bill Bryson
"El día en que nos enamoremos de la Naturaleza como de aquella primera chica del barrio, sabremos entonces cual es el puesto del hombre en el Cosmos."  - AllendeAran

DE UTOPÍAS Y DISTOPÍAS

Parece ser que nos has tocado vivir uno de esos episodios insólitos que creíamos únicos de las películas de ciencia-ficción. Desde hacía unos años se nos venía advirtiendo por parte de expertos en ecología que algo dramático era de esperar: por el estrés vertiginoso al que se le estaba sometiendo al planeta, el forzado consumismo al que asistimos, el desgaste de otros hábitats, nuestro desprecio por lo verde, la esclavitud al que nos someten las nuevas tecnologías, las costumbres insalubres que mantenemos con los animales. El tren de vida que llevábamos en el mundo es de una velocidad insostenible. Pero nada parecía que podría detenernos. Occidente se sentía protegida en su ufana riqueza. Las epidemias no resultaban del todo serias y cómo además sucedían en países lejanos o más pobres, ¿qué temer? Pocos se sentían amenazados. Hasta que llegó. Lo que parecía una epidemia se convirtió en una pandemia y así todo el planeta queda involucrado. Ahora nadie se escapa, de momento lo que toca es salvar vidas y, a la vez, desde el confinamiento, tomar conciencia: para no acelerar el contagio y proteger al sector sanitario ya saturado de contagiados y, desde el mismo confinamiento, para pensar qué haremos para que esto pase, rezar para que pase, aprender de lo que pase.
Ya se han sembrado cientos de opiniones por las redes de muy distinta índole. Periodistas y filósofos tienen mucho que decir…, pero no nos engañemos. Esto que nos acontece ha sucedido en la madre Tierra muchas otras veces de varias maneras. El castigo divino nos cae del cielo sin que sepamos realmente por qué. Los anales de la historia tienen registros de terremotos devastadores, explosiones volcánicas tremebundas, ciclones, sunamis, pestes, eras glaciales, sequías…. ¿Qué hemos hecho para merecer esto? Las guerras tienen una explicación atribuible a nuestros pecados, pero cuando la tierra se enfada nos sabemos bien por qué, ya que que pagan justos por pecadores. ¿Qué se trae en lo más íntimo de su ser, Gaya, nuestra madre la Tierra, para tratarnos con tanta crueldad? Quizá busque el equilibrio natural, salvaguardar la vida, mejorarla con algún propósito. Nadie sabe nada, todos especulan. Sin embargo, algo en concreto le sucede a la especie humana cuando se enfrenta a una de estas calamidades: el hombre se cuestiona si sus virtudes más valoradas habrían sido descuidadas. Se pone en cuestión nuestras actitudes éticas.
Es por eso que ahora, desde el confinamiento, la tarea más prioritaria pueda ser la de atajar y superar la pandemia, pero lo que venga después puede ser tan demoledor como la misma enfermedad que provoca el virus. Esta crisis nos lleva de nuevo al derrumbe económico. Nuestros pecados como en las guerras se van a ver juzgados por las ideas gregarias que tanto nos definen como sociedad, nos necesitamos unos a otros, como especie y como individuos. La sociedad que formamos y que nos describe como civilización está de nuevo dañada. La balanza de la justicia se desequilibra más aún de lo que estaba. ¿Los pobres serán más pobres, los ricos más ricos? Los valores éticos quedan sometidos a examen de nuevo. Qué nos espera y cómo lo solucionaremos es un dilema espinoso del que todos los listillos quieren opinar. Yo no voy a ser menos.
De momento no faltan agoreros, idealistas, propuestas, acusaciones a responsables e irresponsables. A mí, personalmente, lo que más me preocupa es la incertidumbre. Nadie sabe lo suficiente cómo para poner la mano en el fuego de lo que será de nosotros dentro de un mes o dos, el otoño que viene o el año que viene. Kant decía que la inteligencia del individuo se mide por la cantidad de incertidumbres que es capaz de soportar. Esto que nos ha caído del cielo es propio de la Naturaleza, y lo cierto es que sí, podría tratarse de un castigo divino. 
En los últimos años mi confianza en la sanidad ha menguado en igual escala a mi confianza en los bancos. Tengo mis razones, pero no las voy dar, más que nada porque sería largo de explicar y, además, es cosa privada. Pero puedo decir algo. Me espanta la dejadez, la falta de consejo médico acerca de una alimentación o vida saludable que la población debería de seguir. Que no extrañe a nadie que luego el sistema inmune funcione tan mal frente a las infecciones víricas. Gente que por su nefasta forma de alimentarse es obesa, diabética, hipertensa, o sufre de intolerancias, alergias, colesterol, alzhéimer, artrosis… No, no es que estuviéramos mal preparados con los epis, o los equipos esenciales en caso de una emergencia masiva. Eso es siempre difícil de prever. Frente a estas emergencias de catástrofe toda precaución puede ser poca. Amenazas las tenemos de todo tipo todos los días y cualquier desastre puede estallar de inmediato sin que se sospeche. 
El problema es que la sanidad, los médicos, concretamente, han jugado a ser solo socorristas de playa, y no nos han querido enseñar a ser previsores, a saber nadar y entender el mar, valga la analogía. Entre otras cosas porque la sanidad está al amparo de la farmacéutica, vendida a sus milagrosas pócimas químicas, que por lo general te curan de una a cambio de perjudicarte con otra. Salvo aquellos casos que requieran cirugía, la sanidad tiene menos credibilidad que la de rezarle a Dios con las manos juntas mirando al cielo. Mi consejo: cuídate. Sus consejos: toma receta. En cuanto a los bancos, ya que la crisis a la que asistimos también es económica, no hace falta decir a quienes tengan unos ahorros del peligro al que se exponen. Así que no me queda otra, tengo el dinero en el banco por no guardarlo en casa y al médico voy por no ir al curandero.
De las pandemias, por lo que sé, de la misma que vienen se van, si bien, esta puede ser distinta, tal vez más liviana, tal vez más virulenta. La tierra puede tener sus motivos para diezmar a ciertas especies, aunque no parezca acertar a la hora de elegir a sus culpables. Cualquiera no entiende las intenciones de la Gaya ciencia. Las tragedias naturales que ha sufrido este planeta han sido de muy variada índole. Lean algo acerca de fenómenos geológicos que ha sufrido la tierra. Se van a quedar asustados. De hecho, estamos teniendo una suerte milagrosa. Antes no había tanta contaminación, polución, aumento demográfico, desgaste…, tanta basura, y sin embargo, acaecían desastres que solo Dios sabe por qué.
La gente antiguamente, la muy religiosa, tomaba acto de conciencia, rezaba para redimirse de sus pecados, esos cometidos contra la moral dominante, incluso de las fantasías impías o indecentes que podrían haber imaginado. Ahora seguimos tomando conciencia de qué errores hemos podido cometer para merecer esto, pero lo malo, lo más penoso, es que no hay evidencias convincentes de por qué recibimos esta sanción por parte de la naturaleza. Porque hábitos contra natura los tenemos en cantidad. Mismamente podríamos ser el peor virus que hormiguea por la faz de la tierra. Lo hemos socavado todo, envenenado mares y ríos, contaminado el aire, exterminado especies, pisoteado y cubierto de asfalto vastas planicies verdes. Ya, ni siquiera mirar al cielo es un hecho limpio: por la noche no se ven las estrellas, por el día, el azul se ve rallado de líneas de humo de aviones militares. Un virus, al fin y al cabo, es un patógeno tan natural como el ser humano. Existe, y eso le concede algún derecho. A la hora de elegir sus víctimas no considera quien ha sido bueno o quien malo. Y sí, yo distingo y divido a la humanidad entre buenos y malos. No todos merecemos el mismo trato de las inclemencias enfermizas que se presentan.
Ahora que vivimos una pausa obligada, como cuando el tren se para en la mitad del túnel largo rato, parece que tenemos tiempo para reflexionar sobre el existencialismo, con miedo y esperanza a la par: por lo que pueda venir después. Cómo deberíamos comportarnos en el futuro será un examen de pasar a la universidad. Ya sobran opiniones de mucha “mea culpa” y acusaciones al ego avaricioso del capitalismo. No sin razón. Pero no nos engañemos, nadie va a acertar del todo. Yo auguro una vuelta a la normalidad. Apuesto por continuar esta distopía asentada en el egoísmo, baja solidaridad y acelerar el placer consumista, a ver si reventamos.

