miércoles, 27 de marzo de 2019

"Relátanos algo que quizás no sea menos importante para nosotros: cómo empezó este Cielo que contemplamos adornado de luces sin cuento que se mueven de un lado a otro […] A condición de que no te esté prohibido revelarnos todo esto, que te pedimos no para penetrar en ningún secreto, sino para engrandecer la creación de dios cuanto más la conozcamos.”  -  John Milton
 YO

Hace unos años, recuerdo, ojeando libros de divulgación científica en una librería, fui a parar con uno de Steven Weinberg que al principio de sus páginas venía a desacreditar nuestra visión poética acerca del cielo, de sus planetas, estrellas, galaxias y demás astros celestes, porque bien mirado la verdad física de todo ello no era ajustable ni a nuestro sentir, ni a nuestra capacidad de habitar semejantes mundos. No recuerdo el título del libro (no era los Tres Minutos del Universo, ese ya lo tengo). Allá arriba todo es vacío, frío, cuando no extremadamente caliente y carente de vida. Me quedé un tanto perplejo y pensé como los científicos pueden llegar a ser tan insensibles en su profesión con tal de dar respuesta objetiva a sus investigaciones. La verdad parecía abofetearme en la cara por querer ser humano, demasiado humano. ¿Qué queda de mí mismo si la ciencia no para de contradecirme en todas mis esperanzas por prevalecer más allá del materialismo? ¿Hasta qué punto soy y dejo de ser porque fuerzas fuera de mi control gobiernan mi existencia?
Más recientemente, curioseando párrafos del mamotreto de Peter Watson “Ideas” (más de mil páginas) leo hacia al final una especie de pequeño alegato hacia la ciencia en detrimento de nuestro yo. Algo así como que la Ciencia se ha hecho un espacio auténtico en la historia del pensamiento (Aristotélico) dejando a la zaga al Yo (Platónico), que parece perdido en sus elucubraciones  subjetivas e idealistas, que al fin y al cabo no asientan nada definitivo. Que no hay tal Yo, conciencia, porque no hay forma de encontrarlo. Vamos, que se me queda la cara como si estuviera oliendo un pedo.
Si el problema es que no hay tal Yo, mente, y que todo es pura y llanamente materia me pregunto qué es la energía. Otra forma de materia, no condensada, que diría Einstein. Bien, ¿y si pensáramos entonces que el espíritu, ese Yo personal de cada uno es otra forma de energía, personal e intransferible?  Pero no, para la ciencia lo que llamamos sentir son alteraciones químicas que se dan en distintos puntos del interior del cuerpo humano, que se pueden verificar mediante diversos experimentos. Ya sabes, esas observaciones estrafalarias que hemos visto en ocasiones con ventosas pegadas a una cabeza calva y conectadas a una máquina que dibujan luego en una pantalla rayas. ¿Pero acaso eso iba a definir qué es el asco, el miedo, la alegría, la tranquilidad, la ira, el amor que sentimos de forma distinta hacia unos u otros, el deseo, la voluntad, el erotismo, el amor, el amor, (insisto) el amor?
Más difícil todavía. ¿Hay acaso forma de que los pensamientos se convirtieran en una especie de realidad virtual, (tridimensional al menos) para que se pudieran contemplar en una pantalla tal y como así los vemos en la mente al imaginar? Porque hasta ahora nadie comprende cómo experimentamos casi la misma sensación imaginando cosas que cuando las contemplamos de verdad en un instante al pensar. Instante que a la vez desaparece al instante tomado por otro instante. Pero incluso si la neurología más sofisticada del futuro llegara a proyectar o atrapar nuestros pensamientos y sensaciones en una máquina, demostrando así su existencia material ¿significa eso que carezco de un Yo, que en el fondo todo es química y Física y/o biología? ¿Y que de nosotros mismos no queda nada, nada que podamos responsabilizar de autoría particular?
El Yo en el que creo sería igual a lo que un director de una orquesta hace con los músicos al combinar sonidos para formar una obra musical. Ese Yo lo que busca es armonizar las sensaciones, los pensamientos, ideas y deseos. Un Yo que experimenta, que vive, que procesa información, que siente, sufre y busca refugio, niega o huye, frente a las agresiones que considera negativas para su desarrollo. Un Yo que quiere expandirse, ser más. Un Yo que se sirve de un cerebro pero que no es un cerebro ¿Acaso no queremos celebrar nuestra vida vista y sentida como si fuera una inmensa sinfonía o novela? Aun cuando la ciencia nos quiera revelar que todo cuanto somos no es más que un engranaje intrincado de neuronas que funcionan a golpe de flashes eléctricos no me responde al hecho de que haya algo que selecciona y prefiere unas cosas a otras. Algo que parece moverse detrás de la curiosidad, el conocimiento, la experiencia estética. Tal vez sea la creatividad, o quizá simplemente la huida de cuanto amenaza en destruirnos; la muerte. La misma capacidad de preguntar nos pone en un espacio distinto del mundo ciego del azar materialista. Antes pudo haber sido así, ahora ya no.
También del Budismo niega que haya un Yo. Pero lo hace porque sabe que la mejor manera de que el Yo se sienta a sí mismo es no mediante la introspección, cuestionando la existencia, o cediendo a deseos que nos empujan a la avaricia. El Budismo sabe que la mejor manera de que el Yo se expanda, sea más fuerte, rico y frondoso es mediante la fusión con el exterior, sin exigencias, sin prejuicios ni condicionamientos. Estar fundido con cuanto nos rodea hace que ese Yo se expanda, se abra de manera infinita, como lo son las cosas en su fluir constante que el tiempo no frena.  Porque mediante el intercambio de experiencias entre las cosas es como el tiempo se crea. Esto lo mide la memoria, que conserva en el recuerdo esas experiencias. Sin memoria no habría tiempo. Si el Budismo no cree en un Yo personal no es sino para hacerlo tan expansivo como lo es la luz, que se esparce ubicua en todas las direcciones. Por lo que quizá habría que entender que ese Yo converge en un solo ser que agrupa al Todo, un Yo único como pueda serlo la idea de Dios.
La Ciencia funciona bajo el control y dominio del Yo, que acepta las verdades descubiertas en cuanto que funcionan, interesan y/o se adaptan a la capacidad de entendimiento. Más allá del descubrir o el saber habría que preguntarse ¿saber, para qué? Y una vez más el Yo entraría aquí para extraer las ventajas que nos convienen del juego al que se dedican los científicos. No voy a discutir aquí si de algo nos han servido los descubrimientos que la Naturaleza atesora en su interior. Tengo mis propias valoraciones al respecto. Sólo mencionar la palabra “progreso”, (así entre comillas) puede dar idea de la importancia que exige concederle un valor prudente a la tan sobrevalorada Ciencia. Al menos, tal y como la entiende la mayoría, que busca de ella resultados para someter el entorno a sus necesidades  sin la menor consideración al mismo entorno, como si éste estuviera hecho únicamente al dictamen de nuestras exigencias. Tenemos tanto que aprender, después de tantos milenios despilfarrando pensamiento, que como sigamos haciendo caso omiso del significado del Yo, (lo que de verdad necesita), ese Yo que precisamente no encuentra la ciencia en ninguna parte por ser ubicuo,  acabaremos siendo más tontos que los robots, porque al menos a nosotros nos quedaba la conciencia, o sea el Yo.

