domingo, 29 de mayo de 2016

El recuerdo es el único paraíso del cual no podemos ser expulsados. - Jean Paul

Una tarde parda y fría
de invierno. Los colegiales
estudian. Monotonía
    de lluvia tras los cristales. 
- A. Machado


¿DONDE SE ESCONDE  EL RECUERDO?
El recuerdo permanece escondido en las profundidades de nuestro pasado igual que un tesoro, aun inmaterial, nadie lo cambiaría por ninguna otra riqueza prometida del futuro. Es algo que, por haberse vivido, forma parte fundamental e imborrable de nuestro Yo. Es un hecho consumado y como tal, queda cerrado al uso de las contingencias. Es algo que en ocasiones conviene desvelar, rescatar del olvido y verlo a la luz interior para degustar su sabor a nostalgia. Entonces, como la escena de una película, viene a revelarse vivo, con tanta veracidad como lo hace el presente, dando así fe y testimonio de que un día fuimos vida, existencia de otro color y otra forma, que perdura, todavía aquí, sin que el paso del tiempo lo haya podido borrar. Porque el recuerdo se expresa a veces tan nítido y fuerte que parecería habitar ubicuo y eterno en algún rincón del aire y evocarlo fuera tan fácil como respirar hondo, como cuando abrimos una ventana una mañana temprano y el aire nos anega de frescor. ¿Te acuerdas? Parece que fue ayer.

Resulta curioso que lo que fue pueda volver a ser, ser sentido, pero esta vez sin mácula que pueda alterar lo que fue. Alegra o entristece pero no hay dolor físico. Lo aceptamos como cuando vemos una película. Comedia o drama, estamos aquí para sentir, y por nada queremos perder el contenido del discurso al que asistimos en cada presente; nuestra mayor fe de vida que queda ubicada en la memoria en forma de película. Hay recuerdos buenos y malos, pero podemos alterarlos a nuestro capricho. De los malos, preferimos no acordarnos y así, con el paso del tiempo, quedan más difusos y oscuros. De los buenos, en cambio, preferimos evocarlos, pues son reliquias dulces que nos gusta saborear de vez en cuando. Y resulta curioso también, que cuando uno se recuerda a si mismo nos veamos fuera de nuestro Yo, como si fuera otro quien nos contemplara desde un ángulo distinto al que ocupamos. ¿Quién nos filma? ¿Cómo lo hacemos? ¿Dónde habitan estas escenas que sabemos pertenecen a lo que vivimos en cierto momento, que podemos incluso diferenciar lo real de lo ficticio? ¿Cómo, si la sustancia de la que están compuesta tanto sueños, pensamientos como recuerdos no llegan a confundirse? ¿Por qué y de qué manera pueden quedar almacenados en el cerebro y surgir en la mente para hacerse sentir casi tangibles ahora?

La ciencia habla de funciones neurofisiológicas, de circuitos reguladores bioquímicos, de interacciones electrónicas, de proteínas.., todo física y química en definitiva. Sin tener que negar nada de esto, la ciencia no nos lleva sin embargo a buen entendimiento acerca de las emociones, de cómo el pensamiento que tenemos de una cosa, sea un árbol, una casa, un perro, se puedan sentir con parecida intensidad a la realidad. Conocer los componentes y funciones del hardware de un ordenador no dice gran cosa de por qué y o cómo debe operar, con qué intenciones, ni si siente, ni padece. Alguien externo al ordenador maneja la información que éste almacena. Ese es el principal objetivo que viene predeterminado por una intención estudiada a priori. Un Yo que parece escondido en alguna parte, alejado del conocimiento científico y que persigue afianzar su existencia en perpetua comunicación, mediante los sentidos, con la vida externa, que persigue dilatar su conocimiento, conocerse así mismo, erigirse como ser vivo y creativo y subsistir. ¿Qué buscamos en el ordenador? ¿Qué buscamos en nuestro cerebro? ¿Quién inicia aquí la pregunta? ¿Quién es aquí el director de la orquesta? ¿Quién el compositor?