Otro de los mayores fracasos de esta sociedad occidental está en que son las máquinas, las nuevas tecnologías las que dibujan el camino por el que tenemos que seguir andando forzosamente. Si lo podemos tener mejor, (sea lo que fuere) iremos a por ello. No importa si es innecesario, prescindible, nocivo, o si perjudicamos a los ecosistemas. Hay que continuar, deprisa y corriendo. Por otra parte, si apostamos por otro estilo de vida más pausado, hay que contar con el reciclaje mental de cuantos no entenderían ese nuevo estado de vida. Y eso es harto complicado. La balanza no está solamente desequilibrada ente ricos y pobres, sino entre educados e incultos ¿Un mundo mejor? Claro que se pude, si pudiéramos ponernos de acuerdo. Pero muchos se han quedado atrás, anonadados con el rumbo que estas nuevas tecnologías imponen, la vulgaridad de las masas, la incapacidad de entender ese nuevo camino a seguir: camino evolutivo que pone en entredicho, muy severamente, el producto materialista al que se ha consagrado la vida laboral. Sin interés de por medio, (interés financiero, se entiende) cualquier propuesta es abolida, se toma por quimérica: una utopía.
Yo también he ideado mi propio mundo, que guardo en mis adentros como un tesoro. Esa utopía que me sabe a paraíso perdido. Hecho a retales de los recuerdos gratificantes de mi infancia y de sueños que no se cumplieron en mi juventud. Fantasías poéticas que tuve que esconder de las burlas o la ignorancia. Confieso que yo también espero que al menos una pizca de eso con lo que sueño llueva sobre el mundo. Con unas pocas gotas bastaría. Un poco más de justicia, de amor, solidaridad, empatía. Pero dicho así suena demasiado iluso, no concretiza nada. Llevamos demasiados años intentando convencer al capitalismo para que sea más generoso con los más necesitados, de que la igualdad confiere mayor seguridad al planeta, que esto es cosa de todos. No hay manera. La insolencia y la indiferencia con los demás nos caracterizan cuando las cosas juegan en nuestro beneficio. En fin, para no alargar demasiado mis puntos de vista, que pueden ser largos y tediosos, voy a ser simple:

