miércoles, 23 de octubre de 2019

"El día que entendí que lo único que me voy a llevar es lo que vivo, empecé a vivir lo que me quiero llevar."  - Anónimo
"Los pensamientos sin contenido son vacíos, las intuiciones sin conceptos son ciegas."  - Kant 
PENSAR EL MUNDO
Poca gente pondría en duda que la realidad no está ahí, que cuanto existe como materia es falso y que la existencia de las cosas que nos rodean son una ilusión. Yo no quiero dudar de ello, ni mucho menos pretender que se equivocan, pero sí que me sorprende que la presencia física del mundo sea tan difícil de aprehender y que su consistencia sea tan evasiva y fluida a pesar de la dureza con la que se nos presenta a los sentidos. Cuando se trata de analizar la realidad de las cosas contamos principalmente con la conciencia. Tras una primera impresión que reciben los sentidos al contacto con lo externo, la MEMORIA facilita que la conciencia haga su tarea de procesar nuestro encuentro con esa realidad, pero debemos comprender que no hay manera de hacerlo sin salir de la misma conciencia. Ésta, utiliza pautas, (categorías kantianas a priori, como el espacio-tiempo) con las que diseccionar lo que de inmediato la realidad nos propina. De alguna manera nos las arreglamos para acomodarnos en el mundo, gracias a la conciencia, a todo aquello que vamos procesando y que cobijamos en la mente o cerebro en forma de recuerdo. Sin la facultad de poder recordar ¿Qué seriamos? Pero el recuerdo, lo que de verdad guardamos en la mente, ¿No es, sin más, pensamiento?
Porque, en esa búsqueda de una certeza fija que preste ayuda al entendimiento de lo que somos, la conciencia se queda a solas siempre con algo que no entendemos como realidad pura; el pensamiento. Teniendo en cuenta que hemos prestado extrema importancia a la física, como algo real, verídico, como identidad nuestra, afirmativa y racional, me pregunto cómo es que la final, el pensamiento, (tutelado por un Yo o conciencia) se erige como la única prueba de que disponemos para valorar la mismísima realidad, esa que tan rápido como la aprehendemos se desvanece engullida por el tiempo, consignada en las fosas de la memoria en forma de recuerdo. Bien pensado, quizá tengamos que revalorizar ciertas ideas a las que hemos marginado por aferrarnos a una verdad única, cuando esa verdad, materialista, es de todo punto inconstante, resbaladiza, huidiza y únicamente aprehensible, a la postre, como pensamiento. ¿Cómo es posible entonces que demos tanta importancia a la materialización de nuestros deseos?
Estoy en el andén del metro esperando a que el tren llegue. Le veo venir, salir del túnel. Se aproxima hacia mí. Va frenando. Se para y las puertas de entrada coinciden conmigo. Se abren. Entro y miro alrededor para elegir un sitio en el que sentarme. Ese acontecimiento de ver salir el tren del túnel, de hace unos segundos, es ya pasado. Ese frenar y el que las puertas se hayan abierto coincidiendo conmigo, es ya pasado. Se acaban de cerrar y yo me siento. Ese cerrar de puertas a mis espaldas, es ya pasado. Saco de mi mochila un libro que voy a leer mientras dure el trayecto. Me acabo de sentar, y como ya estoy sentado con el libro en las manos, ese hecho de sentarme es ya pasado. Así, a cada movimiento que ejecutamos, se convierte de inmediato en pasado. Y la única manera de constatar que ha habido un pasado, una realidad fenoménica es constatándola como real desde mi conciencia, un pensamiento, al fin y al cabo, que habla de lo que fue real pero que ya no es, porque desde el presente tan solo me queda el que esté leyendo un libro del cual interpreto, a medida que voy leyendo frases, una historia que se cobija en mi conciencia, que se instala, al fin y al cabo, como pensamiento. La realidad que nuestros sentidos advierten en un presente dado se funde en pensamiento tan rápido como un parpadeo. ¿Qué queda pues de la realidad física como tal, cuando todo cuanto podemos constatar viene dado desde el recuerdo, que es, al fin y al cabo, pensamiento?
Si se llega a entender del todo esta sensación huidiza de la realidad, (esa intuitiva comunión a través de los sentidos con el presente objetivo) deberíamos reconocer que la vida personal de cada individuo es 99% pensamiento. Aunque intensamente apabullante en un principio la intuición sensorial, que sería ese resto del 1%, lo que queda a la hora de dar testimonio de lo que es la realidad, es a la postre, solo pensamiento. El mundo de las cosas, eso de ahí afuera, queda implantado como verdad en nuestro cerebro en el recuerdo (le damos esa confianza de verdad como testigos que hemos sido de la experiencia, pero es, al fin y al cabo, pensamiento). La realidad del presente es continua igual que la cinta cinematográfica que se proyecta en la pantalla del cine. A cada fotograma le sucede otro, y así, mientras vamos mirando concentrados, las escenas pasadas son tan solo recuerdo. De igual manera podríamos decir que vivir es ir dejando instantáneamente vivencias que enseguida pasan al recuerdo y que, gracias a la vital y significativa MEMORIA, esos recuerdos (que no dejan de ser pensamientos) dominan nuestra vida por completo. El resto es la continua realidad que mientras vivimos nos informa de todas aquellas cualidades que forman la vida. La vida nos nutre de más pensamientos y sin ellos no entenderíamos qué es la vida.
Sí, en cierta forma, se podría decir que vivimos en una “fantasía” permanente, porque la realidad se transforma de inmediato en tan solo un recuerdo. Sin embargo, esa “fantasía” es un mundo que engloba también la vida de todos, y que tiene unas exigencias, una dirección, una ética, construye un futuro y crea incluso una ciencia que afirma que en verdad algo existe, que algo somos. Desde un YO, ese centro difícil de definir (que actúa como si fuera el director de una orquesta que busca armonizar el ruido en una sinfonía) utilizamos ciertas herramientas tanto innatas como aprendidas, (matemáticas, lenguaje) para tamizar, clasificar, distinguir, organizar toda esa amalgama de sensaciones que asaltan nuestro cuerpo a cada momento. Lo curioso del tema es que, sin ese YO, (aunque los budistas quieran deshacerse de esa esclavitud al ego) no sería fácil dar un sentido a la vida. Parece vital su ser para organizarnos, no ya a nosotros mismos sino al ser que somos con el resto del mundo.  Porque el pensamiento puede tener siempre una misma cualidad (sensación o imagen hospedada en la mente) pero lo dividimos en distintas categorías y conceptos para poder entendernos.
No todo pensamiento es de igual naturaleza, como digo. Sabemos el que pertenece al sueño diurno y el nocturno, el de las ensoñaciones que nos gustaría vivir, (fantasías que la realidad no nos concede) el pensamiento que jamás revelamos por vergüenza o respeto a la moral, el que incluso no sabríamos explicar (sentimientos que no encuentran adjetivos adecuados para expresarse), el que abre ideas e imagina un futuro que nos compromete como sociedad, aquel en el que casi todos coincidimos porque viene enjuiciado por nociones afines a toda persona, presidido por las matemáticas y el lenguaje principalmente. Es, este último tipo de pensamiento, al que damos mayor fiabilidad porque está bien encajado en los intereses comunes y sociales, que hace que juzguemos la vida con una cierta coherencia, (evitando caer en el absurdo o el surrealismo) y que busca un proyecto unificador e interesado. Es, cabe decirlo, por otra parte, en el que cree la ciencia, porque ésta queda homologada por el sentido común, que hace que no naufraguemos en antinomias, algo que al parecer molesta a nuestra conciencia para su desarrollo.
Con todo lo dicho, no estoy poniendo en tela de juicio la existencia de la materia. Por supuesto, está ahí y aún más está mi cuerpo que me acompaña y que me avisa con dolor cuando algo va mal en mi interior. Si me pinchan, sangro. Mi cuerpo da testimonio fiel de que el presente está aquí conmigo, viaja conmigo, me acompaña de continuo allá donde vaya, como lo hacen mis manos, mis pies o mis ojos abiertos. Estoy aquí, y aunque a cada rato que pasa me voy transformando en algo distinto, porque envejezco, (aunque apenas me dé cuenta de ello) doy veracidad a mi existencia. Soy algo, soy real. Pienso, luego existo, que diría Descartes. Pero si efectivamente confieso que estoy vivo, lo hago desde el pensamiento.  Y así circulamos en espirales, sin saber si mente y materia es lo mismo, o son las dos caras de una misma moneda, o si una fue antes y la otra después, y si esta alimenta a aquella o viceversa. Es la rareza que a tantos filósofos ha llevado a tantos quebraderos de cabeza. ¿Cómo es posible que la única fuente indiscutible de la existencia sea un pensamiento, cuando la materia se muestra tan cínicamente más real que la mente? ¿Qué hace que estén tan estrechamente unidas, materia y mente, pero sean tan antagonistas? ¿No será que todavía erramos en algún cálculo, que nos falta alguna categoría esencial para llegar al fondo de las cosas y su vínculo con nosotros? ¿Se puede entender un mundo sin una mente que lo confirme? Sigue pensando.  -   AllendeAran.