Si por algo cambiamos la vivencia genuina del presente por el recuerdo no es sino porque el presente se nos presenta a ratos insustancial, poco provechoso. A menudo las circunstancias vienen vacías de contenido, por lo que nos aburrimos, y de ahí que un recuerdo nos pueda salvar del tedio. Hay momentos quedos, que demandan reposo, que la vista se detenga de observar afuera y mire hacia dentro, hacia atrás en el pasado. Sabemos que el tiempo es inasible. Aunque parezca acompañarnos constantemente, se muestra huidizo cuando queremos atraparlo y sólo el recuerdo nos hace creer que efectivamente el tiempo fue, que lo tuvimos para que una escena se formara y quedara grabada en la mente. Así es únicamente como el tiempo permanece vivo y se hace creíble, porque el presente se derrite en un fluido y el futuro es una lejanía que jamás llega a presentarse, (ya que de hacerlo dejaría de ser futuro) ¿Qué nos queda entonces sino el recuerdo?

Si has vivido tendrás mucho con lo que soñar. Aquella tarde cuando el viento sacudía las ramas de aquel árbol. Tú leías tal vez un libro en la cama, convaleciente de alguna enfermedad. La infancia, esa etapa libre de responsabilidades. El camino hacia la escuela que la lluvia vino a mojar en invierno. Las primeras Navidades. El estuche nuevo de pinturillas. El caluroso día de verano frente al mar. Los tebeos que pendían en los cristales del kiosco. Tu otra forma de vestir en aquellos años. Tus programas preferidos de la tele. Las excursiones con tus compañeros de colegio. Los domingos de antaño, cuando vestir era estar guapo y limpio. Tu primer amor. Cómo ha cambiado todo, que distinto pero que por nada quieres que desaparezca. Lo queremos tal como fue, nada más que lo que queda al recordar, valorado como paradigma de la sencillez y pureza de aquel entonces, cuando no llegaste a sospechar que el transcurrir del tiempo lo escondía enterrado en los fondos de la memoria..., ahora que los años te pesan.

Podemos, por tanto, creer en verdad que hay algo que permanece inalterable, anclado en la eternidad. Que algo nos queda al margen del continuo devenir que el mundo manifiesta. Sabemos qué fue cierto y qué fue una ensoñación. Pero aún más, intuimos que el recuerdo no simplemente anida en las miniaturas corpusculares de la mente, escondido en los entresijos viscerales del cerebro. La luz, que todo lo exhibe, parece participar en este fenómeno creativo. Quiero imaginar que la luz hospeda imágenes de cuanto haya podido estar iluminado, y se las lleva consigo en su viaje inquieto sin dirección fija hasta donde el espacio le dé holgura. La luz contiene información de cuanto acontece bajo su manto inmenso de radiación, en nosotros está la esperanza de que de algún modo un día, todavía lejano, podamos participar de lo que otro día fuimos, visto desde infinitos ángulos y modos, en una proyección sin límite, ver épocas, generaciones, eras, historia, todo lo que consideramos pasado y fue parte esencial de nuestro Yo, lo que vivimos y más aún, lo que quisimos haber vivido. - AllendeAran


La vida sería imposible si todo se recordase. El secreto está en saber elegir lo que debe olvidarse.  -R. Martin D Gard
“Si busco en mis recuerdos los que me han dejado un sabor duradero, si hago balance de las horas que han valido la pena, siempre me encuentro con aquellas que no me procuraron ninguna fortuna.” - Antoine de Saint-Exupery


"...es importante darse cuenta de que definir la emoción o el sentimiento como algo concreto, tanto desde el punto de vista cognitivo como del neural, no disminuye su belleza o su horror, o su condición en la poesía o en la música. [...] Comprender los mecanismos biológicos que hay detrás de las emociones y los sentimientos es perfectamente compatible con una visión romántica de su valor para los seres humanos." - Antonio Damasio
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SUGERENCIAS PARA EL RECUERDO: 
Una lectura: OCNOS  "Luis Cernuda"  - Una película: THE LONG DAY CLOSES 1992 "Terence Davies"  - Música: SUITE FOR VIOLA de Ralph Vaughan Williams.
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