El día en que el hombre se enamore de la Naturaleza como lo estuvo de la primera chica del barrio, entonces empezará a entender su puesto en el Cosmos (guiño a Max Scheler). Los poetas lo saben. Los poetas románticos lo ensalzaron. Algunos se siguen riendo de esto. Prediquen el cariño a sus hijos para que sean sensibles. Participen del misterio que la vida ofrece. Hagan bellas conjeturas. Investiguen para entretenerse y alucinar con los nuevos descubrimientos que engrandecen lo finito. Siempre cabe un más allá. Que los jóvenes den, en soledad, largos paseos por los montes, las playas, los bosques, cualquier lugar donde no haya asfalto, ni líneas rectas. Que aprendan a pensar, a ser observadores en silencio. Cosechen experiencias que se puedan recordar con nostalgia al pasar los años, cuando se sientan perdidos en la oscuridad. Miren más a menudo a las nubes. Busquen la luz. No digo más.  - AllendeAran


 
"Hay algo fundamentalmente incorrecto en tratar a la tierra como si fuese un negocio en liquidación" - Herman Daly 

"En la naturaleza nada ocurre en forma aislada. Cada fenómeno afecta a otro y es, a su vez, influenciado por éste; y es generalmente el olvido de este movimiento y de ésta interacción universal lo que impide a nuestros naturalistas percibir con claridad las cosas más simples" - Friedrich Engels

"Una perspectiva filosófica es la auténtica institución del pensamiento y la vida. El tipo de ideas a las que atendemos, y el tipo de ideas que nos sumen en contextos insignificantes, gobiernan nuestros miedos, nuestro comportamiento. A medida que pensamos, vivimos. Esto es por lo que un ensamblaje de ideas filosóficas es más que un estudio especializado. Moldea nuestro tipo de civilización."  - Alfred  Whitehead


 
"Hemos sido elegidos, por el destino, por la providencia o como quieras llamarle. Somos, al parecer, lo mejor que hay. Y podemos ser todo lo que hay. Es una idea inquietante el que seamos el máximo logro del universo viviente y, a la vez, su peor pesadilla." - Bill Bryson.


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domingo, 15 de marzo de 2020

"La oscuridad no existe, la oscuridad es en realidad ausencia de luz." 
- Albert Einstein

