domingo, 3 de mayo de 2020


"Solo una cosa es segura: vivimos en el filo de una navaja."  - Bill Bryson
"El día en que nos enamoremos de la Naturaleza como de aquella primera chica del barrio, sabremos entonces cual es el puesto del hombre en el Cosmos."  - AllendeAran

DE UTOPÍAS Y DISTOPÍAS

Parece ser que nos has tocado vivir uno de esos episodios insólitos que creíamos únicos de las películas de ciencia-ficción. Desde hacía unos años se nos venía advirtiendo por parte de expertos en ecología que algo dramático era de esperar: por el estrés vertiginoso al que se le estaba sometiendo al planeta, el forzado consumismo al que asistimos, el desgaste de otros hábitats, nuestro desprecio por lo verde, la esclavitud al que nos someten las nuevas tecnologías, las costumbres insalubres que mantenemos con los animales. El tren de vida que llevábamos en el mundo es de una velocidad insostenible. Pero nada parecía que podría detenernos. Occidente se sentía protegida en su ufana riqueza. Las epidemias no resultaban del todo serias y cómo además sucedían en países lejanos o más pobres, ¿qué temer? Pocos se sentían amenazados. Hasta que llegó. Lo que parecía una epidemia se convirtió en una pandemia y así todo el planeta queda involucrado. Ahora nadie se escapa, de momento lo que toca es salvar vidas y, a la vez, desde el confinamiento, tomar conciencia: para no acelerar el contagio y proteger al sector sanitario ya saturado de contagiados y, desde el mismo confinamiento, para pensar qué haremos para que esto pase, rezar para que pase, aprender de lo que pase.
Ya se han sembrado cientos de opiniones por las redes de muy distinta índole. Periodistas y filósofos tienen mucho que decir…, pero no nos engañemos. Esto que nos acontece ha sucedido en la madre Tierra muchas otras veces de varias maneras. El castigo divino nos cae del cielo sin que sepamos realmente por qué. Los anales de la historia tienen registros de terremotos devastadores, explosiones volcánicas tremebundas, ciclones, sunamis, pestes, eras glaciales, sequías…. ¿Qué hemos hecho para merecer esto? Las guerras tienen una explicación atribuible a nuestros pecados, pero cuando la tierra se enfada nos sabemos bien por qué, ya que que pagan justos por pecadores. ¿Qué se trae en lo más íntimo de su ser, Gaya, nuestra madre la Tierra, para tratarnos con tanta crueldad? Quizá busque el equilibrio natural, salvaguardar la vida, mejorarla con algún propósito. Nadie sabe nada, todos especulan. Sin embargo, algo en concreto le sucede a la especie humana cuando se enfrenta a una de estas calamidades: el hombre se cuestiona si sus virtudes más valoradas habrían sido descuidadas. Se pone en cuestión nuestras actitudes éticas.
Es por eso que ahora, desde el confinamiento, la tarea más prioritaria pueda ser la de atajar y superar la pandemia, pero lo que venga después puede ser tan demoledor como la misma enfermedad que provoca el virus. Esta crisis nos lleva de nuevo al derrumbe económico. Nuestros pecados como en las guerras se van a ver juzgados por las ideas gregarias que tanto nos definen como sociedad, nos necesitamos unos a otros, como especie y como individuos. La sociedad que formamos y que nos describe como civilización está de nuevo dañada. La balanza de la justicia se desequilibra más aún de lo que estaba. ¿Los pobres serán más pobres, los ricos más ricos? Los valores éticos quedan sometidos a examen de nuevo. Qué nos espera y cómo lo solucionaremos es un dilema espinoso del que todos los listillos quieren opinar. Yo no voy a ser menos.
De momento no faltan agoreros, idealistas, propuestas, acusaciones a responsables e irresponsables. A mí, personalmente, lo que más me preocupa es la incertidumbre. Nadie sabe lo suficiente cómo para poner la mano en el fuego de lo que será de nosotros dentro de un mes o dos, el otoño que viene o el año que viene. Kant decía que la inteligencia del individuo se mide por la cantidad de incertidumbres que es capaz de soportar. Esto que nos ha caído del cielo es propio de la Naturaleza, y lo cierto es que sí, podría tratarse de un castigo divino. 
