domingo, 15 de marzo de 2020

"La oscuridad no existe, la oscuridad es en realidad ausencia de luz." 
- Albert Einstein

"Amar la belleza es ver la luz"
- Victor Hugo
"Podemos con facilidad perdonar a un niño que teme la oscuridad; lo verdaderamente trágico de la vida es cuando los adultos temen la luz."
- Platón
FÍSICA Y POESÍA
Llevo un tiempo pensando en escribir algo acerca del mágico mundo de la luz, de sus misteriosos prodigios, pero a la hora de poner orden al tema y pueda hacerme entender, me las veo mal, entre otras cosas porque mi sapiencia al respecto sigue siendo deficiente. Sé que mucha gente no tiene ni idea de lo fantástica que la luz es. La vivimos durante el día o cuando encendemos una lámpara como si tal cosa, pero su invisible existir nos permite, gracias a la vista, conocer el mundo que habitamos. Igualmente me sucede con la idea de qué o cómo opera el universo a nuestro alrededor, allá arriba por los cielos lejanos, que mantengo una idea bastante borrosa, aunque me haya leído varios libros de divulgación científica a lo largo de los años. Claro que, es común, en mayor o menor medida, que las dudas, la incertidumbre y la ignorancia sean también inherentes a los mismos doctorados en física cuántica o cosmología. A todos nos gustaría saber más, pero sorprende que no por mucho saber la sed de conocimiento queda saciada, porque nuevas incógnitas se esconden detrás de cada nuevo descubrimiento. Todo esto puede ser tan frustrante como encantador. Bien mirado, el mundo y sus formas, sus energías, su expresión ante nuestros sentidos, es fascinante, fantástico, fabuloso..., pero solo si bien mirado.
Estamos en un periodo histórico muy particular, puesto que el conocimiento físico del mundo ha progresado a un ritmo bestial en los últimos dos siglos. Ha llegado hasta tal punto que muchas de las ideas y creencias religiosas se han tambaleado. En el que nuestro puesto engreído en el cosmos se ha visto desplazado a la insignificancia. Parecemos perdidos en el espacio. O estamos solos o no somos tan únicos y especiales como creíamos.  Poseemos un poder de dominar el mundo como nunca antes, si bien el egoísmo nos esté llevando por el camino equivocado. La física se ha erigido como una religión a la que todos adoran porque difícil es llevarle la contraria. Ella es la responsable de nuestros avances, ella nos dice la verdad, amplia nuestros horizontes para continuar progresando, aunque no sepamos hacia dónde nos dirigimos o cómo deberíamos conducirnos hacia el futuro. La física no cuenta eso, la física no trata de eso, lo dicen los mismos científicos. Ellos revelan, exponen, objetivan, dicen lo que es, o lo que hay o cómo actúa. Luego, lo que hagamos con todo eso corre de nuestra cuenta dependiendo de nuestros intereses o necesidades.
Ya hemos topado con dos asignaturas de suma relevancia. Por un lado, la física, que toma la delantera porque su conocimiento entraña una verdad que todos reconocemos de manera objetiva. Su verdad se manifiesta clara al razonamiento, amén de sus aplicaciones prácticas. La otra, por especulativa, se queda sin anclaje fijo y es por eso que cae en baja estima, por subjetiva. Me refiero en este caso a la ética. ¿Por qué el progreso, hacia dónde vamos, qué es lo que queremos? La ética no evidencia una solución eficaz como lo hacen las matemáticas aplicadas a la física. Depende, como decía, de nuestros intereses o necesidades. Pero, ¿acaso desmerece menor importancia que la física, teniendo en cuenta que se juega nuestro futuro, nuestra razón y fe en la raza humana? Y sin embargo…, hay está su valor, caído en saco roto.
Mientras las matemáticas, física y química son de obligado estudio en las aulas, la ética sigue siendo opcional, cuando no impugnada. Lo mismo le acontece a la estética; al desarrollo de una sensibilidad que amplifique nuestro deleite en todas sus formas artísticas y poéticas. Como si esto último no fuera conocimiento, ha quedado, al igual que la ética, menospreciada frente a las ciencias exactas. Cada cual se sirve como puede su dosis cultural a diario, porque nada mejor que identificar nuestras emociones con el arte. Cultura no nos falta. El arte armoniza ese desequilibrio emocional que sufrimos frente al desarraigo de nuestros deseos con el mundo, pero aun así, y convencidos del gran valor de los temas espirituales, éstos no están aceptados dentro de lo que denominamos conocimiento. La verdad es física y lo demás especulación, sueño, idealismo.
Creo que ha llegado el momento de mirar fijamente en el interior de esa materia que la física define tan real, tan verídica y práctica al uso, para preguntarnos si no tiene exagerado dominio en el mundo del estudio y si merece anteponerse por encima de esas disertaciones que antaño los filósofos argüían, más interesados como estaban por la serenidad, la complacencia, la simpatía, la euritmia, la fraternidad, la unión, el equilibrio, la armonía, la beldad. Valores espirituales que parecen haberse ubicado únicamente en la personalidad individual, lejos del colectivo social que formamos. Porque resulta evidente que el mundo civilizado, ahí donde la tecnología más poderío ejerce (gracias a la física) se ha vuelto feo, contaminado, adusto, desesperanzado. ¿Y esto por qué? Miren a su alrededor mientras caminan por las grandes ciudades y piensen qué falta o qué sobra para que puedan vivir con mayor felicidad. Tal vez tengan que pasear por un parque o por una playa en invierno, ir al monte o mirar a las nubes para hacer una comparativa. Escapen del asfalto de vez en cuando para que comprendan a qué me refiero.
