miércoles, 23 de octubre de 2019

"El día que entendí que lo único que me voy a llevar es lo que vivo, empecé a vivir lo que me quiero llevar."  - Anónimo
"Los pensamientos sin contenido son vacíos, las intuiciones sin conceptos son ciegas."  - Kant 
PENSAR EL MUNDO
Poca gente pondría en duda que la realidad no está ahí, que cuanto existe como materia es falso y que la existencia de las cosas que nos rodean son una ilusión. Yo no quiero dudar de ello, ni mucho menos pretender que se equivocan, pero sí que me sorprende que la presencia física del mundo sea tan difícil de aprehender y que su consistencia sea tan evasiva y fluida a pesar de la dureza con la que se nos presenta a los sentidos. Cuando se trata de analizar la realidad de las cosas contamos principalmente con la conciencia. Tras una primera impresión que reciben los sentidos al contacto con lo externo, la MEMORIA facilita que la conciencia haga su tarea de procesar nuestro encuentro con esa realidad, pero debemos comprender que no hay manera de hacerlo sin salir de la misma conciencia. Ésta, utiliza pautas, (categorías kantianas a priori, como el espacio-tiempo) con las que diseccionar lo que de inmediato la realidad nos propina. De alguna manera nos las arreglamos para acomodarnos en el mundo, gracias a la conciencia, a todo aquello que vamos procesando y que cobijamos en la mente o cerebro en forma de recuerdo. Sin la facultad de poder recordar ¿Qué seriamos? Pero el recuerdo, lo que de verdad guardamos en la mente, ¿No es, sin más, pensamiento?
Porque, en esa búsqueda de una certeza fija que preste ayuda al entendimiento de lo que somos, la conciencia se queda a solas siempre con algo que no entendemos como realidad pura; el pensamiento. Teniendo en cuenta que hemos prestado extrema importancia a la física, como algo real, verídico, como identidad nuestra, afirmativa y racional, me pregunto cómo es que la final, el pensamiento, (tutelado por un Yo o conciencia) se erige como la única prueba de que disponemos para valorar la mismísima realidad, esa que tan rápido como la aprehendemos se desvanece engullida por el tiempo, consignada en las fosas de la memoria en forma de recuerdo. Bien pensado, quizá tengamos que revalorizar ciertas ideas a las que hemos marginado por aferrarnos a una verdad única, cuando esa verdad, materialista, es de todo punto inconstante, resbaladiza, huidiza y únicamente aprehensible, a la postre, como pensamiento. ¿Cómo es posible entonces que demos tanta importancia a la materialización de nuestros deseos?
Estoy en el andén del metro esperando a que el tren llegue. Le veo venir, salir del túnel. Se aproxima hacia mí. Va frenando. Se para y las puertas de entrada coinciden conmigo. Se abren. Entro y miro alrededor para elegir un sitio en el que sentarme. Ese acontecimiento de ver salir el tren del túnel, de hace unos segundos, es ya pasado. Ese frenar y el que las puertas se hayan abierto coincidiendo conmigo, es ya pasado. Se acaban de cerrar y yo me siento. Ese cerrar de puertas a mis espaldas, es ya pasado. Saco de mi mochila un libro que voy a leer mientras dure el trayecto. Me acabo de sentar, y como ya estoy sentado con el libro en las manos, ese hecho de sentarme es ya pasado. Así, a cada movimiento que ejecutamos, se convierte de inmediato en pasado. Y la única manera de constatar que ha habido un pasado, una realidad fenoménica es constatándola como real desde mi conciencia, un pensamiento, al fin y al cabo, que habla de lo que fue real pero que ya no es, porque desde el presente tan solo me queda el que esté leyendo un libro del cual interpreto, a medida que voy leyendo frases, una historia que se cobija en mi conciencia, que se instala, al fin y al cabo, como pensamiento. La realidad que nuestros sentidos advierten en un presente dado se funde en pensamiento tan rápido como un parpadeo. ¿Qué queda pues de la realidad física como tal, cuando todo cuanto podemos constatar viene dado desde el recuerdo, que es, al fin y al cabo, pensamiento?
Si se llega a entender del todo esta sensación huidiza de la realidad, (esa intuitiva comunión a través de los sentidos con el presente objetivo) deberíamos reconocer que la vida personal de cada individuo es 99% pensamiento. Aunque intensamente apabullante en un principio la intuición sensorial, que sería ese resto del 1%, lo que queda a la hora de dar testimonio de lo que es la realidad, es a la postre, solo pensamiento. El mundo de las cosas, eso de ahí afuera, queda implantado como verdad en nuestro cerebro en el recuerdo (le damos esa confianza de verdad como testigos que hemos sido de la experiencia, pero es, al fin y al cabo, pensamiento). La realidad del presente es continua igual que la cinta cinematográfica que se proyecta en la pantalla del cine. A cada fotograma le sucede otro, y así, mientras vamos mirando concentrados, las escenas pasadas son tan solo recuerdo. De igual manera podríamos decir que vivir es ir dejando instantáneamente vivencias que enseguida pasan al recuerdo y que, gracias a la vital y significativa MEMORIA, esos recuerdos (que no dejan de ser pensamientos) dominan nuestra vida por completo. El resto es la continua realidad que mientras vivimos nos informa de todas aquellas cualidades que forman la vida. La vida nos nutre de más pensamientos y sin ellos no entenderíamos qué es la vida.
Sí, en cierta forma, se podría decir que vivimos en una “fantasía” permanente, porque la realidad se transforma de inmediato en tan solo un recuerdo. Sin embargo, esa “fantasía” es un mundo que engloba también la vida de todos, y que tiene unas exigencias, una dirección, una ética, construye un futuro y crea incluso una ciencia que afirma que en verdad algo existe, que algo somos. Desde un YO, ese centro difícil de definir (que actúa como si fuera el director de una orquesta que busca armonizar el ruido en una sinfonía) utilizamos ciertas herramientas tanto innatas como aprendidas, (matemáticas, lenguaje) para tamizar, clasificar, distinguir, organizar toda esa amalgama de sensaciones que asaltan nuestro cuerpo a cada momento. Lo curioso del tema es que, sin ese YO, (aunque los budistas quieran deshacerse de esa esclavitud al ego) no sería fácil dar un sentido a la vida. Parece vital su ser para organizarnos, no ya a nosotros mismos sino al ser que somos con el resto del mundo.  Porque el pensamiento puede tener siempre una misma cualidad (sensación o imagen hospedada en la mente) pero lo dividimos en distintas categorías y conceptos para poder entendernos.
No todo pensamiento es de igual naturaleza, como digo. Sabemos el que pertenece al sueño diurno y el nocturno, el de las ensoñaciones que nos gustaría vivir, (fantasías que la realidad no nos concede) el pensamiento que jamás revelamos por vergüenza o respeto a la moral, el que incluso no sabríamos explicar (sentimientos que no encuentran adjetivos adecuados para expresarse), el que abre ideas e imagina un futuro que nos compromete como sociedad, aquel en el que casi todos coincidimos porque viene enjuiciado por nociones afines a toda persona, presidido por las matemáticas y el lenguaje principalmente. Es, este último tipo de pensamiento, al que damos mayor fiabilidad porque está bien encajado en los intereses comunes y sociales, que hace que juzguemos la vida con una cierta coherencia, (evitando caer en el absurdo o el surrealismo) y que busca un proyecto unificador e interesado. Es, cabe decirlo, por otra parte, en el que cree la ciencia, porque ésta queda homologada por el sentido común, que hace que no naufraguemos en antinomias, algo que al parecer molesta a nuestra conciencia para su desarrollo.
Con todo lo dicho, no estoy poniendo en tela de juicio la existencia de la materia. Por supuesto, está ahí y aún más está mi cuerpo que me acompaña y que me avisa con dolor cuando algo va mal en mi interior. Si me pinchan, sangro. Mi cuerpo da testimonio fiel de que el presente está aquí conmigo, viaja conmigo, me acompaña de continuo allá donde vaya, como lo hacen mis manos, mis pies o mis ojos abiertos. Estoy aquí, y aunque a cada rato que pasa me voy transformando en algo distinto, porque envejezco, (aunque apenas me dé cuenta de ello) doy veracidad a mi existencia. Soy algo, soy real. Pienso, luego existo, que diría Descartes. Pero si efectivamente confieso que estoy vivo, lo hago desde el pensamiento.  Y así circulamos en espirales, sin saber si mente y materia es lo mismo, o son las dos caras de una misma moneda, o si una fue antes y la otra después, y si esta alimenta a aquella o viceversa. Es la rareza que a tantos filósofos ha llevado a tantos quebraderos de cabeza. ¿Cómo es posible que la única fuente indiscutible de la existencia sea un pensamiento, cuando la materia se muestra tan cínicamente más real que la mente? ¿Qué hace que estén tan estrechamente unidas, materia y mente, pero sean tan antagonistas? ¿No será que todavía erramos en algún cálculo, que nos falta alguna categoría esencial para llegar al fondo de las cosas y su vínculo con nosotros? ¿Se puede entender un mundo sin una mente que lo confirme? Sigue pensando.  -   AllendeAran.