En los últimos años mi confianza en la sanidad ha menguado en igual escala a mi confianza en los bancos. Tengo mis razones, pero no las voy dar, más que nada porque sería largo de explicar y, además, es cosa privada. Pero puedo decir algo. Me espanta la dejadez, la falta de consejo médico acerca de una alimentación o vida saludable que la población debería de seguir. Que no extrañe a nadie que luego el sistema inmune funcione tan mal frente a las infecciones víricas. Gente que por su nefasta forma de alimentarse es obesa, diabética, hipertensa, o sufre de intolerancias, alergias, colesterol, alzhéimer, artrosis… No, no es que estuviéramos mal preparados con los epis, o los equipos esenciales en caso de una emergencia masiva. Eso es siempre difícil de prever. Frente a estas emergencias de catástrofe toda precaución puede ser poca. Amenazas las tenemos de todo tipo todos los días y cualquier desastre puede estallar de inmediato sin que se sospeche. 
El problema es que la sanidad, los médicos, concretamente, han jugado a ser solo socorristas de playa, y no nos han querido enseñar a ser previsores, a saber nadar y entender el mar, valga la analogía. Entre otras cosas porque la sanidad está al amparo de la farmacéutica, vendida a sus milagrosas pócimas químicas, que por lo general te curan de una a cambio de perjudicarte con otra. Salvo aquellos casos que requieran cirugía, la sanidad tiene menos credibilidad que la de rezarle a Dios con las manos juntas mirando al cielo. Mi consejo: cuídate. Sus consejos: toma receta. En cuanto a los bancos, ya que la crisis a la que asistimos también es económica, no hace falta decir a quienes tengan unos ahorros del peligro al que se exponen. Así que no me queda otra, tengo el dinero en el banco por no guardarlo en casa y al médico voy por no ir al curandero.
De las pandemias, por lo que sé, de la misma que vienen se van, si bien, esta puede ser distinta, tal vez más liviana, tal vez más virulenta. La tierra puede tener sus motivos para diezmar a ciertas especies, aunque no parezca acertar a la hora de elegir a sus culpables. Cualquiera no entiende las intenciones de la Gaya ciencia. Las tragedias naturales que ha sufrido este planeta han sido de muy variada índole. Lean algo acerca de fenómenos geológicos que ha sufrido la tierra. Se van a quedar asustados. De hecho, estamos teniendo una suerte milagrosa. Antes no había tanta contaminación, polución, aumento demográfico, desgaste…, tanta basura, y sin embargo, acaecían desastres que solo Dios sabe por qué.
La gente antiguamente, la muy religiosa, tomaba acto de conciencia, rezaba para redimirse de sus pecados, esos cometidos contra la moral dominante, incluso de las fantasías impías o indecentes que podrían haber imaginado. Ahora seguimos tomando conciencia de qué errores hemos podido cometer para merecer esto, pero lo malo, lo más penoso, es que no hay evidencias convincentes de por qué recibimos esta sanción por parte de la naturaleza. Porque hábitos contra natura los tenemos en cantidad. Mismamente podríamos ser el peor virus que hormiguea por la faz de la tierra. Lo hemos socavado todo, envenenado mares y ríos, contaminado el aire, exterminado especies, pisoteado y cubierto de asfalto vastas planicies verdes. Ya, ni siquiera mirar al cielo es un hecho limpio: por la noche no se ven las estrellas, por el día, el azul se ve rallado de líneas de humo de aviones militares. Un virus, al fin y al cabo, es un patógeno tan natural como el ser humano. Existe, y eso le concede algún derecho. A la hora de elegir sus víctimas no considera quien ha sido bueno o quien malo. Y sí, yo distingo y divido a la humanidad entre buenos y malos. No todos merecemos el mismo trato de las inclemencias enfermizas que se presentan.
Ahora que vivimos una pausa obligada, como cuando el tren se para en la mitad del túnel largo rato, parece que tenemos tiempo para reflexionar sobre el existencialismo, con miedo y esperanza a la par: por lo que pueda venir después. Cómo deberíamos comportarnos en el futuro será un examen de pasar a la universidad. Ya sobran opiniones de mucha “mea culpa” y acusaciones al ego avaricioso del capitalismo. No sin razón. Pero no nos engañemos, nadie va a acertar del todo. Yo auguro una vuelta a la normalidad. Apuesto por continuar esta distopía asentada en el egoísmo, baja solidaridad y acelerar el placer consumista, a ver si reventamos.

