sábado, 23 de mayo de 2015

«El Universo tiene mayor imaginación que la nuestra, es por eso por lo que la historia real del Universo es mucho más interesante que cualquier cuento de hadas que hayamos inventado para describirlo.»  -  Lawrence Krauss
LA CIENCIA AMARGA

Hace unos cuantos años me apasionaba leer sobre cosmología y física cuántica. Todo ese mundo, por nuevo, me resultaba deslumbrante. Saber lo que se esconde en los núcleos atómicos e indagar por los espacios más vastos donde las galaxias se pierden me maravillaba. Durante un tiempo estuve prendido por la variedad de eventos, tan estrambóticos que dominaban el curso de la evolución física en el universo. Cuando aquello, los libros de divulgación científica empezaron a proliferar a raudales. Poco a poco me hice con unos cuantos y, huelga decir que, por supuesto, no todo lo entendía, pero mi concepto del mundo se fue enriqueciendo o, al menos, ser distinto de lo que antes imaginaba. Flipaba. Y a la vez me valía para ampliar mi inocente sabiduría de parvulín, gracias a los extraños acontecimientos que dieron origen a nuestra naturaleza, así como del futuro que nos aguarda. De donde venimos hacia donde vamos, por qué esto, por qué aquello.

Lo cierto es que mi capacidad de aprendizaje es muy limitada y en los libros de divulgación científica hay muchos asuntos que me dejan descolocado porque, modestia aparte, soy bastante menos inteligente de lo que me creo. Así que cuando algo se pone demasiado engorroso lo dejo apartado antes de que pierda la cabeza. Generalmente termino por preguntarme, "¿Acaso saber más te va a resolver la vida? descansa un rato, anda", y cierro el libro. Puede ser una postura cobarde para quien desee llegar lejos, aprender cuanto más se pueda, pero mi paciencia se agota. Y es que se llega a un punto en el panorama científico, (en el de la física cuántica sobretodo) que el asunto se vuelve demasiado espeso, tanto que resulta imposible seguir la pista a tanta docta información. Se llega a un terreno que es sólo privado para matemáticos de relieve. Bastaría confesar que de la Teoría de la Relatividad de Einstein tengo una ligera noción pero reconozco no entender bien todas las consecuencias que engloba. Los mismos físicos se han quejado a menudo de ello, de cómo se ha complicado tanto la investigación que a menudo se ven metidos en un berenjenal del que no saben cómo salir.

Ya últimamente lo único que llego a comprender de los físicos es que saben tanto como no saben. Pero aunque ellos mismos lo confiesan no por eso dejan de sentirse orgullosos de su quehacer y actuar a veces incluso con prepotencia. Los científicos rehúyen de la religión, se burlan de ella, (lo entiendo hasta cierto punto) pero también de la filosofía y de la ignorancia de todo pensamiento distinto al método científico que ellos siguen. Parecen haber alcanzado un punto en el que casi todo lo que gobierna nuestras vidas es física, el resto… bueno, el resto también es física. Todavía no se han entrometido con la estética, pero ojo, poco les falta. Quieren a toda costa dar con la clave del origen y final del universo. Pero ¿a qué tanta prisa, me pregunto, por suicidarse? Les fascina el misterio pero sólo en la medida en que puedan encender la luz y ver lo que se esconde dentro. La metafísica no les interesa. Necesitan de la imaginación para explorar los enigmas a los que se enfrentan pero la realidad tiene unas reglas estrictas que no pueden abandonar, no hasta que la realidad supera la ficción. La fantasía es ahora propiedad de la física, lo que venga de nosotros no significa nada si empíricamente no se demuestra. Nunca hemos sido nada significativo para la ciencia, sólo si acaso esclavos de sus principios.

Resulta sospechoso, además, que desde que la ciencia mostrara al hombre los secretos mejor guardados del cosmos y del átomo, todo haya servido para desplazar al ser humano del centro que creía presidir en el universo, quitarle protagonismo, robarle cualquier idealismo y cualquier atisbo de esperanza en el futuro. Descentralizados del sistema solar, de la galaxia, posiblemente solos, perdidos en el espacio, ignorantes todavía del devenir a largo plazo, nos vemos incapaces de dirigir nuestro destino. Con la ciencia hemos sido descubiertos como sangre, vísceras, una calavera. Todo, absolutamente todo lo que la ciencia nos revela es para dejarnos en ridículo, humillados y con cara de tontos. Cuantas ventajas se haya podido derivar de ella para facilitar la vida otras tantas desventajas se han demostrado. Todo parece haberse parido sin gracia ni sentido, con mal gusto y malos augurios. ¿A santo de qué hemos tenido que aparecer en el universo si nada podemos hacer, ni esperar? ¿Crees firmemente que la ciencia te va dar respuesta a eso? ¿Es patrimonio sólo de la ciencia construir el sendero por el que los hombres deben caminar, obligados por consideración a lo que ellos creen que es la única verdad del ser humano?