“Tiene que haber una interfaz entre nuestras capacidades cognitivas y el mundo externo o, para decir lo mismo de otra manera, la idea de que nuestras capacidades cognitivas no pueden acceder completamente a los objetos en sí mismos” – Hilary Putnam
“La matematización de la naturaleza nos fuerza a aceptar la visión tradicional de la percepción. […] la forma de cualquier afirmación de conocimiento y las maneras en que esa afirmación es respuesta a la realidad se fijan por adelantado y de una vez para siempre.”  - Hilary Putnam.
"Dado que no somos diferentes de la 'mente', ni estamos separados de ella, no podemos aprehenderla ni podemos 'integrarnos' con ella puesto que nunca nos hemos desintegrado de la misma y, por esa razón, mientras sigamos pensando en términos relativos, nunca podremos comprender lo que es."  - Terence Gray (Wei Wu Wei)
"Parece lógico que, una vez transcurrido nuestro 'presente', su presencia pase a ser meramente conceptual, es decir, una pura concepción mental que carece de existencia objetiva. En consecuencia, es imposible que lleguemos a conocer el verdadero presente."  - Terence Gray (Wei Wu Wei)

“Pero aquellos dos tiempos, pretérito y futuro, ¿cómo pueden ser si el pretérito ya no es y el futuro todavía no es? Y en cuanto al presente, si fuera siempre presente y no pasase a ser pretérito, ya no sería tiempo, sino eternidad.”  - San Agustín
"Es ciertamente extraño que haya prevalecido entre los hombres la opinión de que casas, montes, ríos, en una palabra, cualesquiera objetos sensibles, tengan existencia real o natural distinta de la de ser percibidos por el entendimiento."  - George Berkeley

FOTOGRAFÍAS, ANTONIO MORA

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viernes, 30 de agosto de 2019

"El ser tiene que afirmarse, y para un ser que tiene que afirmarse la existencia toma el carácter de un interés o un propósito."  - Hans Jona
"Lo natural y comprensible es la muerte, lo problemático es la vida."  - Hans Jonas

¿MERECE LA PENA VIVIR?

