1867
Uno de los pasajes más entrañables de la vida de John Muir es aquel en el que decide pernoctar en el cementerio de Bonaventura en Savannah (Georgia). Muir llegó a Savannah esperando recibir en el banco un giro postal de su hermano. Con sólo un dólar y medio en el bolsillo y viendo que no recibiría el dinero hasta pasados unos días decidió ahorrar en lo posible para comida y no gastar en ninguna fonda por barata que fuera, aun a expensas de romper la promesa que le hizo a su madre de no dormir nunca en la calle en lo posible. La guerra de la Secesión se dio por terminada y Muir temía ser victima en la noche de algún lamentable atraco por parte de alguna de las muchas bandas de negros que proliferaban sin trabajo, por lo que decidió dormir en un gran cementerio que descubrió por casualidad paseando por las afueras del pueblo. El cementerio contaba con unas pocas tumbas entre mucho arbolado, matorrales, plantas y flores, todo un amplio parque henchido de vegetación. Aquello, pensó, mantendría alejados a los supersticiosos y miedosos a fantasmas, que por lo general son la mayoría ortodoxa. Así, pasados unos días, (acampando de noche dentro de una pequeña choza que se construyo para protegerse de las heladas matinales) Muir, ligeramente demacrado, consiguió su dinero en el banco, no sin antes pasar un último apuro, pues el banquero le exigió alguna identificación y Muir tan solo tenía la carta de su hermano, a lo que el banquero le objetó si no la podía haber robado y ser él otra persona. Por fortuna en la carta se mencionaba que John Muir era botánico y éste le pidió al banquero que le examinara en botánica si tanto dudaba, que ya mucha casualidad fuera que además de ladrón entendiera también de botánica, a lo que el banquero por fin cedió a su palabra. Con el dinero bien protegido en el bolsillo lo primero que hizo nada más salir del banco fue comprarse un pan de jengibre y dirigirse a un mercado, a por más comida.
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"Me desperté refrescado, y mirando en derredor a la mañana que esparcía haces de luz a través de los robles y los jardines que goteaban rocío, la belleza se presentaba tan gloriosa y estimulante que el hambre y el cuidado parecían solamente un sueño"
"Me quedé anonadado como alguien recién venido de otro mundo. Bonaventura se llamaba el cementerio, un pueblo fúnebre, pero las pocas tumbas parecían impotentes ante semejante intensidad de vida. Las arrugas de los manantiales, el piar de los pájaros, la confianza alegre de las flores, la calma, la serenidad monumental de los robles, marcan este lugar de tumbas como una de las moradas más agraciadas de vida y luz por nuestro Señor."
"En ningún otro tema son nuestras ideas más penosas y retorcidas que en el de la muerte. En vez de simpatía, de una unión amistosa entre la vida y la muerte, tan aparente en la naturaleza, nos enseñan que es un accidente, un deplorable castigo por el más viejo pecado cometido, el enemigo de por vida... A los niños de los pueblos, en especial, se les empapa de este escrúpulo por la muerte. Porque las bellezas naturales de la muerte rara vez se ven o se instruyen en los pueblos."
Fotos del cementerio de Bonaventura Savannah (Georgia)
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