¿Qué hacen pues los físicos? Te lo diré: con el beneplácito de las matemáticas (hasta donde sus reglas se lo permiten) y el empirismo que les arropa, te presentan las formulas con las que se describe el mundo materialista que nos rodea, de igual forma que las notas de un pentagrama describen la música. Pero quien crea entender la música porque entiende de solfeo y partituras sofisticadas, por mucho que crea saber componer música por conocer las notas todas, se equivoca. La música, al igual que la vida o el universo, tienen otra lectura más sentida y emocionante para quienes saben aventurarse por otros vericuetos tutelados no tanto por la razón como por el corazón. La realidad no tiene la última palabra en todo cuanto nos acaece. La realidad no tiene porque estar por encima de las posibilidades con las que soñamos, esas por las cuales el ser humano se respeta como tal así mismo. Y eso no es tarea de la ciencia. Al fin y al cabo, la realidad se presenta solamente en el presente y éste es un filamento tan fino que para cuando te das cuenta que existe es ya parte del pasado. El resto es pensamiento. Así que continúa soñando sin prejuicios. - AllendeAran
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Esta es la conferencia que dio Lawrence Krauss en el 2009, la cual dio origen a su best-seller "El Universo de la Nada", que todavía no he leído pero que lo haré. La charla es muy amena, expone con gracia y maestría los temas principales del origen del Universo y sus consecuencias finales. Es muy instructiva. A poco que se sepa algo en temas de cosmología y física cuántica se entiende bastante bien. Eso si, hay buenos chistes y otros de mal gusto. En los extractos escritos abajo de las fotos subrayo algunas frases sobre esos temas en los que no debería entrometerse. Primero porque su ciencia no lo permite. Segundo porque deja en evidencia el pésimo criterio que tiene respecto a la filosofía y no digamos de la religión, si bien de esto último puedo comprenderlo, pero hasta cierto punto. Por eso y por mucho más, en lo que no quiero extenderme, es por lo que he decido titular esta entrada "La Ciencia Amarga". 


«Cada átomo de tu cuerpo vino de una estrella que estalló. Y los átomos de tu mano izquierda probablemente vinieron de una estrella distinta de la de tu mano derecha. Realmente es la cosa más poética que conozco de la física. Somos polvo de estrellas. Tú no podrías estar aquí si las estrellas no explotaran, porque los elementos, el carbono, el nitrógeno, el oxigeno, el hierro, todas las cosas que importan en la evolución de la vida, no fueron creadas al principio del tiempo. Fueron creadas en los hornos de las estrellas, y la única manera de que entren en tu cuerpo es si esas estrellas fueran lo bastante amables como para explotar. Así que olvidate de Jesús. Las estrellas murieron para que pudieras estar tú hoy aquí.»
 Lawrence Krauss
RESPUESTA
[¿Tienen los físicos anuencia para hablar de poesía?  ¿Hay alguna x en sus formulas que simbolice la belleza? ¿Qué tiene que ver el mensaje de Jesucristo con las estrellas? El vino para dejar un mensaje de solidaridad y amor entre las personas y murió por ello. Su doctrina es tan actual hoy como entonces. Un poco de respeto, Mr Lawrence]


“Un Universo sin propósito no debería deprimirnos ni tampoco sugerir que nuestras vidas carecen de propósito. A través de una abierta e inspirada historia del cosmos nos vemos a nosotros mismos en este remoto rincón de un planeta, dotados de inteligencia y conciencia. No deberíamos desesperarnos, sino con humildad alegrarnos lo mejor de estos regalos y celebrar nuestro breve momento bajo el sol.»  - Lawrence Krauss
 RESPUESTA

[¿Desde cuándo podemos festejar los regalos que los científicos descubren si son todos para contradecirnos y romper nuestras esperanzas e idealismos? El universo de la física fuera de las directrices de la estética y la metafísica, la ciencia-ficción y la creatividad propia del ser humano, es pura desgracia. ]


 «Dentro de 50 mil millones de años, la expansión del universo habrá progresado a un punto donde todas las galaxias se habrán alejado más allá de toda detección. De hecho, estarán alejándose más rápido que la velocidad de la luz, por lo que detectarlas será imposible. Futuras generaciones descubrirán la ciencia y sus leyes y nunca sabrán acerca de otras galaxias o de la cósmica radiación de fondo. Llegarán inevitablemente a una errónea conclusión del Universo. Vivimos en un tiempo especial, el único tiempo en el que podemos verificar por observación que vivimos en un tiempo especial.» - Lawrence Krauss
 RESPUESTA