Supongo que quien más o quien menos se habrá hecho esta pregunta en alguna circunstancia adversa de la vida. Sé que algunos ni siquiera se atreven a plantearse semejante pregunta y/o dudar de la respuesta. Por unanimidad se aprueba un sí incondicional, incluso en situaciones donde las de perder la vida, y con dolor, es obvia. La vida está ahí, para bien o para mal, para vivirse. Faltaría más. Yo comparto esta opinión, pero a menudo le pido a la vida una respuesta que justifiqué su aparición, un porqué a esta forzosa permanencia en un devenir repleto de adversidades que hacen que la vida se nos antoje en ocasiones anodina, incomoda, pesada, absurda, aburrida, muy problemática y dolorosa. Puede que la culpa sea por nuestra avaricia, de la falta de valentía o imaginación, o puede que por pedir lo que no se puede, o por curiosear más allá de donde se nos permite; (hasta aquí bien, y más allá de este ahora mal). Presente constante, fugaz, que parece perdurar, pero que se acaba, un día u otro, lo esperes o no lo esperes. Sea como fuere, la respuesta, lo adelanto, no es fácil de esclarecer, muy a pesar del sí incondicional al que estamos acostumbrados.
Tengo que aclarar ya mismo que no estoy encubriendo la idea del suicidio. No se trata de eso. Se trata de si con vivir basta o estamos aquí para algo más que no acertamos a saber o si quizá no haya nada más qué saber y aprender a vivir por vivir, procurando deleitarnos en el puro hedonismo, o si tal vez tengamos que ejercitarnos para algo más trascendental. Nuestra naturaleza marcada por la consciencia hace que nos sintamos a menudo raros con nuestra existencia, sobre todo cuando las cosas no funcionan como esperamos y nos preguntamos si hay forma de cambiar el mal estado en el que nos hayamos. La soledad, el aburrimiento, la rutina, el miedo, el rechazo, la tristeza son todos síntomas que contradicen la felicidad que la vida supuestamente debería proporcionarnos. Sin embargo, una felicidad permanente y continua no parece tampoco encajar en nuestra mentalidad y entendemos que la fatalidad, en su propia gama de colores y sabores, venga de vez en cuando a decirnos que hay que sufrir y en consecuencia actuar contra ese sufrimiento. Se nos pide acción, tomar una determinación, luchar.
Lo cierto es que, en lo que a mí respecta, no tengo una respuesta definitiva a este dilema. Hay varias formas de enfocarlo. Por un lado, si tenemos que valorar la vida en función de la muerte, es decir, lo que haya al otro lado del oscuro telón que nada nos deja ver, será decisivo a la hora de valorar positivamente la vida, como si ésta fuera un puente de tránsito hacia un estado mayor y mejor de nuestra existencia. Un algo más perfecto. Un Cielo, por decirlo de manera más directa, aun cuando no sea ese Cielo infantil al que nos tienen acostumbrados las religiones al uso. Puede ser otra vida en función de cómo hayamos sufrido aquí, de cómo hayamos deseado, una reencarnación, o simplemente un más allá inimaginable, un mundo predispuesto por los acontecimientos de la evolución a la que estamos supeditados de antemano, llevados por el azar o fuerzas fuera de nuestro control. Un mundo, cabría incluso decir, que tal vez fuese peor que este en el que habitamos ahora.
Como no tenemos ninguna prueba fehaciente de ese más allá, no queda otra que guiarnos por pistas o seguir las huellas de ideas, (idealismos) que se ajustan con cierta coherencia a nuestro raciocinio y sentimientos.  Pero ninguna de esas pistas será lo bastante convincente como para apostar el todo por el todo. Ya te puedes leer el Fedón de Platón, sobre la inmortalidad del alma, leer al obispo Berkeley, La Fenomenología del Espíritu de Hegel, la Biblia, el Corán, el Tao, seguir los pasos de la ciencia y entrever salidas en mundos paralelos o nuevos universos que discurren a través de eones, que nada te va a dar luz verde a una creencia indudable. Solo la fe podría darte sostenibilidad a tus amargas pesquisas. Pero la fe no es en modo alguno la certeza que nos gustaría poseer como quien empuña con fuerza un cuchillo.
Así, en consecuencia, nos vemos ante una incertidumbre inquietante que pareciera insistir en que nos debemos entregar a algo, lo que fuera, con tal de encajar en el mundo. Una creencia que pueda dar sentido a una vida sentenciada a desaparecer. Buscar o crear, y creer en ese algo. Quizá ahí es donde resida el quid de la cuestión. Que aquí no se viene solamente a vivir por vivir, sino a vivir por algo más significativo, algo que perdure o potencie la insignificante estancia en la que estamos metidos. Se viene a construir un más allá más completo, puesto que las normas de esta vida resultan con frecuencia restringidas al silencio, a la incomprensión y la frustración.
Claro que, por otro lado, están los ateos o agnósticos que prefieren no desvalorizar la vida pensando que tras morir estaremos en mejor situación. Incrédulos de que al morir algo bueno nos esté reservado, es mejor hacer lo que sea posible para vivir la vida cómo mejor se pueda aquí. La idea de Dios les parece confusa, desencajada de la realidad y sin fundamento. Dado que los muertos no responden a ningún estímulo, solo nos queda encarar con valentía la verdad de que al morir todo se acaba.
Yo, sin embargo, soy de los que piensan que nadie puede ser ateo categóricamente, de la misma manera que no se puede creer en Dios con absoluta convicción. De entrada, creer en la nada es prácticamente imposible desde la perspectiva de estar vivo. La nada es una idea abstracta que no es cognoscible por su propia naturaleza; ser carencia de algo. La nada al igual que la negación NO, desestima lo real transformándolo en irreal. Se puede estar vivo y no ser consciente de ello. Además, creo que todo ser vivo tiene la voluntad innata de querer vivir y hará lo que sea por continuar vivo. Por mucho que se presuma de ateísmo, en el fondo, el mismo instinto de supervivencia les dirá que no, que no se puede uno hundir en el ocaso de la desaparición, ahogarse en la nada. Y sospecho que quien se suicida se lleva consigo algo de esperanza en el silencio más recóndito de su corazón.
Y aquellos que defienden a Dios por encima de toda oposición se mienten así mismos, ya que la fiel convicción de su existencia les convertiría en santificados de la felicidad y el coraje. Es decir, no tendrían miedo de nada sabiendo lo que les aguarda tras morir, y eso no sería humano. Sería como conocer quién es el asesino al final de una pelicula, como si conociéramos la voluntad de Dios, el secreto de su omnipotencia. El Dios del más allá no se le aparece a nadie para tranquilizar sus disgustos, igual que si apareciera nuestro ser más querido ya ido para decirnos que no nos preocupemos que todo está bien. Si de veras hay Dios éste nos estará reservado como una sorpresa, quizá con alguna recompensa al mérito de nuestra bondad (si crees en ella) de nuestra paciencia, tal vez la fe, el amor y lo que prefieras, pero no dejará de ser una incógnita, un silencio que no vendrá a romperse para darte seguridad integra. Yo no creo en los milagros.
La duda, por consiguiente, parece afectar a todo tipo de inclinaciones. Valorar la vida mucho, poco o nada, depende de las circunstancias que a uno le afecten, así como la lectura que cada cual quiera sacar de sus propias vivencias. Vivir por el placer de vivir es tan loable como vivir dedicado a crear un misticismo trascendental, un mundo que supere los supuestos defectos de este. En cierta manera, sería parecido a lo que hace el arte, que toma de la realidad los elementos y experiencias para transformarlos en algo más soportable o más intensamente bello. Crear una armonía o un reflejo más personal y adecuado cuando sentimos que las cosas no son como debieran. Crear una comunicación con el exterior para que se dé una coherencia afable. En ocasiones se busca un trasfondo que nos sitúe en una esfera más arriba, desde donde se pueda configurar una conciencia más potente, un sentimiento más penetrante y una libertad más desenvuelta. Pero también comprendo a quienes no deseen espiritualizarse con el mundo y quieran apreciarlo en sus inmediatas propuestas placenteras, incluso a pesar de lo muy difícil, y frustrante, que puedan resultar en ocasiones, porque el mundo y sus tentaciones no parecen estar expresamente diseñadas para dar gustazo constante a nuestros caprichos.
Con lo cual, insisto, cualquier postura es válida porque no hay certeza ni de lo uno, ni de lo otro. Todo depende del valor que le queramos otorgar a nuestras decisiones. A pesar de que no hay agradecimientos expresos por parte del mundo. No hay verdades absolutas a las que abrazarse. Es ese absurdo en el que caemos cuando nada de cuanto creamos y/o creemos nos responde, cuando nuestros esfuerzos no son valorados. Ya que estamos aquí, vivamos como mejor se pueda, pero eso dependerá mucho de cómo gestionemos nuestras sociedades, interpretemos la naturaleza, intercambiemos amor, nos dediquemos al arte, usemos la inteligencia emocional y nos apreciemos humanamente. Si esto no funciona ni da los resultados esperados, habrá que seguir luchando para cambiar de táctica, emprender otro rumbo o tirar la toalla si nos cansamos. Eso es la libertad. Esto es lo que queda. Eres tú quien decides.  - AllendeAran.


