martes, 27 de noviembre de 2012

COSMOS
"Para que esta obra sea digna de la bellísima expresión de Cosmos, que significa orden en el Universo y magnificencia en el orden, debe abrazar y describir el gran Todo" 
Alexander von Humboldt

Cuanto más penetro en la vida de Alexander von Humboldt a través de sus escritos y biografías más le admiro y envidio. Pertenece él a esa época en que los viajes por tierras desconocidas eran una aventura abundante de peligros y sorpresas, en el que la ciencia despertaba como nunca antes a la investigación valiente, sin represiones ni amenazas. Él, como ningún otro supo hacerlo antes, estuvo animado por un entusiasmo romántico, iluminado, que le encaminó a interpretar el mundo bajo un visión idealista en el que todo cabía dentro de una misma ideología, respetando y admirando desde lo más pequeño a lo más grande como parte de una Unidad única. Humboldt supo hacer uso de su sensibilidad e inteligencia para disfrutar de la vida con pleno entusiasmo, sin miedos y abierto a la admiración constante que caracteriza a los grandes poetas. Fue un enamorado de la tierra y el cielo y siendo consciente de ello tuvo la facilidad de plasmar su pasión en sus obras con un lenguaje animado, directo y poético. Fue fiel a sus principios de libertad, de igualdad y fiel incluso a sus tendencias sexuales, algo difícil en el siglo XVIII. En la historia que nos toca, parecería que algunas personas fueran tocadas por la varita mágica de la divinidad, puesto que vivió hasta los noventa años. Empero, su obra titánica Cosmos no llegó a concluirse, su edad avanzada puso freno a su cometido. En ella quiso Humboldt agrupar todo el conocimiento del mundo físico conocido hasta entonces. El éxito de sus dos primeros tomos fue importante, situándole en la vieja Europa al nivel del mismísimo Napoleón. Se comprende que hoy en día esos escritos no alcancen ese nivel de ventas de antaño, por lo que los editores actuales no apuesten por su nombre. La ciencia avanza y ciertos temas parecen destinados más a las enciclopedias que no al puro escapismo o a la última novedad informativa que demandan los lectores cómodos. Sin embargo, en su obra Cosmos hay abundante pensamiento a considerar. Bellas meditaciones acerca de un mundo del que cada vez nos separamos más. Que ciertamente hay un paraíso delante de nuestras miradas miopes y que él tuvo en su poder las lentes con las que pudo contemplar este planeta tal y como es, diáfano, idílico y asombroso, grandioso y espectacular .

PREFACIO
"SOBRE LOS DIFERENTES GRADOS DE GOCES QUE OFRECEN EL ASPECTO DE LA NATURALEZA Y EL ESTUDIO DE SUS LEYES"
"Donde quiera que en una monótona llanura, tan solo limitada por el horizonte, cubren el suelo planas de una misma especia, como brezos, sitos o jaras, o la familia de la gramíneas; donde quiera que las olas del mar bañan una playa, dejando como huella de su paso verdosas estrías de algas y ovas flotantes, el sentimiento de la naturaleza, grande y libre, se apodera de nuestra alma y nos revela como por una inspiración misteriosa que existen leyes reguladoras de las fuerzas del Universo. El simple contacto del hombre con la Naturaleza, la influencia del gran ambiente, del aire libre, producen un efecto calmante, mitigando el dolor y aquietando las más profundas y agitadora pasiones del alma"

"Si me fuese permitido abandonarme a los recuerdos de las lejanas correrías, designaría entre los goces que ofrecen las grandes escenas de la naturaleza, la majestuosa clama de aquellas noches tropicales en que las estrellas, privadas de todo centelleo, esparcen una muy apacible luz planetaria sobe la superficie blandamente agitada del Océano; recordaría aquellos profundos valles de las Cordilleras, donde palmeras de altísimo tronco agitan sus amazorcadas guías atravesando bóvedas vegetales"

"La bóveda celeste sembrada de nebulosas y tachonada de estrellas, y las riquísimas alfombras de vegetales que engalanan el suelo en el clima de las palmeras, deben necesariamente dejar en el ánimo de aquellos laboriosos observadores (los científicos) una impresión más imponente y más digna de la majestad de la creación, que en el de cualquier otro hombre no habituado a comprender las grandes relaciones y estrechos lazos de todos lo fenómenos. No puedo, por lo tanto, convenir con Burke, cuando sostiene en una de sus ingeniosas obras 'que nuestra ignorancia respecto de las cosas de la naturaleza es la principal causa de la admiración que nos inspiran, y la fuente de donde emana el sentimiento de lo sublime'"

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