[Esto raya  el colmo. ¿Qué no sabrán las futuras generaciones que los físicos de ahora ignoran? Cada cual es su punto del espacio-tiempo. Tal vez seamos nosotros a los que se nos ha perdido algo esencial. No subestimes las sorpresas del cosmos, Mr Lawrence. Esto ya deberías haberlo aprendido. ]


«... pero el punto crucial es el misterio. Y me parece que esta es una de las cosas que hace especial a la ciencia: Es que a los científicos les encanta el misterio. Les encanta no saber. Esa es la clave de la ciencia.» - Lawrence Krauss
RESPUESTA
[Ahhh, Aquí todo el mundo reclama el misterio. Desde los detectives, a los místicos y los filósofos, los videntes y los religiosos. Pero ya entiendo, el empirismo es lo que cuenta, aunque el descubrir científico conlleve mayores misterios, o se tengan que actualizar cada cierto tiempo sus férreas leyes. Ay.., qué sería de todos nosotros sin el misterio.]

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domingo, 10 de mayo de 2015

«Lo sublime en la naturaleza emerge
 al ser un reflejo de la propia imagen divina.»
  Joseph Addison

INDAGACIÓN ESTÉTICA 
ACERCA DE  LO SUBLIME

                                Epic Storm (Unknown)                               
Entre lo bello y lo sublime hay una brecha abierta que semeja al espacio que se dilata  cuando desde la cima de un precipicio  se mira hacia fondo de la tierra. Da vértigo. También es cierto que entre ambos hay una alianza de significado, porque tanto en lo que calificamos de bello como de sublime sentimos una atracción magnética, algo que nos llama, nos embelesa, nos pide devoción. Pero mientras en la belleza la cordura se mantiene en su puesto, mientras la festejamos y se ve bien hacerlo (es moralmente aceptable), en lo sublime la seducción de la que participamos se excede, la razón no encuentra palabras, la abducción resulta peligrosa. No es fácil resistirse a la invitación de lo sublime, porque además, por lo general, se presenta de sorpresa para que no pretendamos faltar a su orden. Ni tampoco resultaría coherente huir si pudiéramos, porque eso sería traicionar a la esencia del ser que nos forma, puesto que en lo sublime se vislumbran los elementos espirituales que, adormecidos, yacen en nuestro interior.
Tal vez la belleza sea más dócil y transparente en sus intenciones, puesto que incita a la ternura y el cariño, por lo que parece más sensato apostar por ella. Sin embargo, en lo sublime, se abren las posibilidades de lo que más anhelamos en el fondo del alma; la liberación pura, el despegue de la gravitación que nos sujeta al suelo, de la reflexión. Queremos que la conciencia quede liberada, fuera del juego que la razón demanda. Así el sentimiento se hace más profundo. Puede ser peligroso en parte, ya que el índice de misterio y terror que se esconde en el acontecer de lo sublime puede ser feroz y podría extraviarnos sin remisión, pero la idea de participar en sus fuerzas impetuosas supera nuestros prejuicios y cobardía. Nos vigoriza, nos engrandece, ya que saboreamos un sorbito de la dimensión de lo infinito. Si lo sublime es tan bello que da miedo es porque no comprendemos las fuerzas que lo constituyen. Su embestida es tal, que penetramos decididos a gozar del repentino éxtasis al que nos invita. Nada hay más genuino que la de dejarse llevar por el arrobamiento. Sin aprensiones, sin pensar que nos depara el futuro.
Ese estupor que nos acompaña, ese encanto, ante lo sublime, no tiene necesariamente que venir acompañado siempre de ímpetus salvajes que tengan que impresionarnos hasta el rayar el miedo. La naturaleza no siempre se muestra destructiva con el entorno. Si acaso es los cataclismos naturales, como tempestades, volcanes, diluvios y demás desastres, es donde mejor se expresa lo grandioso, (aunque visto desde las gradas, se entiende, porque nadie quiere caer en el centro de la vorágine), hay también escenarios idílicos que por su rareza y esplendor, pasman de inmediato los sentidos, dejándonos boquiabiertos, (expresión inconfundible del asombro). Lo sublime es maravilloso, es la belleza superlativa que no tiene parangón. La aceptamos sin consideraciones a priori. Esto me supera, decimos, pero también, esto me define o, ahí quiero estar yo, ser parte de ello. Quizá sea porque la imaginación se siente complacida en extremo. Quizá porque nunca antes se había visto u oído nada igual. Porque nos devuelve la cualidad más excelsa y escondida de nuestro yo. Deseamos participar de las fuerzas que modelan el mundo, de las fuerzas que revelan la genialidad del artista, las del Creador escondido ante las cuales el corazón se rinde apasionado.
Es por la intensidad que el hecho sublime se dé raras veces, y menos aún en los tiempos modernos. Hubo un tiempo en que deambular por el mundo, cuando se exploraban nuevas tierras, la vida jugaba con el riesgo pero aquello implicaba que no pocas veces los viajeros más intrépidos asistieran a espectáculos fantásticos. Para quien supo (o sabe ser romántico todavía), el momento extraordinario, tan apreciado o más que el oro, se da ante el descubrimiento de lo insólito e inesperado, de lo excelso y colosal, y aquellos descubrimientos tenían la categoría de sublimes. Antiguamente esto era más fácil de encontrar por el carácter virginal del mundo, todavía joven. Ahora parece que hay que remontarse a la lejanía de las estrellas. Ahora lo sublime que nos toca más de cerca se encuentra procesado en el arte, cuando las pasiones quedan condensadas en algún pasaje musical, un cuadro, una fotografía. No es lo mismo, pero al menos algo nos queda, un rastro, una intuición, de que algo magnífico agita el mundo.
Pocos también son los llamados a entender este hecho. Pocos los que lo entienden y menos los que lo buscan. Nos hemos encerrado demasiado entre los amurallados edificios de las grandes ciudades. La sensibilidad del hombre moderno, en sus exploraciones, está ceñida ahora a la competitividad y a la resistencia, a lo que llaman deporte. La belleza es propia del arte, se queda con las flores, las mariposas, si acaso, un vestido, un mueble, un cuerpo. Cosas cotidianas, cosas menudas. Todos los días amanece y anochece pero a casi nadie le interesa el cromatismo que la luz pinta en las nubes. De los que deambulan por las alturas de las montañas pocos son los que se paran para otear el horizonte desde la cumbre. Caminan cabizbajos para no tropezar y con haber llegado les basta. Del glorioso bienestar que la dulzura de un día de primavera esparce sobre las praderas, a casi nadie llama. La gente trabaja, no tiene tiempo. Estamos demasiado atareados en querer descansar, en comer o beber, en vivir el arte desde una butaca o en una galería. Y quienes así viven entenderán mucho de la belleza pero de la magnificencia de lo sublime apenas se acercan a imaginarlo. Creen que pertenece a esos raros místicos que se han quedado atrás, en otro siglo que ya es historia. A esos insaciables que no saben conformarse con menos.  -- AllendeAran