"Amar la belleza es ver la luz"
- Victor Hugo
"Podemos con facilidad perdonar a un niño que teme la oscuridad; lo verdaderamente trágico de la vida es cuando los adultos temen la luz."
- Platón
FÍSICA Y POESÍA
Llevo un tiempo pensando en escribir algo acerca del mágico mundo de la luz, de sus misteriosos prodigios, pero a la hora de poner orden al tema y pueda hacerme entender, me las veo mal, entre otras cosas porque mi sapiencia al respecto sigue siendo deficiente. Sé que mucha gente no tiene ni idea de lo fantástica que la luz es. La vivimos durante el día o cuando encendemos una lámpara como si tal cosa, pero su invisible existir nos permite, gracias a la vista, conocer el mundo que habitamos. Igualmente me sucede con la idea de qué o cómo opera el universo a nuestro alrededor, allá arriba por los cielos lejanos, que mantengo una idea bastante borrosa, aunque me haya leído varios libros de divulgación científica a lo largo de los años. Claro que, es común, en mayor o menor medida, que las dudas, la incertidumbre y la ignorancia sean también inherentes a los mismos doctorados en física cuántica o cosmología. A todos nos gustaría saber más, pero sorprende que no por mucho saber la sed de conocimiento queda saciada, porque nuevas incógnitas se esconden detrás de cada nuevo descubrimiento. Todo esto puede ser tan frustrante como encantador. Bien mirado, el mundo y sus formas, sus energías, su expresión ante nuestros sentidos, es fascinante, fantástico, fabuloso..., pero solo si bien mirado.
Estamos en un periodo histórico muy particular, puesto que el conocimiento físico del mundo ha progresado a un ritmo bestial en los últimos dos siglos. Ha llegado hasta tal punto que muchas de las ideas y creencias religiosas se han tambaleado. En el que nuestro puesto engreído en el cosmos se ha visto desplazado a la insignificancia. Parecemos perdidos en el espacio. O estamos solos o no somos tan únicos y especiales como creíamos.  Poseemos un poder de dominar el mundo como nunca antes, si bien el egoísmo nos esté llevando por el camino equivocado. La física se ha erigido como una religión a la que todos adoran porque difícil es llevarle la contraria. Ella es la responsable de nuestros avances, ella nos dice la verdad, amplia nuestros horizontes para continuar progresando, aunque no sepamos hacia dónde nos dirigimos o cómo deberíamos conducirnos hacia el futuro. La física no cuenta eso, la física no trata de eso, lo dicen los mismos científicos. Ellos revelan, exponen, objetivan, dicen lo que es, o lo que hay o cómo actúa. Luego, lo que hagamos con todo eso corre de nuestra cuenta dependiendo de nuestros intereses o necesidades.
Ya hemos topado con dos asignaturas de suma relevancia. Por un lado, la física, que toma la delantera porque su conocimiento entraña una verdad que todos reconocemos de manera objetiva. Su verdad se manifiesta clara al razonamiento, amén de sus aplicaciones prácticas. La otra, por especulativa, se queda sin anclaje fijo y es por eso que cae en baja estima, por subjetiva. Me refiero en este caso a la ética. ¿Por qué el progreso, hacia dónde vamos, qué es lo que queremos? La ética no evidencia una solución eficaz como lo hacen las matemáticas aplicadas a la física. Depende, como decía, de nuestros intereses o necesidades. Pero, ¿acaso desmerece menor importancia que la física, teniendo en cuenta que se juega nuestro futuro, nuestra razón y fe en la raza humana? Y sin embargo…, hay está su valor, caído en saco roto.
Mientras las matemáticas, física y química son de obligado estudio en las aulas, la ética sigue siendo opcional, cuando no impugnada. Lo mismo le acontece a la estética; al desarrollo de una sensibilidad que amplifique nuestro deleite en todas sus formas artísticas y poéticas. Como si esto último no fuera conocimiento, ha quedado, al igual que la ética, menospreciada frente a las ciencias exactas. Cada cual se sirve como puede su dosis cultural a diario, porque nada mejor que identificar nuestras emociones con el arte. Cultura no nos falta. El arte armoniza ese desequilibrio emocional que sufrimos frente al desarraigo de nuestros deseos con el mundo, pero aun así, y convencidos del gran valor de los temas espirituales, éstos no están aceptados dentro de lo que denominamos conocimiento. La verdad es física y lo demás especulación, sueño, idealismo.
Creo que ha llegado el momento de mirar fijamente en el interior de esa materia que la física define tan real, tan verídica y práctica al uso, para preguntarnos si no tiene exagerado dominio en el mundo del estudio y si merece anteponerse por encima de esas disertaciones que antaño los filósofos argüían, más interesados como estaban por la serenidad, la complacencia, la simpatía, la euritmia, la fraternidad, la unión, el equilibrio, la armonía, la beldad. Valores espirituales que parecen haberse ubicado únicamente en la personalidad individual, lejos del colectivo social que formamos. Porque resulta evidente que el mundo civilizado, ahí donde la tecnología más poderío ejerce (gracias a la física) se ha vuelto feo, contaminado, adusto, desesperanzado. ¿Y esto por qué? Miren a su alrededor mientras caminan por las grandes ciudades y piensen qué falta o qué sobra para que puedan vivir con mayor felicidad. Tal vez tengan que pasear por un parque o por una playa en invierno, ir al monte o mirar a las nubes para hacer una comparativa. Escapen del asfalto de vez en cuando para que comprendan a qué me refiero.
No estoy en contra de la física, nada que ver. Ella cumple con su cometido, a saber; contentar a la curiosidad tan innata en los seres humanos, que buscan expandir sus horizontes de conocimiento. El problema es cuando para explicar cualquier fenómeno, cualquier cosa tangible, vista o no vista, tengamos que aferrarnos a las explicaciones de la física como las más fidedignas y auténticas, (incluyo aquí la biología y la química) cuando a menudo resultan tan insulsas, carentes de forma y color. Explicaciones de hechos que desafían la imaginación y el lenguaje común. Definiciones que sólo las formulas parecen simbolizar, y para quien sepa leerlas.
Yo quería hablar de la luz ¿Y qué tengo que hacer? ¿Hablar de sus propiedades complejas como onda o partícula, de su refracción y el cambio de colores, de su velocidad en el vacío, del electromagnetismo que la suscita? Podría apoyarme con fórmulas que ni siquiera entiendo, diagramas de parábolas, curvas y números. Todo ello me diría mucho pero no lo que de verdad más aprecio, esa otra verdad que confluye con mi interior y me confiere vigor, sensación de vivir. Puedes ser muy libre de estudiar la luz según la física, pero hay otra muy distinta y cercana, justo ahí donde el sol te la concede al despertar por la mañana.
La física te dirá que el sol no sale, que es la tierra que al girar esconde y descubre el sol. Te dirá también que la fuerza y debilidad de la luz se debe a la atmósfera. Si el aire es muy espeso de vapor, polvo o está nublado, la intensidad de luz será más débil y de variada tonalidad. Que es más fuerte que cuando nada interfiere en su expansión ubicua. Días de radiante luz son más frecuentes cuando el cielo está despejado, y mejor en verano porque la tierra se haya más cerca del sol. La luz no se ve, vemos las cosas alrededor porque la luz incide en ellas devolviendo su radiación en distintas longitudes de onda que el ojo sabe interpretar en colores y formas. Puedes no obstante ver su luz si miras directamente al sol. Su fulgor blanco te ciega si mantienes la mirada abierta largo rato... La física te dirá cualquier cosa..., menos poesía.
Pero hay otra verdad. Aquella que sentimos como nuestra, personal, y que nos alivia del peso materialista que somos. Ese peso existencial y burdo, ese peso físico corporal con el que cargamos a la fuerza ahí donde estamos. La otra verdad es la sentida en silencio cuando contemplamos algo bello.  Si atendiéramos con más frecuencia a cómo las cosas se nos representan bajo el matiz de la luz estaríamos más unidos a la serenidad. Un día de lluvia, el filtro de las nubes oscuras en otoño, los cielos violetas o ese rosado frio al atardecer en el invierno. El brillo en las cortinas de la ventana al mediodía. Las estrellas que parpadean sobre la superficie ondulante del mar.
Para aquellos que educan su sensibilidad al contemplar la luz, intuyen que algo divino parece esconderse en ella. De esto sabía la filosofía escolástica de la Edad Media que identificaba la luz con la divinidad. No tan lejos en el tiempo, hay pintores como Atkinson Grimshaw o fotógrafos como Leonard Misonne. De este, al observar sus fotos añejas lo que precisamente destaca es la luz que da vida a todo cuanto alrededor acaricia. Ahí tenemos una buena definición poética de la luz, sin menoscabo de la definición de la física. La física tiene sus fórmulas, el arte sus cuadros, sus fotos. Ambas tan justificables como acertadas, pero que desafortunadamente la opinión al uso justifica una por encima de la otra. Se dirá que podría estar confundiendo la materia con la irradiación de la luz, pero ambas se complementan, ambas se dejan ver, y sin la una parecería no existir la otra. El mundo sin luz estaría ciego, la luz sin mundo sería igualmente cegador. No se trata sólo de saber qué es la luz sino de sentir la luz y para experimentar la luz necesitamos del mundo y su naturaleza.
El árbol que ve el leñador no es el mismo árbol que ve el poeta, decía William Blake. Tampoco se entiende el que la luz se comporte como onda y partícula a la vez. La física tiene una deuda con la imaginación. Y porque sentir es lo que cuenta, debemos apostar por un mundo más poético, algo que la física de hoy en día está perdiendo, perdida como está en significados y fórmulas cada vez más infrahumanas. Quizá lo mejor fuera que ambas especialidades, física y poesía, se dieran la mano para que nuestro conocimiento fuera más completo y justo. Ojala fuera eso posible. Razón y sentir no pueden continuar discutiendo. -  AllendeAran