“A veces creo que nada tiene sentido. En un planeta minúsculo, que corre hacia la nada desde millones de años, nacemos en medio de dolores, crecemos, luchamos, nos enfermamos, sufrimos, hacemos sufrir, gritamos, morimos, mueren y otros están naciendo para volver a empezar la comedia inútil.”  - Ernesto Sábato

"¿Cómo y por qué ha entrado la muerte en un mundo cuya esencia es la vida, y con el que por tanto la muerte está en contratación?, ¿A donde conduce la muerte en el contexto de la vida total, hacia qué es la transición, dado que todo cuanto es es vida, de manera que también la muerte misma no puede ser en último término otra cosa que vida?  - Hans Jonas
“Es más fácil soportar la muerte sin pensar en ella, que soportar el pensamiento de la muerte.”  - Blaise Pascal
 

"Cuando Heidegger habla sobre la anticipación de la muerte de uno no es tanto la cuestión de la inmortalidad lo que le preocupa, sino la cuestión de qué significa la muerte anticipada para el ser humano."  - Paul Tillich
 “El hombre que no percibe el drama de su propio fin no está en la normalidad sino en la patología, y tendría que tenderse en la camilla y dejarse curar.” Carl Gustav Jung
 


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jueves, 18 de julio de 2019


“Dos camaradas viejos de partido se ven, y uno dice a otro:
- ¿Has visto? Todo lo que nos contaban del comunismo era mentira.
- Peor cosa no. Peor cosa es que todo lo que nos contaban del capitalismo era verdad.”

POLÍTICA SIN ARGUMENTOS

¿Soy el único que está cansado de que el discurso político en este país no haya sabido cambiar su repetitiva verborrea durante años? Discurso, he de reconocer, que no difiere mucho del resto de las naciones que forman el puzzle del planeta, pues todos se parecen ¿Por cuánto más vamos a sufrir la falta de iniciativas, el riesgo al cambio, la apertura de mente, la responsabilidad, ante la creciente demanda de atención que pueblos empobrecidos y naturaleza enferma exigen?

Tenemos bien asumido que el capitalismo lo ha invadido todo, así como el hecho de que todo país venere los colores distintivos de su bandera, pero lo que no parece que se llegue a entender en toda su envergadura es que estos dos ingredientes que dominan la tierra (capitalismo y nacionalismo) sean el cáncer que está destruyendo el planeta entero. Políticos y gente de a pie, (mayoría absoluta) parecen miopes ante este conflicto que marca la historia repetidamente, haciendo del progreso una especie de avance sucio y lento, corrosivo y triste. Quizá la única tarea de los políticos sea la de mantener su poder para proteger sus privilegios y a la vez, para tener la fiesta en paz, cumplir un mínimo las exigencias del vulgo. Seguimos con aquello de lo mío, mí, lo nuestro, yo, cuanto más mejor. Como si no tuviéramos suficientes ejemplos de errores que se han cometido en el pasado continuamos tropezando en la misma piedra una y otra vez. ¿Hasta cuándo, me pregunto, vamos a seguir educándonos en la ficción del poder materialista y la abstracción de una raza que gusta de sentirse superior a otras arropada por banderas?

Puede que suene poco pragmático o muy populista (antes demagogia) hablar en términos globales de que hay una necesidad de arrimar el hombro por cuanto esté en desventaja con el resto. Ya sé que es un tema tan manido que parece no tener remedio. Después de todo, si estamos educados en la empresa de tener que adquirir, ganar, conquistar… ¿Qué otra cosa cabe esperar? Peor aún, en un régimen totalitariamente capitalista, ¿cómo vamos a ser generosos cuando lo que prima es el interés? ¿quién va a invertir un pedazo de sus posesiones por mejorar el mundo si no hay garantías de beneficios a corto plazo? Entiendo que en la carrera capitalista por acaparar más alguno tenga que ir quedándose rezagado. No habría otra forma de entenderlo, puesto que las reglas capitalistas así lo exigen. Se ha venido haciendo así desde el principio de los tiempos, aunque desde la revolución industrial se hayan ido marcando distancias cada vez más drásticas entre los poderosos y los menesterosos. Todo a base de explotación, expolios, corrupción, trampas, engaños...

Así es cómo de manera acelerada el progreso ha cogido velocidad para distanciarse de las distintas formas de vida que configuraban el pasado, y así es cómo hemos alcanzado un nivel de vida que nuestros antepasados tal vez envidiarían. Sí, si repararan sólo en nuestro confort pero no en la fugacidad y estrés en el que nos movemos. Porque a decir verdad hemos logrado mayoritariamente seguir adelante y situarnos en mejores condiciones sociales de bienestar que la de nuestros tatarabuelos, pero a cambio de perder un contacto más cálido y profundo con el entorno, las personas, los animales, la naturaleza…. Ahora todo crece a pasos de gigante, tan raudo y veloz que apenas podemos plantearnos la pregunta de adónde vamos, si nos conviene tanto correr, o tener tanto innecesariamente.

Pensando en mejores regímenes sociales, se me ocurre que el comunismo partía de una base más ecuánime, pero sigo sin entender por qué no funcionó. Todavía no he conseguido encontrar una respuesta clara a su fracaso. No sé nada de economía, ni he leído a Marx, pero sí creo saber, o discernir, lo que es justo de lo que no lo es. Y el capitalismo no es justo. Sencillamente porque prima más el interés material que el humano. Basta pensar un poco para darse cuenta cual fue la caída del imperio comunista. No es que el comunismo fuera un error ideológico, fue si acaso un error de calculadora (aparte de otros temas de censura, libertad y desarrollo personal que no quiero ahondar aquí). Digamos que faltaba la avaricia por engordar las cifras. Teniendo expectativas de acaparar dinero, como si se tratara de una recompensa , es como al parecer se crece, hay mejora, progreso. Y cuanto más tengo más quiero, porque esto me confiere poder y con el poder dominio. Durante décadas, con algunos altibajos, esto ha venido funcionado así a falta de otro sistema viable para el conjunto de la sociedad. El dinero se ha convertido en una religión que todos aceptamos porque todos somos libres de poder ser agraciados (ingenuamente) por él.

