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viernes, 19 de noviembre de 2021


“- ¡Los robots no tienen baño!
- Ah, y ¿dónde fuman cuando van al instituto?” - Futurama 

"Lo vivo es invención constante, creación de formas, elaboración de novedades, impulsadas por un élan vital. De ahí que, el universo no puede tener como sustrato un sistema de leyes." - Juan Arnau

 

RETRASADOS MENTALES
(Robots y Transhumanismo)

Tengo una amiga que anda un tanto preocupada ante el futuro tecnológico que se avecina, (como cuando vemos nubarrones avanzar a nuestro encuentro y estamos sin paraguas, algo así). Creo que su miedo se basa, más que nada, en la pérdida de lo que hasta ahora hemos sido: personas con sentimientos, seres humanos. Ella piensa que la IA, (inteligencia artificial), los nuevos robots, podrían superarnos en sabiduría, dominar la mente y, en consecuencia, dejarnos en desventaja, ser ellos más listos que nosotros. Cree además que nosotros mismos podríamos formar parte de esa familia, es decir, robotizarnos en algo nuevo que se llama transhumanismo. Mi amiga se ha visto algunas conferencias recientes al respecto que ha compartido conmigo. Yo ya había oído algo acerca de esto, de hecho, la ciencia ficción lleva decenios tratando el tema, pero parece que ha llegado el momento en que algo de verdad se cuece a nuestras espaldas, porque la ciencia, la tecnología más concretamente, se mueve a pasos de gigante, dejándonos tan atrasados como lo serian hoy nuestros abuelos con un "smart-phone" en sus manos. Hay expertos cuya sapiencia en cuestiones de avanzada tecnología nos dejarían a la par que los analfabetos. Lo que no tengo tan claro es si su mentalidad de expertos está a la altura de lo característicamente humano: la ética, el sentido de la vida, dónde o cómo la felicidad. Es decir, si tienen alguna pauta, alguna idea o concepto del devenir humano, de qué necesitamos realmente para prosperar en este mundo, de cuales han de ser las creencias para sentirnos a gusto, aquí ahora, donde estamos, o hacia donde nos dirigimos.
Pero vamos a hacer un pequeño sacrificio y por un momento atender las intenciones de esos expertos en tecnología. Luego enseguida ajustaremos cuentas. Cuando uno se encuentra seducido por desarrollar una idea lo lógico es satisfacerla. Ya lo decía Oscar Wilde, “La mejor manera de acabar con una tentación es ceder”. Si tenemos la idea de que mediante un invento nuestra vida puede mejorar, ¿cómo resistirnos a no hacerlo? Así ha sido desde el principio de la historia, desde la rueda al avión ¿Cómo negarse a eso que promete hacer nuestra vida más fácil, más cómoda, más próspera si se puede? 
No hemos venido a este mundo para estar de brazos cruzados. Es obvio que nos debemos a una evolución, a ir más allá. Por lo tanto, no quisiera caer en la definición de ser un amargado reaccionario y demos luz verde a las ideas de bonanza que el progreso conlleva. El problema surge cuando a la larga uno observa los cambios que se han producido respecto al pasado, de cómo eran las cosas cuando éramos pequeños y lo mucho que han cambiado con los años. Tenemos más y mejor, pero la felicidad no parece agraciarnos del mismo modo. La pregunta aquí, para todos esos materialistas que apuestan con los ojos cerrados por la prosperidad tecnológica, sería. ¿Creen de verdad que nosotros por tener ciertas ventajas científicas somos más felices que nuestros antepasados? ¿Cómo es posible que todavía hoy, con la abundancia de artilugios tecnológicos que se han inventado para favorecer la vida, no estemos más contentos?
Parece que todo nuevo invento traído a favorecer nuestra existencia viniera cargado a la vez de efectos secundarios contraproducentes. Tenemos consejos sabios a mansalva. La religión misma pudo fundarse bajo la mala experiencia que nuestros más antiquísimos antepasados sufrieron en sus carnes. El pecado es tomar el camino equivocado a conciencia, a sabiendas de la posibilidad de descarriar y, además, haciendo daño al prójimo. Pero al parecer, poco o nada aprendemos del pasado, ni de cuantas advertencias nos pongan en guardia. La falta de respeto por los derechos de cada persona, animales y entorno, venidos a existir de una u otra manera en este mundo, es una de las principales ofensas que los humanos cometemos. En las decisiones a tomar convendría pensar si en ellas perjudicamos a otros. Y por otros no me refiero a coetáneos de nuestra raza, sino a otras especies y su ámbito, naturaleza y hogar que es también parte nuestra. Si desde hace siglos hubiéramos tomado conciencia de este prerrequisito, seguramente muchos de los errores que ahora sufrimos no habrían acontecido. Los inventos por la mejora de las sociedades, las nuestras, (siempre el Yo, lo mío, lo nuestro) son responsables de muchos daños que luego cuesta corregir.