"Brilla pues, en mi interior, ¡oh luz celestial! con tanta mayor intensidad cuanto más penetrada de tus rayos estén todas las potencias de mi espíritu: pon ojos en mi alma; dispersa y aparta de ella todas las tinieblas, a fin de que me sea dable ver y decir cosas invisibles a los ojos de los mortales." -  John Milton

"Incluso el espacio carece de sentido para la luz, ya que el paso de la luz a través del espacio se consigue sin ninguna perdida de energía tan siquiera."  - Arthur M. Young
"La luz, como todas las radiaciones electromagnéticas, está formada por partículas elementales desprovistas de masa denominadas fotones, ​cuyas propiedades de acuerdo con la dualidad onda-partícula explican las características de su comportamiento físico. Se trata de una onda esférica." - La Wikipedia​


 "Cómo me gusta, en bellos ocasos estivales,
cuando ríos de luz se vierten al oeste
dorado, y en los céfiros fragantes se serenan
las nubes plateadas, abandonar muy lejos
los pobres pensamientos y tomarme un respiro
de las preocupaciones."  - John Keats
 
"En este diagrama de Feynman un electrón e- y un positrón+ se aniquilan produciendo un fotón, representado por la onda amarilla, que a su vez se convierte en un par quark, y un antiquark desde el cual se irradia un gluón, representado por la hélice morada."

“Escribo un domingo, mañana alta de un día amplio de luz suave en que, sobre los tejados de la ciudad interrumpida, el azul del cielo siempre inédito encierra en el olvido la existencia misteriosa de los astros...” –  Fernando Pessoa
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miércoles, 1 de enero de 2020

"Si la experiencia presenta realmente rasgos estéticos y morales, cabe suponer que también estos rasgos llegan a descender al fondo de la naturaleza tan fielmente como la estructura mecánica que se le atribuye en la ciencia física."  - John Dewey

