MIKEL DÍEZ ALABA
Hace unas semanas en Bilbao tuve la oportunidad de ver una exposición del arte de Mikel Diez Alaba que me gustó excepcionalmente, porque esta vez sí, la naturaleza se veía implicada y además sin quitar merito al modernismo que demandan los urbanitas culturetas, que gustan tanto del estilismo abstracto, de lo raro, post-modernos enemigos de la evidencia realista clásica. Sabemos que el artista busca proyectar impresiones pero hoy en día casi nadie apuesta por ser claro y por eso hay mucho arte pero mucho arte malo, porque muchos no saben ni lo que persiguen o quieren expresar. A mí cualquier cosa no me vale. Sé que la naturaleza es un tema tan pincelado que ya poco interesa. La ciudad, la arquitectura mínimal, la línea recta, la tecnología, han usurpado la creatividad libre que por la tierra aún se despliega independiente de nuestros intereses cuadriculados. Sí, porque todavía creo que hay tema en ello, y Mikel Díez Alaba lo ha sabido además plasmar respetando esa exigencia moderna con personalidad y originalidad.
El motivo protagonista de sus cuadros parece ser el viento o la brisa. Así lo dicen sus pequeñas pinceladas de briznas de hierba, hojas o pétalos de flores que danzan en el aire, que vuelan. La niebla o el polvo que velan los paisajes vistos desde la distancia. La naturaleza que se presenta imprecisa, difusa como en sueños, pero agradable y afable gracias a esos colores suaves que van deslizándose por el cielo o el mar. Y luego esos pequeños tintes de color fuertes que salpican desde la base de sus cuadros igual que hacen las flores, plantas y árboles al crecer, que vienen a contrastar la panorámica de fondo. En sus cuadros hay baile, fiesta, alegría, vida, biología. Para qué pedir más.
"Fuerzas del mundo en movimiento que se entregan a juegos
inocentes, ascendiendo en silencio, rezumando frescor,
errando oblicuamente hacia arriba y abajo" -Walt Whitman
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