Solo hay Yo en la medida en que hay algo ahí afuera. Sin nada exterior el Yo no podría identificarse a sí mismo y la única manera de identificarse es haciendo referencias a lo que hay ahí afuera. No queremos una ciencia, como dijo John Milton “para penetrar en ningún secreto, sino para engrandecer la creación de Dios cuanto más la conozcamos.” Hay dos  componentes que nos forman, uno espiritual y otro material, o tal vez sean lo mismo, dos caras de una misma moneda, porque el uno sin el otro no son sino la Nada. - AllendeAran


 "Los filósofos tienen la doble tarea de integrar las diversas concepciones del mundo y de nosotros mismos [...] y ayudarnos a encontrar un camino con sentido en la vida. Encontrar un sentido a la vida no es cuestión de descubrir un conjunto de doctrinas, aunque si tiene que ver con tener una concepción de la vida; consiste mucho más en desarrollar una sensibilidad. La filosofía no se ocupa sólo de cambiar nuestras concepciones, sino también de cambiar nuestras sensibilidad, nuestra habilidad de percibir y reaccionar a los matices." - Hilary Putnam

"La religión es un insulto a la dignidad humana. Sin ella, habría gente buena haciendo el bien y gente mala haciendo el mal, pero para que gente buena haga el mal, se necesita la religión."  -  Steven Weinberg
"Tal vez la naturaleza sea fundamentalmente fea, caótica y complicada. Pero si es así no me interesa."  - Steven Weinberg


“Incluso esos que piensan que la mente es "sólo" el producto causal de la materia auto-organizandose deberían sentir lo difícil que la Novena Sinfonía es de esta manera, o Otelo, o la teoría de la gravitación."  - Karl Popper.
"Si el materialismo es cierto, me parece a mí que no podemos saber qué es lo cierto. Ya que si mis opiniones son el resultado de procesos químicos operando en mi cerebro, ellos están determinados por las leyes de la química, y no de la lógica."  - J.B. Haldane

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