sábado, 25 de abril de 2015

"El hombre dice de Dios aquello que cree de sí mismo"
  Ludwig Feuerbach 
 
SI YO FUERA DIOS...

Este condicional, que seguramente te habrás planteado alguna vez en la vida, viene a poner en peligro la idea, el fundamento de la fe en la existencia de Dios, entendido éste como el ente todopoderoso y omnipotente, eterno y ubicuo, el creador del cielo y la tierra. Piensa bien a lo que juegas, reflexiona, y enseguida te darás cuenta de la contradicción entre tu forma de ser, (tu pensar) y la supuesta entidad de Dios. Qué harías o dejarías de hacer si fueras Dios porfía de entrada el paradigma Dios. Si algo harías que no está hecho es que pones en cuestión su justicia divina, su quehacer. Es más, la existencia de Dios se evapora ante las reivindicaciones que en cada acto ejecutas a favor de la justicia. Algo falla. ¿Por qué no lo hace él mismo? ¿Acaso es responsabilidad nuestra? Bien, si eso forma parte del libre albedrío que reivindicamos, entonces estamos ante la necesidad de hacer lo que Dios no ha hecho todavía. Su valía entonces queda destronada frente al ajetreo mundanal, esa incesante insatisfacción que sufrimos día a día. Su existir, si nada pone ni quita ya no nos incumbe. Si, por otra parte, él esconde razones alejadas de nuestro entendimiento, si tiene motivos para dejar las cosas tal y como están, si su sabiduría te supera, entonces esto nos pone a la misma altura que si nos comunicáramos con un ladrillo. Nuestro idioma es distinto. Somos entes contradictorios. Mundos aparte. ¿A santo de qué tendríamos que congeniar con alguien que desconocemos, que no entendemos, que está más allá de nuestra legislación? ¿Qué te obliga entonces a creer que en él?
Todas la formas descriptivas de Dios, o bien se acaban en lo ininteligible, lo fantasmagórico, lo irreal, lo abstracto, o bien asumen la forma material y humana que nos forma, ¿que otra cosa sino? Pero lo más sorprendente es que, todos los predicados que le comprenden, el mundo en actividad, la vida en definitiva, no es otra verdad que la del hombre, todo cuanto vive y siente ha quedado ajustado en mandamientos en pro de su beneficio, la prosperidad del ser humano. No partieron los preceptos de Dios, sino de nosotros mismos. El amor, la generosidad, la bondad forman el carácter de cualquier Dios de cualquier religión, porque así le conviene al genero humano. Sin esos preceptos éticos la raza humana se sabe perdida, confusa,  presa de la barbarie salvaje. Lo sabemos desde los remotos tiempos de la historia. Sabemos de la necesidad de un código ético pero no acabamos de asumirlo con responsabilidad. Seguimos cometiendo el error de que el camino más fácil para ser felices (en esta vida tan corta) es la avaricia, la satisfacción inmediata del ego, la esclavitud del prójimo, la supremacía arrogante del ser humano por encima de todo cuanto habita alrededor. Este es el pecado que se repite una y otra vez.
Ya ves que cuanto más raciocinio se le añade al enigma Dios más chocamos con el sinsentido. Son nuestras debilidades, los miedos y los deseos que le buscan a toda costa pero que no le encuentran. Los milagros, como rarezas, son excepciones que confirman la regla. Pero esto no significa que el ser se quede desahuciado, castigado a sufrir un mundo de perpetuas calamidades. Los infortunios a los que asistimos a diario pueden mejorarse pero eso es responsabilidad nuestra, como directamente nos atañen, es nuestra la tarea de resolverlos por nosotros mismos. Y lo mejor para entender esto es abandonar la idea de Dios como sujeto excepcional a la que nos dirigimos cada vez que necesitamos de protección, de esperanza, del milagro para afrontar la aventura de vivir, el drama que nos toca. Si en vez de Dios tuviésemos al Amor como luz de guía, si acortáramos el camino del todopoderoso Dios y saltáramos al Amor, la historia habría tenido otro acontecer. Pero por desgracia las religiones ha saboteado el verdadero significado del Santo Creador para, erróneamente, convertirlo en un ídolo de adoración al antojo primero del individuo y luego de las masas.

El Dios objetivado, es decir el Dios convertido en un sujeto fuera del mundo, se parece a un espejo en el que se reflejan nuestras vidas, todo aquello que pasa por nuestra conciencia, mente y materia. Esos reflejos son la sustancia de Dios, el verbo, lo que de verdad nos atañe y deberíamos contemplar para conocernos mejor. Ahí está la naturaleza, como escenario en el que nos movemos y como madre que nos acoge. Sin embargo, y por desgracia, por miedo e ignorancia, algunos han preferido idolatrar al espejo como cosa, como ser objetivo, el espejo a secas, fastuoso y milagroso, y así cerrar sus ojos a cuanto se refleja perpetuamente en la superficie luminosa del mismo. Sólo la vida cuenta, lo que entendemos por realidad, que incluyo tanto la materia como la imaginación. Idolatrando a Dios como ente fuera del mundo, objetivado en sujeto independiente, lo que hacemos es restar la fe en nosotros mismos y caer peligrosamente en el fanatismo. Desconfiar de la fe en la esencia del ser, en nuestro corazón, medida de todo sentimiento, ante la omnipotencia de Dios, nos hace caer en el auto-menosprecio. No te engañes, porque todos los atributos que confieren la existencia de Dios no son sino nuestros, arrancados de nuestra esencia y fantasía. No es que Dios esté en nosotros, sino que nosotros somos Dios. Y esa esperanza de alcanzar una realidad más ideal y conforme a nuestros sueños está aquí. El pensamiento la intuye y nuestros actos la forman. Así ha de ser, poco a poco. Porque con el Amor como Dios se puede llegar hasta ese milagro y no al revés. Dios no es Amor, Amor es Dios. Haz el cambio, sino seguiremos avanzando a ciegas, tropezando siempre en la misma piedra. 