No estoy en contra de la física, nada que ver. Ella cumple con su cometido, a saber; contentar a la curiosidad tan innata en los seres humanos, que buscan expandir sus horizontes de conocimiento. El problema es cuando para explicar cualquier fenómeno, cualquier cosa tangible, vista o no vista, tengamos que aferrarnos a las explicaciones de la física como las más fidedignas y auténticas, (incluyo aquí la biología y la química) cuando a menudo resultan tan insulsas, carentes de forma y color. Explicaciones de hechos que desafían la imaginación y el lenguaje común. Definiciones que sólo las formulas parecen simbolizar, y para quien sepa leerlas.
Yo quería hablar de la luz ¿Y qué tengo que hacer? ¿Hablar de sus propiedades complejas como onda o partícula, de su refracción y el cambio de colores, de su velocidad en el vacío, del electromagnetismo que la suscita? Podría apoyarme con fórmulas que ni siquiera entiendo, diagramas de parábolas, curvas y números. Todo ello me diría mucho pero no lo que de verdad más aprecio, esa otra verdad que confluye con mi interior y me confiere vigor, sensación de vivir. Puedes ser muy libre de estudiar la luz según la física, pero hay otra muy distinta y cercana, justo ahí donde el sol te la concede al despertar por la mañana.
La física te dirá que el sol no sale, que es la tierra que al girar esconde y descubre el sol. Te dirá también que la fuerza y debilidad de la luz se debe a la atmósfera. Si el aire es muy espeso de vapor, polvo o está nublado, la intensidad de luz será más débil y de variada tonalidad. Que es más fuerte que cuando nada interfiere en su expansión ubicua. Días de radiante luz son más frecuentes cuando el cielo está despejado, y mejor en verano porque la tierra se haya más cerca del sol. La luz no se ve, vemos las cosas alrededor porque la luz incide en ellas devolviendo su radiación en distintas longitudes de onda que el ojo sabe interpretar en colores y formas. Puedes no obstante ver su luz si miras directamente al sol. Su fulgor blanco te ciega si mantienes la mirada abierta largo rato... La física te dirá cualquier cosa..., menos poesía.
Pero hay otra verdad. Aquella que sentimos como nuestra, personal, y que nos alivia del peso materialista que somos. Ese peso existencial y burdo, ese peso físico corporal con el que cargamos a la fuerza ahí donde estamos. La otra verdad es la sentida en silencio cuando contemplamos algo bello.  Si atendiéramos con más frecuencia a cómo las cosas se nos representan bajo el matiz de la luz estaríamos más unidos a la serenidad. Un día de lluvia, el filtro de las nubes oscuras en otoño, los cielos violetas o ese rosado frio al atardecer en el invierno. El brillo en las cortinas de la ventana al mediodía. Las estrellas que parpadean sobre la superficie ondulante del mar.
Para aquellos que educan su sensibilidad al contemplar la luz, intuyen que algo divino parece esconderse en ella. De esto sabía la filosofía escolástica de la Edad Media que identificaba la luz con la divinidad. No tan lejos en el tiempo, hay pintores como Atkinson Grimshaw o fotógrafos como Leonard Misonne. De este, al observar sus fotos añejas lo que precisamente destaca es la luz que da vida a todo cuanto alrededor acaricia. Ahí tenemos una buena definición poética de la luz, sin menoscabo de la definición de la física. La física tiene sus fórmulas, el arte sus cuadros, sus fotos. Ambas tan justificables como acertadas, pero que desafortunadamente la opinión al uso justifica una por encima de la otra. Se dirá que podría estar confundiendo la materia con la irradiación de la luz, pero ambas se complementan, ambas se dejan ver, y sin la una parecería no existir la otra. El mundo sin luz estaría ciego, la luz sin mundo sería igualmente cegador. No se trata sólo de saber qué es la luz sino de sentir la luz y para experimentar la luz necesitamos del mundo y su naturaleza.
El árbol que ve el leñador no es el mismo árbol que ve el poeta, decía William Blake. Tampoco se entiende el que la luz se comporte como onda y partícula a la vez. La física tiene una deuda con la imaginación. Y porque sentir es lo que cuenta, debemos apostar por un mundo más poético, algo que la física de hoy en día está perdiendo, perdida como está en significados y fórmulas cada vez más infrahumanas. Quizá lo mejor fuera que ambas especialidades, física y poesía, se dieran la mano para que nuestro conocimiento fuera más completo y justo. Ojala fuera eso posible. Razón y sentir no pueden continuar discutiendo. -  AllendeAran