Volviendo al caso de los robots que muy bien podrían funcionar como esclavos a nuestro servicio, no acierto a entender a qué esa obstinación en perfeccionarlos hasta el punto de que superen nuestra inteligencia. De entrada, no puedo entender cómo podría hacerse. Un robot nos puede ganar al ajedrez, pero todo cuanto tiene dentro es una información de variaciones matemáticas que se ajustarían a las reglas del juego. Sería, al fin y al cabo, información chivada, unas cuantas reglas administradas por medio de algoritmos: pura programación. Obedece reglas. Bien es que esa información nos puede ayudar más rápidamente a superar problemas que nuestro cerebro no acierta a solucionar con rapidez. Se trataría de una ayuda compartida, en la que, en un determinado momento, convergen diferentes tareas humanas para un determinado propósito. Nosotros tomamos provecho de ello, pero el propósito es nuestro. Ninguna pega al respecto. Mismamente, los libros cumplen esa función: enseñan. 
Desde el preciso instante en que surgieron las ideas, en que el pensamiento se puso en acción para plasmar determinados deseos, la evolución se abrió camino rumbo al bienestar, el placer, la comodidad, la seguridad, la salud... Sin embargo, hemos de tomar conciencia de que algo no termina de funcionar correctamente, puesto que nuestras vidas parecen debatirse contra algo que parece esquivo, huidizo de todas todas. Algo que no se ha dejado atrapar en el transcurso de los siglos. A saber: esa tan ansiada felicidad, o cómo estar en armonía con la vida. Una serenidad permanente no exenta de entusiasmo.
Un robot puede dar respuestas a determinados estímulos que previamente han sido programados pero jamás tendrá un Yo que le encauce a buscar un destino independiente de la información que se le haya introducido. No tendrá una invención determinada por estímulos sensoriales. Sin estímulos sensoriales el conocimiento sería ciego, cojo, anodino. Ponle delante de una pieza musical triste, ¿podría llorar? Dale un pisotón en el pie ¿podría gritar de dolor? Pídele que te pinte un cuadro romántico ¿entendería lo que pinta? ¿Cual sería pues su sentimiento? Por más empeño que el ser humano ponga en crear artificialmente su esencia a imagen y disposición, sólo veo desaciertos en el propósito. Tenemos ya una buena manera de crear vida inteligente, simplemente dando luz a nuevos bebés. Que si bien educados, en libertad, paz y respeto a su autonomía, sabrán encauzar el destino de las sociedades.
Pero vamos a ir más lejos y adecuar las presuntas ventajas de la nueva ciencia microscópica, la nanotecnología, que aplicadas al ser humano sería dar el salto a lo que llaman el transhumanismo. Alimentar las capacidades del intelecto humano con mayor carga de sabiduría sin que lo haya podido procesar el cerebro de forma adecuada, natural, ¿no nos volvería locos? Piénsalo bien. Estimular la bioquímica del cuerpo para variar nuestras ganas, el humor triste o alegre, ¿no podría acarrear consecuencias peores que las drogas más adictivas? Por otra parte, comunicarnos o transferir datos de un cerebro a otro sería casi como entrar en la mente del vecino, eso que llaman telepatía. Pero si pudiéramos saber que piensa nuestro compañero ¿no sería como cargar con dos mentes a la vez? ¡Cómo si no tuviéramos bastante con poder entender la nuestra propia! ¿Cree alguien estar preparado para tal allanamiento? Todas estas aparentes ventajas que promete el transhumanismo presagian un grave defecto. Y es que la sabiduría del ser humano pasa primero, y ante todo, por la experiencia sensible, procesada en sensaciones, propias, personales e intransferibles por su intimidad y plena libertad, para luego archivarse en la mente en forma de recuerdos: tarea de la memoria. Si el conocimiento no se aplica bajo las normas de la experiencia sensorial no habremos aprendido nada. Seremos seres insípidos, apáticos, absurdos. No sabremos comprender ni el cómo, ni el porqué, ni para qué hacemos qué.
Tenemos un Yo que predispone estímulos, deseos, que nos empuja a tomar direcciones, que nos educa con una especial preferencia a algo que cada cual y de forma libre decide. Sin respeto a esa libertad individual el mundo acabaría por oxidarse. La carrera por el dominio de las fuerzas naturales para que funcionen a nuestro favor no ha beneficiado en nada al bienestar interior. ¿Por qué? Cuando uno lee las reflexiones de antiguos filósofos, preocupados por la felicidad, se observa lo poco que en esa temática hemos avanzado. Seguimos sin dar respuesta eficaz a nuestra vida y las respuestas con mayor carga de sabiduría poco o nada tienen que ver con el progreso tecnológico. Es más, da la impresión de que la aparente comodidad en la que vivimos, nos ha traído otros nuevos desafíos, por la cantidad de efectos adversos que nadie supo anticipar. No nos engañemos, no somos más felices de lo que fueron nuestros antepasados. Cada persona de cada época se adapta a sus circunstancias sociales. Se puede tener la mala pata de caer en una etapa de malos tiempos, de cambios dramáticos, época de guerras o entre guerras, pero por lo general las vidas tienen sus propias experiencias que pueden ser tan gratificantes o amargas como la de cualquier otra persona, viva donde viva, sea de donde sea, o de otro siglo cualquiera.