                                                       Deluge  -  Francis Danby                                                      

Deluge - Ivan Aivazovsky
«Allí donde la sabiduría de nuestro creador quiso que algo nos afectara, no confió la ejecución de su designio a la lánguida y precaria operación de nuestra razón; sino que la dotó de poderes y propiedades que previenen el entendimiento y la voluntad; que embargando los sentidos y la imaginación, cautivan el alma antes de que el entendimiento esté preparado para unirse a ellos u oponerse.»  -  Edmund Burke
 Nattling Marin  -  Marcus Larson

Storm - Alfred Bierstadt
«Como el poder es indudablemente una fuente principal de lo sublime, esto indicará, evidentemente, de dónde se deriva su energía y a qué clase de ideas deberíamos unirlo.»  - Edmund Burke
«La pasión causada por lo grande  lo sublime en la naturaleza, cuando aquellas causas operan más poderosamente, es el asombro; y el asombro es aquel estado del alma, en el que todos sus movimientos se suspenden con cierto grado de horror.» -  Edmund Burke
             El Monje  -  Caspar Friedrich                          

                   Napoleón  -  Ivan Aivazovsky                           
«La infinidad tiene una tendencia a llenar la mente con aquella especie de horror delicioso que es el efecto más genuino y la prueba más verdadera de lo sublime.»  - Edmund Burke
«Un horizonte espacioso lleva consigo la imagen de la libertad: los ojos tiene campo para espaciarse en la inmensidad de las vistas, y para perderse en la variedad de objetos que se presentan por sí mismos a su observación. Tan extensas e ilimitadas vistas son tan agradables a la imaginación, como lo son al entendimiento las especulaciones de la eternidad y del infinito. »  -  Joseph Addison
L'Allegro  -  Thomas Cole

 West Rock New Haven  -  Frederick Church
«Nuestro antepasados miraban a la naturaleza con más reverencia y horror que nosotros: y antes que la sana erudición y filosofía ilustrasen al mundo, se complacían los hombres en asombrarse a si mismos con aprensiones de hechicería , prodigios y encantamientos.»  -  Joseph Addison
«Una de las causas finales del placer que sentimos en las cosas grandes, puede ser la esencia misma del alma del hombre, que no encuentra su última, completa y propia felicidad sino en el Ser Supremo.»  - Joseph Addison
Saint John in the Wilderness  -  Thomas Cole
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