sábado, 7 de febrero de 2015

«Únicamente si tenemos en cuenta el mecanismo aparente de la dualidad pero, en realidad, no hay ningún "vidente" ni ninguna cosa "vista", sino tan sólo "visión"»  - Wei Wu Wei  (Terence Gray)
ORIENTE Y OCCIDENTE
¿ACCIÓN, NO ACCIÓN?
¿WEI WU WEI?





¿A santo de qué preguntar? ¿Cuál es la necesidad de preguntarnos qué? Fue a partir de la pregunta cuando la conciencia empezó a observarse a sí misma. La pregunta vino a denunciar algo desencajado entre el hombre y la naturaleza. Pudo ser la mera curiosidad hostigada por el aburrimiento. Pudo ser la inquietud al sufrir el paso del tiempo. Pudo ser el dolor, el hambre o el frío. Pudo ser el temor a la muerte. Fuese lo que fuese, tras la pregunta subyace el vacío y la búsqueda de algo nuevo. No es sólo salir al encuentro de una respuesta sin más, es que mediante la respuesta se llena un hueco donde, una errónea, (tal vez, quien sabe) contrariedad, una molestia, un dolor, se ubicó. Nunca la religión, ni la filosofía, ni las ideas que buscan afianzarse en el futuro habrían surgido sin la pregunta. La pregunta nos pone delante de nuestra peor condición, a saber: la inadaptabilidad mental y biológica en el mundo. ¿Pero es esto culpa nuestra? ¿Somos culpables de la infelicidad que padecemos? ¿Somos acaso los únicos a quienes hemos de responsabilizar?
En Oriente y Occidente se han edificado dos tendencias filosóficas que contrastan entre sí. Aunque también hayan fraternizado en ocasiones en compartir una misma visión acerca del ser, mantienen todavía una brecha abierta que les separa notablemente. Sus posturas se han visto marcadas por lo pasivo y lo activo. Ambas se enfrentan ante una decisión difícil de mantener, ya que la voluntad del hombre se ve tentada a participar de la dinámica que envuelve al mundo y en la que, irremisiblemente, estamos implicados. Se trata de dos formas distintas de encarar la realidad, de cómo la sentimos y de cómo la conducimos hacia un estado superior, donde la existencia quede justificada en su tan apreciada felicidad. ¿Se puede o no se puede? ¿Nadamos a favor o contracorriente? ¿Nos quedamos parados como espectadores o actuamos? ¿Es necesario cambiar el rumbo de las cosas o las dejamos en paz, a su libre albedrío, emancipadas de nuestros deseos y necesidades? Culpa del deseo insaciable, dice Oriente. Culpa de la necesidad biológica, dice Occidente.
Tenemos en Occidente la idea poco clara de un idealismo trascendental. La figura de Dios vendría a estimular los pasos a seguir para consolidar la justa medida de la felicidad a repartir en el mundo. No se trata de creer en Dios fuera del entorno físico fenomenológico en el que vivimos, sino de crearlo aquí, real, vívido y auténtico. Tenemos directrices, dogmas y libertad para ello. La felicidad individual pasaría así, forzosamente, por el bien común ajustado en la sociedad que hemos formado. De lo contrario estamos expuestos a constantes peligros y a males que perjudican el bien estar. ¿Se puede lograr esto?

Tenemos en Oriente la iluminación en un despertar enclavado en el presente. El rechazo absoluto de una conciencia agitada por el ego y abatida por su creencia en el tiempo. Un sufrimiento causado por el mal uso que hacemos del pensamiento. El aquí y ahora supone el fin que vendría a romper las cadenas que amordazan dolorosamente la vida. El bien social pasaría entonces por el entendimiento primero de la conducta individual, del sistema operativo de la conciencia. Y ésta, aspiraría desde su posición iluminada a que todos despertaran de su fatídica pesadilla, causada por el ego, falso y tramposo ¿Se puede lograr esto?

Aunque estos dos caminos se diferencien entre sí ambos persiguen una misma finalidad. Que la esencia del ser perdure en armoniosa comunicación con la naturaleza. Ser unidad y totalidad al unísono. Conservar la felicidad, si acaso eso fuese posible, eternamente. No desparecer

Occidente toma acción y procura forzar la voluntad de todos para elaborar una sociedad que nos permita convivir en paz, en respeto mutuo, en ayudar al prójimo, en facilitar una respuesta válida al extraño acontecer de la existencia y así justificar la vida. Se sirve de un idealismo metafísico sin menospreciar la naturaleza física. Pero por desgracia, son pocos quienes entienden o asumen acatar semejantes preceptos. Hasta ahora los logros obtenidos han sido frágiles, poco fiables. Las guerras tienen más ambición de poder, de dominio y riqueza material que de saber comprender el espíritu que agita el universo. Aunque la historia se recuerde cargada de mucho alboroto siniestro, occidente no se rinde en su sano y recto empeño de mejorar el ámbito en el que nos movemos.

Oriente prefiere no tomar acción para no enturbiar más las aguas. Culpa a la conciencia de jugar a favor de la vanidad personal, de un yo ilusorio que lo contamina todo alrededor por no saber aceptar, sin más, lo dado. Detrás de nuestros actos se esconde la codicia, carente de empatía y altruismo. Pero parece como si Oriente pasara por alto que si bien el sufrimiento es responsabilidad nuestra, no lo es tanto el dolor, la necesidad de supervivencia biológica que la naturaleza nos impone. Sin duda, la meditación nos coloca en una buena situación espiritual para apreciar la paz y vivir en el entendimiento, pero cuando me pinchan sangro y eso además duele y no es creíble que la conciencia por sí sola pueda excluirnos de este fenómeno. Todos tememos a la muerte. Y no parece que la materia sea un sueño de nuestra conciencia.
¿Qué hacer o no hacer? La pregunta, como una herida, sigue abierta. La decisión es tan importante como la indecisión. ¿Lo uno o lo otro o equidistar ambos puntos? ¿Se puede o no se puede?  - AllendeAran
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«Nos enredamos a fuerza de explicar que la aparición del mal en el propio mundo no se debe al propio Dios, sino a una serie de factores adventicios. Pues bien, una de dos: o es omnipotente, y entonces es responsable del mal, o no es omnipotente, y entonces no es Dios.» -  Jean-Francois Revel

 «Además, la historia de la ciencia demuestra que los investigadores han hecho los descubrimientos más útiles sólo en los momentos en que obedecían a la pura curiosidad intelectual. pero no buscaban la utilidad en el punto de partida. Existe, pues, una especie de despego en la investigación científica, que es una forma de sabiduría.» - Jean-Francois Revel

«Vivimos en un mundo transformado por la ciencia y que quizás esta haya vuelto más cómodo, pero el problema de la vida y del destino personales sigue siendo exactamente el mismo que en tiempos de los romanos.»   - Jean-Francois Revel«

«El platonismo socrático, por último, sólo adquiere su significación plena al articularse en una metafísica según la cual el mundo en que vivimos no es sino un mundo de ilusión, aunque hay otro al que desde ahora podemos acceder mediante la sabiduría filosófica, la contemplación filosófica, la teoría, después de lo cual, y como la inmortalidad del alma está demostrada, podremos conocer por fin la plenitud.»  - Jean-Francois Revel
«La sabiduría será siempre conjetural. La sabiduría no reposa en ninguna certidumbre científica, y la certidumbre científica no conduce a ninguna sabiduría. Ambas existen, no obstante, por siempre inseparables, por siempre separadas, por siempre complementarias.» - Jean-Francois Revel


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