Pero hemos llegado a un punto en que, si bien ha habido progreso en el bienestar de la mayoría, su sostenibilidad se está viendo tambalear como quien camina por la cuerda floja. El desarrollo y bienestar que se ha creado tiene un altísimo coste de desgaste en la naturaleza y para evitar una catástrofe tal y como se vaticina, habrá que invertir en limpiar toda la basura que hemos vertido por tierra, mar y aire por culpa del consumismo descalabrado en el que el capitalismo nos ha hecho caer. Amen de tener que invertir en los países más pobres para equilibrar el peso con los más ricos y podamos evitar enfrentamientos o masivas migraciones a países más desarrollados. Esto no va a ser nada fácil ya que las perspectivas no son de obtener suculentos intereses como lo ha sido hasta ahora para las oligarquías. Ahora ellas tendrán la responsabilidad de ir pensando en arreglar, no ya sus lujosas mansiones perdidas Dios sabe dónde, sino en cómo salvar el planeta entero, sintiéndose dueños de él si lo prefieren. Es de su dinero de lo que dependemos. Sus ingentes ahorros escondidos tendrán que invertirse en desacelerar la contaminación y contrarrestar las diferencias entre los países. Seguir la corriente al capitalismo con las mismas condiciones del pasado no tiene posibilidades de prosperar. El capitalismo se está ahogando en su propio beneficio. Se agota. La sociedad del bienestar no consiste en tener más, sino en saber disfrutar con menos. Desacelerar las prisas es un imperativo de emergencia.

Cuando al principio me quejaba del discurso repetitivo y sinsentido que tienen las peroratas de los políticos, (cara sobretodo a las elecciones) me refería a que no consigo saber a quién quieren convencer de no sé qué. Si el tema más importante es el de las ayudas sociales, trabajos más estables, mejorar la salud pública, educación, que me cuenten cómo van a conseguirlo al detalle. Porque una cosa ha de quedar clara, a quienes tienen que convencer no son a los mismos necesitados para que les concedan el voto, sino a aquellos que tienen el poder de solventar estos problemas. De ahí que, me pregunto, ¿cómo van a lavar el cerebro a esos que tienen en sus manos el poder de nivelar la desigualdad que ha cosechado el mezquino capitalismo? Porque se ha de entender que mientras haya desigualdad no habrá paz, ni entendimiento, ni justicia, y partimos de la idea de que las cosas se pueden mejorar, de lo contrario dejaríamos de creer en la política. ¿Nos cerramos en banda y asumimos que el mundo es un caos irresoluble, donde siempre habrá ricos y pobres, vencedores y vencidos, cómo conviene a algunos? No estamos por asumir una filosofía derrotista, entre otras cosas porque vivimos esperanzados de que hay un futuro mejorable, de ahí que la política continué viva y continúe combativa contra quienes mancillan ese futuro. Seguimos creyendo que hay soluciones.

El discurso que yo espero entonces, sería aquel que no buscara la aprobación de las masas sino más bien la aprobación de los pocos que tienen las llaves de la prosperidad, para que se decidan si miedo a abrir puertas a nuevas esperanzas, porque suya es ahora la responsabilidad del giro que tomen los acontecimientos. Habría que explicarles a las oligarquías, al creso en general, qué esperan ellos del mundo, qué quieren, cómo lo desean ver, ya que tienen la autoridad de dominarlo, creyendo como creen que el dinero es el poder que lo mueve todo. Si así nos lo creemos, entonces que tomen conciencia clara y profunda hacia dónde desean llegar. Habría que inducirles a actuar, a ser responsables no ya de su propio entorno sino de la esfera entera del planeta, su habitat y habitantes.

A lo mejor necesitan un tratado de religión que asentara las bases del reino paradisíaco aquí mismo y no en el más allá. Pues bien, tal vez ese sería el discurso que los políticos tienen que empezar a escribir. Porque, o lavamos la conciencia de los ricos en favor de la prosperidad o estaremos dando tumbos continuamente, con el riesgo de que la próxima caída sea la definitiva. Es difícil tarea la de curar los síntomas de la avaricia, lo sé, pero a poco que mejorara el bienestar de los más necesitados y se restableciera el curso natural del planeta, seguro que alguna satisfacción personal obtendrían. A poco inteligentes que fuéramos sabríamos entenderlo. Con un poco de educación emocional bastaría.

Aquí no venimos a robar sus tesorerías mendigando generosidad, venimos a que entiendan que ha llegado la hora de que inviertan en el mantenimiento y mejora del todo que nos conforma como sociedad y hábitat. Ya no se trata, repito, de ganar más. Se trata de algo que incube necesariamente y a la par, a los privados de derechos básicos y al deterioro que sufre el mundo natural. Siempre habrá diferencias entre unos y otros, no lo niego, incluso lo justifico y veo necesario, pero que no sean éstas diferencias producto de nuestra inútil y maliciosa voluntad, la de la codicia desmesurada, la del egoísmo indiferente, desconsiderado con el pobre, insensible al dolor, de una violencia por someter al más débil, de arrancarle a la tierra su savia sin mesura, ni agradecimiento. No, así no. Estamos juntos por un proyecto en común. Sobrevivir, y ser felices en la supervivencia.

No creo que sea tan difícil entender lo que la religión y la ética han estado divulgando durante siglos por el bien común de todos. Habría que analizar porque luego nos perdemos en la mitad del camino. ¿Será por que tomamos la distancia más corta, un atajo que debería estar prohibido? Ese atajo de la satisfacción inmediata, la personal que se aleja del mundo circundante, que solo se arrima a los demás con intención de aprovecharse...  Nietzsche buscaba un superhombre que pudiera erigirse sano y seguro en el transcurso de la historia, libre de prejuicios y miedos infundados por los dioses, pero ya sabemos que no habrá tal superhombre mientras juguemos con malicia y  egoísmo, porque eso conduce una tras otra a la guerra. Las injusticias son infecciones que engendran revoluciones sangrientas. 
Si hay una felicidad fidedigna es aquella que contempla el porvenir con salud y alegría, ahí donde todo siga teniendo un puesto, no solo el nuestro como raza, sino el de todo cuanto ha venido a la tierra para querer quedarse. Eso es todo cuanto debiera enriquecernos, hacernos libres, sonreír y sentirnos victoriosos. Así que, por favor, a todos los políticos que abren sus bocazas para convencer, sepan primero cómo y en qué consiste ser feliz, porque si el medio ambiente está contaminado y si sus gentes están impedidas a progresar en cuerpo y alma, la felicidad andará cojeando, ciega, propensa a darse de bruces contra el suelo, como tantas veces sucede. Y no me refiero a individuos, sino individuos que como células sanas conforman el mundo entero. - AllendeAran


