domingo, 13 de agosto de 2017

"De lo hondo de esa congoja, del abismo del sentimiento de nuestra mortalidad, se sale a la luz de otro cielo, cómo de lo hondo del infierno salió el Dante a volver a ver las estrellas."  - Miguel de Unamumo
"¡Oh gente humana, para volar nacida!
¿porqué al menor soplo caes vencida?"
- Dante Alighieri

ARVO PÄRT
JOHN TAVENER

Teniendo en cuenta lo muy desligado que estoy de la Iglesia, de las religiones ortodoxas, me pregunto a veces cómo es que me siento atraído por su arte, principalmente de su música. Se supone que la espiritualidad se evidencia de muchas formas pero es ante el arte cómo más dócil se muestra de acariciar por nuestros sentidos y lo es aún más palpable en las obras religiosas. Ya la historia nos habla de sentimientos fervorosos, de esa espiritualidad decidida a ir muy lejos. Creo que el arte conserva en sus formas, (visuales o sonoras) la energía de quien proyectó sus sensaciones y que éstas se quedan ahí embebidas, sea en una pared, o un papiro, mediante símbolos, imágenes o colores, para quien decida, cuando desee, comulgar con sus obras. Lo que sentimos entonces no es simplemente las ideas del compositor, su pensar o su sentir, sino algo más profundo, algo que la naturaleza exterior expresa y que el compositor supo percibir. Es después que el receptor dejándose llevar por lo que oye o ve, con su propia intuición, puede sumergirse en ese todo entrelazado que parece hablar de la trascendencia del mundo, más allá de su áspera existencia de objetos separados, toscos y sin vida. Ciertamente, y hablando de la música más que nada, el arte nos confiesa que hay un más allá respirando en todo momento.
Por supuesto que hay muchas músicas con las que pasear, mirando al cielo o la ciudad, cada una a su modo expresa distintos ámbitos, pero si buscamos paz, sosiego medieval, retiro en la penumbra y soledad, nada mejor que escuchar a John Tavener o Arvo Pärt. Sus temas corales e instrumentales parecen surgir de horizontes oscuros.  Ahí, donde la luz es escasa, como la que se cobija tras las montañas, entre las nubes o en las noches estrelladas, adviertes que aún quedan destellos de esperanza. Prueba a contemplar la arquitectura interior de iglesias y catedrales cuando escuchas su música sacra. Conecta a la perfección. Prueba a pensar en las galaxias flotando en la negrura espacial. Funciona igualmente bien. Paradójicamente, dentro de la expresividad musical de  Tavener y Pärt, a pesar de ser un tanto melancólica, muchas de sus composiciones te consuelan, te arropan, te acompañan en tu duelo o inquietud ante la vida.
La inspiración de ambos compositores parte de la religión ortodoxa rusa, a la que estuvieron muy vinculados. Por otra parte, han recuperado del pasado estilos de composición antigua, principalmente la  gregoriana, incorporando ritmos pausados y marcando a sus cantos un color nuevo a base de distintos registros tonales. En ocasiones, algunas voces se convierten en prodigiosos solos que superan límites inauditos. El que sus pinturas musicales representen escenas bíblicas no exige que debamos adentrarnos en la misma religión ortodoxa para entender mejor su harmonías. Ni mucho menos que sepamos inglés o latín para entender sus letras. Basta dejarse llevar, abrirse al sonido para situarnos en un entorno donde lo que cuenta es lo  que de inmediato sugiere la música: redención, paz perpetua, esperanza. Se puede sentir la avenencia con Dios, sea lo que fuere que por tu parte crees que Dios es. Creas o no creas. Sólo se requiere un mínimo de sensibilidad.
John Tavener falleció en el 2013 a la edad de 69 años. Arvot Pärt tiene 82. John fue investido “Sir” por el imperio británico y Arvo fue nombrado doctor honoris causa por la Universidad de Oxford en 2016. Sus composiciones han aparecido en un montón de películas. Bien pensado,  se les podría conocer como dos celebridades del panorama cultural pop. Pero nada más lejos. Por lo general la música clásica sigue siendo un mundo intrincado para la mayoría y si a eso le añadimos un estilo marcadamente religioso, el asunto se pone peor. No es yo piense que son pocos los que pueden disfrutar de esta música, sino que son pocos los que se atreven a liberarse de prejuicios y gozar de estas polifonías, muy al contrario, muchos disfrutarían de esa beatitud celestial que a menudo nuestra vida estrepitosa necesita. Son, con todo, dos compositores famosos para quien se mueva en el terreno de lo clásico, pero personalmente no conozco a ningún amigo cercano que los escuche.
Deberíamos reconocer que no necesariamente se tiene que considerar uno asceta para entender que la vida merece otra respuesta más allá de la realidad. Los santos y místicos que viven en retiro, a su manera, ponen su confianza en Dios, otros, en la naturaleza y la metafísica, y algunos otros en la física cuántica. Como la misma historia de la investigación demuestra, el mundo se despliega hacia una complejidad inusitada con cada nuevo descubrimiento. Creo, que cada cual tiene su propia razón de ser dentro del contexto que el mundo histórico le brinda. Pero al final, lo que de veras queda de cada indagación espiritual es afín a todos. Si antes fue un Dios bíblico, (aún vivo hoy en día para muchos) ahora caben otras especulaciones que también esconden conceptos de gusto religioso. En esos conceptos encaja la música de Tavener o Pärt. Con ella pareces recobrar algo que el mundo moderno, raudo y estridente, ha perdido. Se trata de una nostalgia por un tiempo que fue o que nunca ha sido, pero en donde la quietud te insinuaba que la eternidad estaba de tu lado.


"Cuando los abismos del corazón humano se abren en lo malvado y surgen esos pensamientos horribles que deberían estar sepultados eternamente en la noche y las tinieblas: sólo entonces sabemos lo que hay potencialmente en el hombre y cómo está constituida propiamente su naturaleza para sí o abandonada a sí misma." -  F. Schelling



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