La felicidad no es tarea de robots o nanotecnologías invasoras en nuestro cuerpo, ni tampoco un problema de alterar el proceso bioquímico. Es un problema mucho más complejo. Es un juego sensorial, de comunicación y expresión. Bien el goce de la contemplación o de un ir más allá de la realidad, si se quiere. Es un juego de creatividad, de fantasía, en el que miles de factores se alistan para fraguar alguna nueva experiencia. Cualquier recurso artificial, forzado, espurio, será como hacer trampas en el devenir natural y eso terminará en fiasco. Lo sabemos por la contaminación que hemos generado. El ruido y los malos olores. La insatisfacción continúa, estrés y ansiedades, depresiones y enfermedades raras. Es preciso apreciar el entorno que nos rodea y saber si aportamos algo fructífero. Basta ya de ciencias no integrales, de egolatría y avaricia. Basta de expertos materialistas y de control psicológico.

Es hora de recuperar parte de la naturaleza perdida, del carácter afín a lo voluble, a la diversidad, a la empatía y la sinceridad. Por una educación más abierta al arte, a la estética, poesía y filosofía. Hay que limpiar el espejo en el que nos reflejamos, que no es otra cosa que eso que está ahí afuera, a donde miramos: el mundo. De donde extraemos el sustrato que nos fundamenta, el conocimiento. Cuánto más limpio y bello se vea ese mundo mejor nos sentiremos por dentro, que es al fin y al cabo lo que todos perseguimos. - AllendeAran

 

 

"La mayoría de la gente no se embarca en un viaje serio de autoexploración porque descubres muchas cosas que no te gustan sobre ti mismo. Pero, ahora, la tecnología nos está obligando a hacer esta búsqueda espiritual. Pagaremos caro si no la hacemos." - Yuval Harari
"Las ciencias se ven empujadas a ser inhumanas, a no considerar aquello que importa en la vida de las personas, pues resulta irrelevante para el devenir físico del mundo." - Juan Arnau


"¿Hasta qué punto podemos modificar el cuerpo y la mente con ingeniería genética, o con cirugía, o con una interfaz cerebro-computadora? Pero las preguntas de fondo son las de siempre: ¿qué significa ser una persona?, ¿qué cualidades humanas son valiosas?"    - Yuval Harari

“Olvidaos de la inteligencia artificial. En el nuevo mundo de los grandes datos en que nos encontramos, es la idiotez artificial lo que deberíamos estar buscando”.  - Tom Chatfield

 
 
"Creatividad es el universal de los universales" "Creatividad es le principio de novedad" . Creatividad es la categoría "última", definitiva, postrimería de todo el orden del ser. Y los inventos, novedades y creaciones no pueden ser deducidas, en el sentido riguroso de esta palabra" - Juan García Bacca on Alfred North Whitehead.