“En un país bien gobernado debe inspirar vergüenza la pobreza. En un país mal gobernado debe inspirar vergüenza la riqueza”.  -  Confucio
“Los políticos son iguales en todas partes. Prometen construir un puente incluso donde no hay río”.  -  Nikita Kruschev
 “Capitalismo es convertir lujos en necesidades.”  - Andrew Carnegie

“Las promesas que hicieron ayer los políticos son los impuestos de hoy”.
William L. Mackenzie King
“Si hubiera más políticos que supieran de poesía, y más poetas que entendieran de política, el mundo sería un lugar un poco mejor”   -  John F. Kennedy
“Si falla el capitalismo, podemos probar con el canibalismo.” El Roto
"Nuestro lado emocional tiene que entrar en juego. Y está en la esencia de nuestra naturaleza moral el que esa llamada que la inteligencia transmite encuentre una respuesta en nuestro sentimiento.Es el sentimiento de la responsabilidad." - Hans Jonas
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miércoles, 27 de marzo de 2019

"Relátanos algo que quizás no sea menos importante para nosotros: cómo empezó este Cielo que contemplamos adornado de luces sin cuento que se mueven de un lado a otro […] A condición de que no te esté prohibido revelarnos todo esto, que te pedimos no para penetrar en ningún secreto, sino para engrandecer la creación de dios cuanto más la conozcamos.”  -  John Milton
 YO

Hace unos años, recuerdo, ojeando libros de divulgación científica en una librería, fui a parar con uno de Steven Weinberg que al principio de sus páginas venía a desacreditar nuestra visión poética acerca del cielo, de sus planetas, estrellas, galaxias y demás astros celestes, porque bien mirado la verdad física de todo ello no era ajustable ni a nuestro sentir, ni a nuestra capacidad de habitar semejantes mundos. No recuerdo el título del libro (no era los Tres Minutos del Universo, ese ya lo tengo). Allá arriba todo es vacío, frío, cuando no extremadamente caliente y carente de vida. Me quedé un tanto perplejo y pensé como los científicos pueden llegar a ser tan insensibles en su profesión con tal de dar respuesta objetiva a sus investigaciones. La verdad parecía abofetearme en la cara por querer ser humano, demasiado humano. ¿Qué queda de mí mismo si la ciencia no para de contradecirme en todas mis esperanzas por prevalecer más allá del materialismo? ¿Hasta qué punto soy y dejo de ser porque fuerzas fuera de mi control gobiernan mi existencia?
Más recientemente, curioseando párrafos del mamotreto de Peter Watson “Ideas” (más de mil páginas) leo hacia al final una especie de pequeño alegato hacia la ciencia en detrimento de nuestro yo. Algo así como que la Ciencia se ha hecho un espacio auténtico en la historia del pensamiento (Aristotélico) dejando a la zaga al Yo (Platónico), que parece perdido en sus elucubraciones  subjetivas e idealistas, que al fin y al cabo no asientan nada definitivo. Que no hay tal Yo, conciencia, porque no hay forma de encontrarlo. Vamos, que se me queda la cara como si estuviera oliendo un pedo.
Si el problema es que no hay tal Yo, mente, y que todo es pura y llanamente materia me pregunto qué es la energía. Otra forma de materia, no condensada, que diría Einstein. Bien, ¿y si pensáramos entonces que el espíritu, ese Yo personal de cada uno es otra forma de energía, personal e intransferible?  Pero no, para la ciencia lo que llamamos sentir son alteraciones químicas que se dan en distintos puntos del interior del cuerpo humano, que se pueden verificar mediante diversos experimentos. Ya sabes, esas observaciones estrafalarias que hemos visto en ocasiones con ventosas pegadas a una cabeza calva y conectadas a una máquina que dibujan luego en una pantalla rayas. ¿Pero acaso eso iba a definir qué es el asco, el miedo, la alegría, la tranquilidad, la ira, el amor que sentimos de forma distinta hacia unos u otros, el deseo, la voluntad, el erotismo, el amor, el amor, (insisto) el amor?
Más difícil todavía. ¿Hay acaso forma de que los pensamientos se convirtieran en una especie de realidad virtual, (tridimensional al menos) para que se pudieran contemplar en una pantalla tal y como así los vemos en la mente al imaginar? Porque hasta ahora nadie comprende cómo experimentamos casi la misma sensación imaginando cosas que cuando las contemplamos de verdad en un instante al pensar. Instante que a la vez desaparece al instante tomado por otro instante. Pero incluso si la neurología más sofisticada del futuro llegara a proyectar o atrapar nuestros pensamientos y sensaciones en una máquina, demostrando así su existencia material ¿significa eso que carezco de un Yo, que en el fondo todo es química y Física y/o biología? ¿Y que de nosotros mismos no queda nada, nada que podamos responsabilizar de autoría particular?
El Yo en el que creo sería igual a lo que un director de una orquesta hace con los músicos al combinar sonidos para formar una obra musical. Ese Yo lo que busca es armonizar las sensaciones, los pensamientos, ideas y deseos. Un Yo que experimenta, que vive, que procesa información, que siente, sufre y busca refugio, niega o huye, frente a las agresiones que considera negativas para su desarrollo. Un Yo que quiere expandirse, ser más. Un Yo que se sirve de un cerebro pero que no es un cerebro ¿Acaso no queremos celebrar nuestra vida vista y sentida como si fuera una inmensa sinfonía o novela? Aun cuando la ciencia nos quiera revelar que todo cuanto somos no es más que un engranaje intrincado de neuronas que funcionan a golpe de flashes eléctricos no me responde al hecho de que haya algo que selecciona y prefiere unas cosas a otras. Algo que parece moverse detrás de la curiosidad, el conocimiento, la experiencia estética. Tal vez sea la creatividad, o quizá simplemente la huida de cuanto amenaza en destruirnos; la muerte. La misma capacidad de preguntar nos pone en un espacio distinto del mundo ciego del azar materialista. Antes pudo haber sido así, ahora ya no.
También del Budismo niega que haya un Yo. Pero lo hace porque sabe que la mejor manera de que el Yo se sienta a sí mismo es no mediante la introspección, cuestionando la existencia, o cediendo a deseos que nos empujan a la avaricia. El Budismo sabe que la mejor manera de que el Yo se expanda, sea más fuerte, rico y frondoso es mediante la fusión con el exterior, sin exigencias, sin prejuicios ni condicionamientos. Estar fundido con cuanto nos rodea hace que ese Yo se expanda, se abra de manera infinita, como lo son las cosas en su fluir constante que el tiempo no frena.  Porque mediante el intercambio de experiencias entre las cosas es como el tiempo se crea. Esto lo mide la memoria, que conserva en el recuerdo esas experiencias. Sin memoria no habría tiempo. Si el Budismo no cree en un Yo personal no es sino para hacerlo tan expansivo como lo es la luz, que se esparce ubicua en todas las direcciones. Por lo que quizá habría que entender que ese Yo converge en un solo ser que agrupa al Todo, un Yo único como pueda serlo la idea de Dios.
La Ciencia funciona bajo el control y dominio del Yo, que acepta las verdades descubiertas en cuanto que funcionan, interesan y/o se adaptan a la capacidad de entendimiento. Más allá del descubrir o el saber habría que preguntarse ¿saber, para qué? Y una vez más el Yo entraría aquí para extraer las ventajas que nos convienen del juego al que se dedican los científicos. No voy a discutir aquí si de algo nos han servido los descubrimientos que la Naturaleza atesora en su interior. Tengo mis propias valoraciones al respecto. Sólo mencionar la palabra “progreso”, (así entre comillas) puede dar idea de la importancia que exige concederle un valor prudente a la tan sobrevalorada Ciencia. Al menos, tal y como la entiende la mayoría, que busca de ella resultados para someter el entorno a sus necesidades  sin la menor consideración al mismo entorno, como si éste estuviera hecho únicamente al dictamen de nuestras exigencias. Tenemos tanto que aprender, después de tantos milenios despilfarrando pensamiento, que como sigamos haciendo caso omiso del significado del Yo, (lo que de verdad necesita), ese Yo que precisamente no encuentra la ciencia en ninguna parte por ser ubicuo,  acabaremos siendo más tontos que los robots, porque al menos a nosotros nos quedaba la conciencia, o sea el Yo.