Otro de los mayores fracasos de esta sociedad occidental está en que son las máquinas, las nuevas tecnologías las que dibujan el camino por el que tenemos que seguir andando forzosamente. Si lo podemos tener mejor, (sea lo que fuere) iremos a por ello. No importa si es innecesario, prescindible, nocivo, o si perjudicamos a los ecosistemas. Hay que continuar, deprisa y corriendo. Por otra parte, si apostamos por otro estilo de vida más pausado, hay que contar con el reciclaje mental de cuantos no entenderían ese nuevo estado de vida. Y eso es harto complicado. La balanza no está solamente desequilibrada ente ricos y pobres, sino entre educados e incultos ¿Un mundo mejor? Claro que se pude, si pudiéramos ponernos de acuerdo. Pero muchos se han quedado atrás, anonadados con el rumbo que estas nuevas tecnologías imponen, la vulgaridad de las masas, la incapacidad de entender ese nuevo camino a seguir: camino evolutivo que pone en entredicho, muy severamente, el producto materialista al que se ha consagrado la vida laboral. Sin interés de por medio, (interés financiero, se entiende) cualquier propuesta es abolida, se toma por quimérica: una utopía.
Yo también he ideado mi propio mundo, que guardo en mis adentros como un tesoro. Esa utopía que me sabe a paraíso perdido. Hecho a retales de los recuerdos gratificantes de mi infancia y de sueños que no se cumplieron en mi juventud. Fantasías poéticas que tuve que esconder de las burlas o la ignorancia. Confieso que yo también espero que al menos una pizca de eso con lo que sueño llueva sobre el mundo. Con unas pocas gotas bastaría. Un poco más de justicia, de amor, solidaridad, empatía. Pero dicho así suena demasiado iluso, no concretiza nada. Llevamos demasiados años intentando convencer al capitalismo para que sea más generoso con los más necesitados, de que la igualdad confiere mayor seguridad al planeta, que esto es cosa de todos. No hay manera. La insolencia y la indiferencia con los demás nos caracterizan cuando las cosas juegan en nuestro beneficio. En fin, para no alargar demasiado mis puntos de vista, que pueden ser largos y tediosos, voy a ser simple:

El día en que el hombre se enamore de la Naturaleza como lo estuvo de la primera chica del barrio, entonces empezará a entender su puesto en el Cosmos (guiño a Max Scheler). Los poetas lo saben. Los poetas románticos lo ensalzaron. Algunos se siguen riendo de esto. Prediquen el cariño a sus hijos para que sean sensibles. Participen del misterio que la vida ofrece. Hagan bellas conjeturas. Investiguen para entretenerse y alucinar con los nuevos descubrimientos que engrandecen lo finito. Siempre cabe un más allá. Que los jóvenes den, en soledad, largos paseos por los montes, las playas, los bosques, cualquier lugar donde no haya asfalto, ni líneas rectas. Que aprendan a pensar, a ser observadores en silencio. Cosechen experiencias que se puedan recordar con nostalgia al pasar los años, cuando se sientan perdidos en la oscuridad. Miren más a menudo a las nubes. Busquen la luz. No digo más.  - AllendeAran


 
"Hay algo fundamentalmente incorrecto en tratar a la tierra como si fuese un negocio en liquidación" - Herman Daly 

"En la naturaleza nada ocurre en forma aislada. Cada fenómeno afecta a otro y es, a su vez, influenciado por éste; y es generalmente el olvido de este movimiento y de ésta interacción universal lo que impide a nuestros naturalistas percibir con claridad las cosas más simples" - Friedrich Engels

"Una perspectiva filosófica es la auténtica institución del pensamiento y la vida. El tipo de ideas a las que atendemos, y el tipo de ideas que nos sumen en contextos insignificantes, gobiernan nuestros miedos, nuestro comportamiento. A medida que pensamos, vivimos. Esto es por lo que un ensamblaje de ideas filosóficas es más que un estudio especializado. Moldea nuestro tipo de civilización."  - Alfred  Whitehead


 
"Hemos sido elegidos, por el destino, por la providencia o como quieras llamarle. Somos, al parecer, lo mejor que hay. Y podemos ser todo lo que hay. Es una idea inquietante el que seamos el máximo logro del universo viviente y, a la vez, su peor pesadilla." - Bill Bryson.


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