EMERGENCIA CLIMÁTICA
¿SOLO CLIMÁTICA?
Ahora que hace unos días la cumbre climática en Madrid ha finalizado, tal vez se puedan sacar algunas conclusiones sobre cómo estos eventos logran alcanzar su cometido. Al parecer, por lo que dicen los más acérrimos activistas, el acuerdo por minimizar las emisiones de CO2 ha resultado decepcionante. Algo, quizá, se haya conseguido; Ir despertando poco a poco un sentido alarmista ante el peligro climático en el planeta y el que la gente empiece a tomar conciencia de sus actos y hábitos nocivos, así como ir exigiendo soluciones apropiadas a los políticos, que para algo se les concede poder en las sociedades democráticas. Pero hacer entender a los políticos cuál es su tarea, su deber, parece caer en saco roto. Lamentablemente, parecen estar únicamente al servicio de mantener su hegemonía y proteger los intereses capitalistas. Su falta de talento y sapiencia a la hora de resolver los problemas de las sociedades es ya de una vergüenza ajena intolerable. Les falta ética, respeto, modestia, voluntad, inteligencia, empatía, discurso. Los políticos de hoy en día están cada vez más perdidos en su laberinto de disputas patrióticas e independentistas, defendiendo posturas egoístas que atañen a su propio ombligo y a los usureros que descansan en el pico de la pirámide. Nada que ver con los auténticos problemas de la Tierra que, al fin y al cabo, todos pisamos. 
Estamos ante un problema serio. El hecho de habernos acomodado en un sistema social que expele basura química en todo momento, ha traído consigo un veneno letal que pone en peligro la biología del planeta. Eso nos incumbe, somos parte de esa biología, no lo olvidemos. Las ciudades en las que habitamos cada vez están más excluidas de la naturaleza prístina que habitaron nuestros antepasados. Para quienes vivimos en las grandes urbes, (la mayoría de los habitantes del planeta) el panorama visual paisajista al que asistimos poco tiene que ver con lo que fue hace cincuenta años, y si nos remontamos al siglo XIX la cosa resulta más sorprendente, y yendo más hacia atrás en el tiempo se puede sentir que lo que otrora fue naturaleza abundante por doquier, ahora es asfalto, cubos como murallas que recortan el cielo. Lo que antes eran montañas en la lejanía, ahora son edificios torre que bloquean la mirada puesta al horizonte. Donde antes era el trote de caballos en los caminos, ahora es ruido y humo tóxico de coches. Donde antes crecían árboles, ahora hay señales de tráfico y semáforos. Antes todo era curvo y desigual, ahora todo es lineal y cuadrado.
A pesar de ello, no nos hemos vuelto locos. Incluso he de reconocer que, con la evolución tecnológica y científica, hemos aprendido a vivir más años y mejor. Al menos en los países occidentales donde se ha podido aplicar ese conocimiento. Nadie me va convencer de que antiguamente el mundo era más afectuoso con los humanos, que antes se era más feliz. El trabajo es menos severo de lo que vivieron nuestros abuelos. El bienestar se ha multiplicado, si bien no tan ecuánime como nos gustaría. Ahora, mejor que nunca, el índice de natalidad es más alto y el de la mortalidad más bajo. Algo se habrá estado haciendo bien por cómo la humanidad se ha expandido.
Sin embargo, por desgracia, hemos alcanzado un punto en el que nuestros errores han abierto grietas en este sistema en el que nos hemos acomodado. Hemos vivido a costa de exprimir los recursos de la tierra sin miramientos, vueltos de espaldas a todo lo otro que vive alrededor, ciegos y sin respeto por cuanto nos sustenta. Hemos vivido de manera muy egoísta, y a la par, ignorantes del futuro. Nos hemos tomado la naturaleza como servidora y esclava de nuestras necesidades básicas. Era necesario explotarla, invadirla, violar sus hábitats sin importarnos cómo. Nos hemos comportado como seres de un mundo aparte, igual que enemigos. No es que la naturaleza sea ahora vengativa con nosotros. No, no se trata de que Ella tenga un objetivo determinado y nosotros vayamos en su contra. Se trata sencillamente que no va a responder a nuestros intereses porque está enfermando por nuestra culpa. De igual forma que cuando un virus nos invade y acaba con la vida de un cuerpo, así nos comportamos, como si el planeta fuese un cuerpo. La naturaleza no es sabia, vive y padece las inclemencias del tiempo y las catástrofes como las sufrimos los demás. Ella no tiene fija una finalidad, está ahí igual que nosotros, sin saber por qué. Sufre las consecuencias del azar y ahora, por añadidura, sufre la arrogante actitud de la ambición desmedida del hombre, guiada por un capitalismo cada vez más insolente, cada vez más salvaje.
Pareciera que, aún, este problema no fuera tan apremiante, que no parece tan ominoso, que no es tan feo como lo pintan porque aún quedan parajes paradisíacos por ahí, grandes extensiones verdes, mares azules. Aunque sea sólo vivido allí a donde vamos de vacaciones, o por lo que vemos en fotografías. Todavía se respira bien, en algunas ciudades mejor que en otras. En fin, que todavía no nos ha llegado la mierda al cuello. Es por eso que los políticos, por salvaguardar los intereses que reclama cualquier empresa capitalista, siguen sin querer tomar medidas decisivas para regenerar el entorno que estamos infectando. Entorno que no es otro que nuestra propia casa. Pero para ellos, diríase, que la Tierra no existe, que lo que existe son países, territorios, banderas, ejércitos, bancos...