Solo hay Yo en la medida en que hay algo ahí afuera. Sin nada exterior el Yo no podría identificarse a sí mismo y la única manera de identificarse es haciendo referencias a lo que hay ahí afuera. No queremos una ciencia, como dijo John Milton “para penetrar en ningún secreto, sino para engrandecer la creación de Dios cuanto más la conozcamos.” Hay dos  componentes que nos forman, uno espiritual y otro material, o tal vez sean lo mismo, dos caras de una misma moneda, porque el uno sin el otro no son sino la Nada. - AllendeAran


 "Los filósofos tienen la doble tarea de integrar las diversas concepciones del mundo y de nosotros mismos [...] y ayudarnos a encontrar un camino con sentido en la vida. Encontrar un sentido a la vida no es cuestión de descubrir un conjunto de doctrinas, aunque si tiene que ver con tener una concepción de la vida; consiste mucho más en desarrollar una sensibilidad. La filosofía no se ocupa sólo de cambiar nuestras concepciones, sino también de cambiar nuestras sensibilidad, nuestra habilidad de percibir y reaccionar a los matices." - Hilary Putnam

"La religión es un insulto a la dignidad humana. Sin ella, habría gente buena haciendo el bien y gente mala haciendo el mal, pero para que gente buena haga el mal, se necesita la religión."  -  Steven Weinberg
"Tal vez la naturaleza sea fundamentalmente fea, caótica y complicada. Pero si es así no me interesa."  - Steven Weinberg


“Incluso esos que piensan que la mente es "sólo" el producto causal de la materia auto-organizandose deberían sentir lo difícil que la Novena Sinfonía es de esta manera, o Otelo, o la teoría de la gravitación."  - Karl Popper.
"Si el materialismo es cierto, me parece a mí que no podemos saber qué es lo cierto. Ya que si mis opiniones son el resultado de procesos químicos operando en mi cerebro, ellos están determinados por las leyes de la química, y no de la lógica."  - J.B. Haldane

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domingo, 20 de enero de 2019


"El destino se escribe a medida que se cumple, no antes."
  Jacques Monod

"El último campo de la metafísica es el potencial creativo por innovar."
Alfred North Whitehead
 