¿Qué necesidad tenemos del misterio de Dios, ese que nos acobarda porque su poder es superlativo e ininteligible? ¿Acaso no nos basta la naturaleza? ¿No oculta la naturaleza enigmas de igual cualidad que el Dios que suponemos? ¿Por qué ir más allá? ¿Se puede concebir un cielo sin aire que respirar o un suelo como la tierra en el que pisar? Si acaso es la inmortalidad lo que buscas, piensa primero si ello te cabe en la imaginación, si cabe en los preceptos de la lógica. Nada hay aquí que permanezca eternamente. La muerte puede ser un pozo oscuro en el que nadie quiere caer, porque no sabemos exactamente lo que hay en su fondo. No es más que inseguridad, el miedo ante la incertidumbre, la nada, pero.... ¿de donde intuimos la nada? ¿del momento anterior a la vida? ¿de la visión retrospectiva que la conciencia hace hasta  perderse en ese infinito vacío, del antes de haber nacido? ¿y que hacemos aquí ahora de repente? ¿cómo es eso? Con la muerte, volver al vacío idéntico del pasado parecería decirnos que el mismo móvil espiritual que nos ha traído hasta aquí volvería a repetirse de una u otra forma distinta. Y eso parecería ser competencia de la naturaleza, no de Dios. Porque la naturaleza es lo único que poseemos, la que nos alberga, la materia de la que extraemos las ideas, el sustento, el impulso que necesitamos para cultivar la esperanza y seguir viviendo, porque somos irremisiblemente parte de ella y no hay más Dios que ella.  -AllendeAran
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Esta entrada está inspirada en los escritos de Ludwig Feuerbach (1904 - 1972) filósofo alemán considerado el padre intelectual del humanismo ateo contemporáneo. Los aforismos elegidos aquí pertenecen a “La esencia del cristianismo” escrito en 1841 (Editoral Trotta, 398 pp) y “La esencia de la religión” escrito en 1846 (Editorial Paginas de Espuma, 107 pp.)

“Como piensas a Dios, así piensas tú mismo; la medida de Dios es la medida de tu entendimiento”  - Ludwig Feuerbach

“Cuanto más reducido es el horizonte del hombre, y tanto menos sabe de la historia, naturaleza y filosofía, tanto más intrínsicamente depende de su religión”  - Ludwig Feuerbach

“La naturaleza está verdaderamente poseída por un espíritu, pero este espíritu es el del hombre, es su propia fantasía, su propia alma que involuntariamente se introduce en la naturaleza y hace de ella un símbolo y un reflejo de su propia esencia humana.”   - Ludwig Feuerbach

“Es verdad que el nacimiento es oprobioso y la muerte dolorosa, pero quien no quiere ni comenzar ni terminar renuncia al rango de ser vivo”  - Ludwig Feuerbach
“Todos lo atributos o predicados de Dios, aquellos que hacen de él un ente objetivo y real, no son más que propiedades abstraídas de la naturaleza y que la presuponen y expresan, propiedades, por  tanto, que quedan suprimidas si se suprimen a la naturaleza”   - Ludwig Feuerbach

“La naturaleza es para el hombre, originariamente, (esto es, cuando la mira con ojos religiosos), la misma cosa que él es; un ente personal, viviente y sintiente.”  - Ludwig Feuerbach
“El dios que ha creado el mundo de la nada y que, si quiere, lo devuelve de nuevo a la nada no es otra cosa que la esencia de las facultades de abstracción e imaginación humanas.”  - Ludwig Feuerbach

“La teoría de que Dios es el creador del mundo tiene su fundamento y su sentido únicamente en la teoría de que el hombre es la finalidad de la creación.”  - Ludwig Feuerbach

“Para quien la naturaleza es un ser hermoso, aparece como fin de sí misma, y teniendo el fundamento de su existencia en sí misma, no llega a plantearse la cuestión de por qué existe. El concepto de naturaleza y de divinidad no se separan en su conciencia de su intuición del mundo. […] Así piensa el hombre que se relaciona con el mundo estética o teóricamente, y aquel para quien el concepto del mundo es el concepto de cosmos, de la gloria y de la divinidad misma.”  - Ludwig Feuerbach

“Si es verdad la vida celestial, entonces es mentira la vida terrena; donde la imaginación lo es todo, la realidad es nada. Para quien cree en una vida eterna celestial, la vida pierde todo valor. La fe en la vida celestial es precisamente la fe en la nulidad y miseria de esta vida.”  -Ludwig Feuerbach

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