Comprendo que el discurso de estos días pasados haya sido prioritario en alarmar, a la vez de informar, sobre la actual situación del planeta. Principalmente por el efecto invernadero que está trastornando el clima. La basura química que vertemos en cantidades ingentes por tierra mar y aire todos los días. Qué soluciones se van adoptar. Soluciones espinosas porque implican un cambio en el paradigma en el que nos movemos y que tan mal se ajusta con el régimen capitalista en el que todos estamos enredados. Pero sí ha habido algo que personalmente he echado en falta en los discursos, algo que era de esperar por otra parte, y que considero de suma importancia, es el de inculcar una visión estética de cuanto conforma en el planeta. Porque eso también se está perdiendo.
No sé hasta qué punto es un privilegio que ciertas almas sensibles puedan deleitarse en la contemplación de las formas, colores, aromas, sonidos..., con la vida, en definitiva, que ante nosotros se despliega por el mundo. Identificarse con la trama del mundo que al desnudo se presenta, con la visión primaria, virgen de la naturaleza, parece fantasía de unos pocos poetas y filósofos. Está escrito que quienes mejor han sabido entenderse con la naturaleza, gozar de veras, han sido pensadores, anacoretas, músicos y poetas. Gente contemplativa cuyo principio era fluir con el ánima que vibra en el mundo. Personas que se veían recompensadas de calma al observar lo bello, que sabían armonizar sus estados de ánimo participando del encuentro estético que surge por azar o voluntad artística. Síntomas de plenitud y compresión, paz, misterio y aventura, asombro y milagro, nunca mejor hallados sino en la Naturaleza. Me viene a las mientes autores como John Muir, Ralph Emerson, John Keats, Thoreau, Alex von Humboldt y tantos otros que dejaron escrito impresiones y lecciones que se deberían estudiar en las escuelas. Pero no hay manera. Seguimos sin querer implicarnos con la sabiduría de esos que se deleitaron  con la esencia de la vida, como si fueran sus ideas ininteligibles, cosa de locos o fueran un obstáculo para el progreso o una pérdida de tiempo.
Esto no es fantasía de quien vive en las nubes. Si por algo somos, si por algo albergamos sueños es porque hay un enlace entre nosotros y cuanto forma el mundo externo. No hay objeto sin sujeto, ni a la inversa se podría entender la existencia. De no haber nada ahí afuera, ¿cómo justificaríamos estar vivos? Apreciar la belleza que la naturaleza exhibe es una tarea fundamental para poder respetar el planeta. No creamos que la tierra es enemiga nuestra porque nos hemos visto forzados a horadar la materia en busca de energías que nos ayuden a sobrevivir y evolucionar. La misma naturaleza, sus plantas y animales, sufren las consecuencias del azar, de los grandes cataclismos, de las tempestades, sequías o incendios. Y si bien, nosotros somos también víctimas igualmente del azar, también es cierto que tenemos conciencia y fuerza para saber qué queremos o qué camino tomar. Y aunque ese “qué”, de momento, no esté enteramente formado, porque no hay credo, ni religión, ni ética prevista para el futuro que convenza a todos por igual, sí hay algo que podemos comprender por unanimidad, algo que se puede apreciar; la belleza. Vista y sentida en la música, el diseño, una cara guapa, la flor que se abre a la luz, ese atardecer… Son de por sí sensaciones que dan valor único y total a nuestras vidas.
La Naturaleza nunca te va a responder si tienes razón, si está o no justificado que la sientas como bella. Jamás nadie se plantea si se equivoca por apreciar lo que le parece bello. Por eso mismo no esperes que Ella esté de tu parte correspondiendo a tu admiración con un, hoy no lloverá, hoy la chica que te gusta te va a sonreír, hoy el atardecer será más vistoso que el de ayer. Suficiente justificación es con sentir y suficiente saber que hasta hoy nadie ha podido razonar lo que la belleza significa. Tanto mejor así, ya que de esta manera no se presta a la manipulación materialista. Su misterio la hace impenetrable a la experiencia científica. Es por eso que, al tratarse de una cuestión subjetiva, lamentablemente, no se la ha integrado en la educación con tanto denuedo como a las matemáticas, la física o la lengua. Estoy muy convencido de cuánto más se ganaría si de pequeños nos enseñaran a ejercitar la sensibilidad en las escuelas, y para eso nada mejor que sintonizar con los elementos que se manifiestan en la Naturaleza. Si así fuera, seguramente no habríamos incurrido en tantos errores de relación en el ecosistema que habitamos.
Mantener el esplendor botánico de árboles y plantas, los mares limpios, el hábitat de los animales, haría que nos sintiéramos más integrados en el mundo, pero sobretodo daría un especial relieve a las sensaciones espirituales. Sí, me refiero a esas sensaciones que se sienten en el interior y en silencio, que resultan difíciles de comunicar y que, cuando lo hacemos, recurrimos a estrategias, artificios que derivan en lo que llamamos Arte. Contempla sin monólogos el vuelo de los pájaros alejándose en el horizonte, las plantas que al crecer dibujan formas esbeltas, un gato que duerme plácido sobre la hierba, unas nubes que abren grietas por las que se infiltran los rayos del sol al caer la tarde. Eso no podemos perderlo. Contempla si más, contempla y no preguntes… “porque la Serenidad no pertenece al dominio de la voluntad.” decía Heidegger. - AllendeAran.