¿SABE LA NATURALEZA LO QUE QUIERE?
Buena pregunta. Y te la voy a responder ya mismo. La Naturaleza no sabe lo que quiere pero sí lo que le gusta. Y en esto reside toda conclusión derivada de la indagación científica que hasta hoy se ha venido desarrollando. La teoría de la evolución así lo constata. Analogías al respecto sobran y son fáciles de entender. Es como un cocinero que combinando especias, hierbas y semillas prepara un buen plato a degustar. Si al probar le sabe bien se lo queda, si no lo descarta. El cocinero cocina pero no sabe qué plato desea, simplemente va experimentando. O también, es como un compositor que disponiendo de notas musicales se dispone a construir una pieza musical encajando las notas sobre el pentagrama y a medida que va alternando notas va dilucidando melodías que, según su gusto, las reserva para luego enlazarlas con otras que están por inventar. Así hasta completar su sinfonía (si es que decide terminarla) De ahí el sistema progresivo, constante y variante del actuar de la Naturaleza, y de ahí que el gusto sea su juez. Es por eso que las especies que pueden o saben adaptarse al entorno permanecen por más tiempo, evolucionan. Buscan además de perdurar, mejorar.
Toda la larga trayectoria de la evolución parece descansar en querer construir un mecanismo sofisticado que vaya más allá del arquetipo primigenio (lectura derivada del reduccionismo al que nos hemos abocado científicamente) Aquella bacteria en el agua, aquella ameba, microorganismos pluricelulares, insectos, peces, anfibios, reptiles, aves, mamíferos, simios, ser humano. Variedad sí, pero con mejoras sustanciales que dejan atrás otras sencillas formas de vida. Muchas siguen ahí todavía porque quizá tengan que ver con la edificación permanente que se da sobre el terreno del planeta. Es decir, son material de construcción del que, por una parte dependemos para nuestra continua existencia y, por otro lado, que utilizamos para mutarnos en otro ser distinto a medida que el tiempo nos lo permite. Un ser aún por llegar, difícil de imaginar, porque aun sabiendo lo que deseamos mejorar, estamos al servicio de las contingencias del azar, la confusa ética social, las posibilidades delimitadas y energías que tan pronto juegan a nuestro favor como nos debilitan. Seguramente porque no sabemos a ciencia cierta cómo deberíamos mejorar, tampoco la Naturaleza lo sabe de antemano.
Diríase que algo se mueve por un propósito teleológico, o como diría  Jacques Monod, teleómico. Dudo que sea cuestión de permanecer vivo por más tiempo, de adaptarse, resistir, y/o existir, porque para eso podríamos habernos conformado con ser piedras. Nada parecería más absurdo que el hecho de existir por el simple hecho de existir. Nada parece más impropio al continuo devenir de la Naturaleza que una parálisis permanente. Es posible que sí haya una finalidad escondida que ignoramos por completo. Nos servimos de especulaciones, pero no son ciencia,  actuamos a nuestra conveniencia, pero no parecemos adelantar mucho. Nos faltan piezas de un puzzle que no sabemos cómo encajar, porque ni siquiera tenemos la visión global del paisaje con el que estamos jugando. Vamos dando tumbos, vaivenes. Si algo queremos con certeza, no a todos parece convencer por igual. No lo tenemos claro, la Naturaleza tampoco. 
Todo apunta a que el interés verdadero de la Naturaleza sería el arte, es decir, la creatividad per se. Ahí es donde parecería ella estar entretenida, regodeándose en el mismo acto de crear, multiplicarse, esparcir sus dotes hasta donde pueda. Teniendo en cuenta que en la combinación de elementos de que dispone y su constante alquimia no hay cese, que su quita y pon, su transformación incesante resulta (paradójicamente) invariable, parecería dar a entender que no sabe qué persigue aunque sí esté conforme con algunos de sus resultados conforme se van dibujando. Se da una perfección progresiva. Se sofistica. Al menos, eso es lo que nos parece haber aprendido si contemplamos con mirada poética la exuberancia de sus innovaciones biológicas que han venido a expandirse sobre la superficie terrestre desde hace ya, estimamos, unos 4.000 millones de años.
Considerando que es la conciencia la única herramienta con la que podemos escudriñar los secretos del mundo natural, me pregunto ¿qué podemos entender por verdad, qué leyes inmutables nos definen si no son aquellas con las que definimos a la misma Naturaleza? Es decir, ¿hay otras? ¿No se será la conciencia reflejo de la Naturaleza como quien se observara en un espejo? ¿No buscamos respuestas en la Naturaleza para nuestras preguntas? ¿No será ella la encargada de seguir y desvelar esas indagaciones? ¿Sabemos nosotros lo que queremos a largo plazo? Si no lo sabemos ¿por qué debería la Naturaleza saberlo? ¿No será precisamente que la oscura teleología que no acertamos a entender en la mutación y evolución de las especies se dé porque tampoco nosotros sabemos a dónde dirigirnos? Si somos incapaces de entender la perfección, imaginar un paraíso, vivir en la eterna complacencia, ¿cómo podemos ir hacia adelante? Somos uno idéntico, fundidos sin remedio a intercambiar ideas. Mutuamente nos encontramos en una encrucijada de la que tal vez dependamos del juego del azar, hasta que podamos llegar a una conclusión que nos permita avanzar. Evolucionar.
Si como hemos venido a creer, es la conciencia del ser humano la creación más sofisticada, será deber de esa conciencia sentirse agradecida a la Naturaleza. Nada resultaría más satisfactorio para Ella que sentirse adulada. Y nada funcionaría mejor que la sentida estética que expresamos, a nuestra manera, mediante el arte. Imitar exactamente lo que Ella misma hace; crear. Pero esta vez no al azar, sino reconciliando sus ciegos misterios que resultan contrarios a nuestros deseos. Esos aspectos que entendemos como negativos, erróneos, dañinos y perjudiciales para la alegría, el bienestar, el placer.  Esa paz reconciliadora que tanto añoramos exige, sin embargo, respeto y cuidado hacia la Naturaleza, (valor ecológico). Estamos, a la vez, obligados, a encontrar una armonía que revalorice el desarrollo personal y social, (la ética).
Pero queda mucho por aprender, mucho para aquellos que viven todavía presos del egoísmo. Esa creencia en que cada uno ha de salvarse como individuo por encima del otro y de todo. Sin que entienda el pobre, pobre de espíritu, que si algo es, es pensamiento, y el pensamiento es sustrato de las vivencias compartidas con la Naturaleza. Sepamos elegir bien de lo que se nos da. Porque si algunos no cuidan de su casa, ¿cómo van a sentirse recompensados, a gusto y en paz allá por donde caminen o tomen descanso? Menospreciar la Naturaleza, obrando a sus espaldas, sin considerar sus cualidades es estar traicionando a su propia raza. Y antes de acabar con el planeta, antes de que este enferme seriamente, mal que nos pese, nosotros seremos los primeros en perecer.
Y si bien no estaremos aquí para presenciarlo y poder contarlo a nuestra manera, la cosa no acabará tan simple y llanamente. La Naturaleza seguirá especulado entonces otra composición sinfónica más armónica que la anterior, arrojando los dados una y otra vez hasta dar con la fórmula que dote de mayores ventajas a sus noveles criaturas. Algo que perdure y se coloque en otra esfera más próspera. Un lugar al que nuestra imaginación no alcanza a saber ahora, tan solo si acaso intuir. Por mucho que desaparezcamos nosotros, algo nuevo acontecerá, otra cosa vendrá a suplantarnos, algo desconocido incluso ahora para Ella, que no sabe lo que quiere pero sí lo que le gusta. - AllendeAran

 
“Las única mutaciones aceptables son pues las que, por lo menos, no reducen la coherencia del aparato teleónomico, sino que más bien lo refuerzan en la orientación ya adoptada o, sin duda más raramente, lo enriquece con nuevas posibilidades.”  - Jacques Monod

 “El hombre solamente selecciona en su propio beneficio, la Naturaleza por aquello a lo que el ser tiende”  Charles Darwin
“Ya que la selección natural funciona sólo por y para el bien de cada entidad, todo talento mental y físico tenderá a progresar hacia la perfección.”   Charles Darwin
"El hombre no está por encima de la Naturaleza, sino en la Naturaleza [...] Estamos obligados a reconocer que Dios no está orientado contra el mundo material (según la Cristiandad) sino orientado por un "poder divino" o "espíritu movible" dentro del mismo Cosmos. Todos los grandiosos fenómenos de la Naturaleza circundante, orgánicos e inorgánicos, son sólo una variante del producto de una misma fuerza original."  Ernst Haeckel

Ilustraciones de Ernst Haeckel (1834 - 1919)

“No es posible una existencia objetiva sin alguna mente que la reconozca; y, a la inversa,  no hay mente posible sin un mundo que exista para ella […] El sistema de la Naturaleza es uno y al mismo tiempo el sistema de nuestra mente.”  -Schelling
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