"Brilla pues, en mi interior, ¡oh luz celestial! con tanta mayor intensidad cuanto más penetrada de tus rayos estén todas las potencias de mi espíritu: pon ojos en mi alma; dispersa y aparta de ella todas las tinieblas, a fin de que me sea dable ver y decir cosas invisibles a los ojos de los mortales." -  John Milton

"Incluso el espacio carece de sentido para la luz, ya que el paso de la luz a través del espacio se consigue sin ninguna perdida de energía tan siquiera."  - Arthur M. Young
"La luz, como todas las radiaciones electromagnéticas, está formada por partículas elementales desprovistas de masa denominadas fotones, ​cuyas propiedades de acuerdo con la dualidad onda-partícula explican las características de su comportamiento físico. Se trata de una onda esférica." - La Wikipedia​


 "Cómo me gusta, en bellos ocasos estivales,
cuando ríos de luz se vierten al oeste
dorado, y en los céfiros fragantes se serenan
las nubes plateadas, abandonar muy lejos
los pobres pensamientos y tomarme un respiro
de las preocupaciones."  - John Keats
 
"En este diagrama de Feynman un electrón e- y un positrón+ se aniquilan produciendo un fotón, representado por la onda amarilla, que a su vez se convierte en un par quark, y un antiquark desde el cual se irradia un gluón, representado por la hélice morada."

“Escribo un domingo, mañana alta de un día amplio de luz suave en que, sobre los tejados de la ciudad interrumpida, el azul del cielo siempre inédito encierra en el olvido la existencia misteriosa de los astros...” –  Fernando Pessoa
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