domingo, 2 de diciembre de 2012

LOS INDIOS 

Cuando era pequeño, recuerdo, (allá por los sesenta) que las películas de vaqueros no me gustaban si no había indios. Incluso cuando jugaba con mis amigos en el barrio a vaqueros, muy contadas veces a decir verdad (ellos preferían jugar al fútbol) yo no dudaba en incluirme en el bando de los indios aunque eso supusiese salir perdiendo porque así era como se resolvían la mayoría de las películas del viejo oeste. Haciendo memoria y reflexión del porqué de mi fascinación por los indios puede que se debiera a varios motivos no muy difíciles de entender. Por un lado era el asombro que me producía el ver que  había otras maneras de vestir. Esas plumas ondeando al viento, las pinturas en la cara, los flecos y dibujos vistosos, los largos collares, sus largas melenas. Por otro lado era otra forma de concebir la vida. Estaban en la calle siempre, guarecidos en tiendas, bailando alrededor de totems, cazaban y se defendían con flechas y lanzas. Vivían al aire libre. Lo salvaje resultaba divertido. Parecida fascinación, aunque menos, me causaban los romanos, los vikingos o los nativos salvajes en las películas de Tarzán. Por supuesto, estaba la acción, la violencia que ponía en práctica sus virtudes. La violencia era como la exhibición de sus artes en forma de danza, como poner en juego su estética. Nadie de pequeño entendía que la guerra pudiera causar dolor. Con todo, no pretendo idolatrar, ni reivindicar aquellas distintas formas de vida tribales, aun estando aquellas en mejor armonía con la naturaleza que nuestra presente civilización. Aquellas tribus, no nos engañemos, eran crueles, belicosas, insolidarias, carentes de empatía, con tantas deficiencias como tenemos nosotros en la actualidad, codicia por el dinero, guerras por el poder, contaminación, intransigencia, intolerancia.... Pero lo que sí quisiera revelar, porque creo que en el fondo es lo que me producía asombro por los indios, es que hay otras formas de concebir la vida, que hay otras variadas y distintas maneras de encajar en el entorno natural, con sus respectivas artes, religiones, lenguas, estilos en el vestir, en los hábitos de la cocina, en la construcción de las casas. Que no se trata simplemente de respetar sino de entender y colaborar con la variedad porque eso es lo que nos enriquece, lo que de verdad expande nuestra mentalidad haciendo que todo sea más entretenido y en consecuencia, haciéndonos más felices.

Edwar Sheriff Curtis fue si lugar a dudas uno de esos pocos que llegaron a entender el mundo indígena norteamericano. Fotografió a cientos de indios y para ello tuvo que ganarse su confianza, algo nada fácil. Seguramente gracias a su curiosidad y sana disposición por participar en la vida de las tribus fue lo que le otorgó el derecho de ejercer libremente su arte en la fotografía.













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