“Tiene que haber una interfaz entre nuestras capacidades cognitivas y el mundo externo o, para decir lo mismo de otra manera, la idea de que nuestras capacidades cognitivas no pueden acceder completamente a los objetos en sí mismos” – Hilary Putnam
“La matematización de la naturaleza nos fuerza a aceptar la visión tradicional de la percepción. […] la forma de cualquier afirmación de conocimiento y las maneras en que esa afirmación es respuesta a la realidad se fijan por adelantado y de una vez para siempre.”  - Hilary Putnam.
"Dado que no somos diferentes de la 'mente', ni estamos separados de ella, no podemos aprehenderla ni podemos 'integrarnos' con ella puesto que nunca nos hemos desintegrado de la misma y, por esa razón, mientras sigamos pensando en términos relativos, nunca podremos comprender lo que es."  - Terence Gray (Wei Wu Wei)
"Parece lógico que, una vez transcurrido nuestro 'presente', su presencia pase a ser meramente conceptual, es decir, una pura concepción mental que carece de existencia objetiva. En consecuencia, es imposible que lleguemos a conocer el verdadero presente."  - Terence Gray (Wei Wu Wei)

“Pero aquellos dos tiempos, pretérito y futuro, ¿cómo pueden ser si el pretérito ya no es y el futuro todavía no es? Y en cuanto al presente, si fuera siempre presente y no pasase a ser pretérito, ya no sería tiempo, sino eternidad.”  - San Agustín
"Es ciertamente extraño que haya prevalecido entre los hombres la opinión de que casas, montes, ríos, en una palabra, cualesquiera objetos sensibles, tengan existencia real o natural distinta de la de ser percibidos por el entendimiento."  - George Berkeley

FOTOGRAFÍAS, ANTONIO MORA

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