“Si nos aprovechamos de la palabra estético tomada en un sentido más amplio que en el de la aplicación a lo bello y lo feo, es indudable que la cualidad estética, directa, final o encerrada en sí caracteriza las situaciones naturales tales como se dan empíricamente. Estos rasgos están de suyo exactamente en el mismo plano que los colores, los sonidos, las cualidades del tacto gusto y olfato.”  - John Dewey


 
“Ahora el mundo aparece como un objeto al que el pensamiento calculador dirige sus ataques y a los que ya nada debe poder resistir. La naturaleza se convierte así en una única estación gigantesca de gasolina, en fuente de energía para la técnica y la industria modernas.” – Martin Heidegger
“Somos plantas –nos guste o no admitirlo- que deben salir con las raíces de la tierra para poder florecer en el éter y dar fruto”. – Peter Hebel


 
“Si un hombre está solo, dejad que mire las estrellas. Los rayos que provienen de esos mundos celestes se interpondrán entre él y lo que toque. Podría pensarse que la atmósfera fue creada transparente con esa intención, para conceder al hombre, con los cuerpos celestes, la presencia perpetua de lo sublime.”  - R. W. Emerson
“No hay pregunta ni respuesta al hecho de que el hombre busque la belleza. La belleza, en su sentido más amplio y profundo, es una expresión del universo. Dios es todo lo hermoso. La verdad, el bien y la belleza no son sino aspectos del mismo todo.”  - R.W. Emerson



“La Naturaleza se asocia a todas las sensaciones del hombre. Las comprende y parece compartirlas como un confidente invisible. ¡Las lleva al cielo para divinizarlas!”  - Alphonse de Lamartine
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