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martes, 8 de septiembre de 2020


"La suerte de toda la humanidad, lo veo,
Esta en manos de locos.
Confusión será mi epitafio
Mientras me arrastro por un agrietado y quebrado sendero
Si lo logramos podremos todos sentarnos y reír.
Pero me temo que mañana estaré llorando
Sí, me temo que mañana estaré llorando."
 (Epitaph - King Crimson)


 EQUIVOCARSE

Me fastidia una barbaridad cuando parece que tengo las ideas claras acerca de cómo se ha de vivir pero los acontecimientos de la historia, tanto global como personal, me contradicen con sus salidas inesperadas. Entonces me pregunto, observo, reflexiono sobre qué hago mal, si no debería pensar de otra forma y tomar distintas estrategias teniendo en cuenta otros factores que no he llegado a reconocer. Tal vez sea yo el que se equivoca y no sé aceptar las propuestas de la sociedad que, por lo general, es la de la mayoría. Remar contra corriente resulta agotador, por lo que tampoco es que me ponga del lado minoritario porque sí. Mal me sienta también cuando la naturaleza contradice mis buenas intenciones, precisamente aquellas que van en favor de lo que ella misma propugna; la Vida.
Uno se puede equivocar, por supuesto, lo malo es cuando la corrección que viene al caso no llega a convencer, y no porque uno sea orgulloso, idiota o duro de mollera, sino porque no son las reglas con las que hemos jugado desde el principio de los tiempos. Esas reglas que rigen el sentido común o lo que se entiende por ética. Tengo claro que de sabios es mudar de ideas, como decía Machado, pero no me puedo adherir a aquellas nuevas que afectan negativamente lo que de mí más aprecio, eso que me hace humano; el afecto con el que contemplo la naturaleza y el cariño al que me debo a las personas que me rodean. Salud y Alegría van de la mano y eso exige responsabilidad con la Naturaleza. Cosas básicas, cosas que nadie pondría en duda, pero que corren peligro de extraviarse en el conjunto de las sociedades, sobretodo cuando son conducidas por un mal ego. De ahí un enfado a veces con los amigos, o en el peor de los casos, las guerras.

Saber si uno tiene o no razón es a menudo cuestión de tiempo, pero la espera, aunque merezca la pena al final, puede llegar demasiado tarde para quienes creyeron tenerla. Muchos han muerto por sus ideales y otros los han abandonado por falta de comprensión y esperanza. Una derrota puede llevar a largo plazo a una gran victoria, pero no estamos para perder el tiempo. Queremos la recompensa aquí, lo más pronto posible y mientras vivimos. La verdad, que entre sus varias definiciones es aquello que funciona, toma su tiempo hasta que la mayoría la entiende (por fin) y, por ende, la acepta.
Verán, mi táctica respecto a mi forma de actuar, es hacer lo que considero correcto. Saber qué es lo correcto no es fácil, tiene sus contra avenencias. Se necesita circunspección y, además, no dejarse llevar por sentimientos inadecuados o emociones engañosas. Menos aún dejarse llevar por intereses particulares; los caprichos del ego. La idea es optar por aquello que mejor se adapta a las necesidades del conjunto, con vistas a revalorizar el principio Vida. Es importante aprender, agradecer los buenos momentos, saber dónde habitan, atesorarlos en el recuerdo y, ante todo, tener un cariñoso concepto global del hábitat que nos mantiene.
Ya decía Bertrand Russell que “el problema de la humanidad es que los estúpidos están seguros de todo y los inteligentes están llenos de dudas” A mí me pasa esto, y para nada me considero inteligente. Tal vez sea esa otra de mis dudas. A lo que iba.., como no me gusta meter la pata, errar, a veces ni me atrevo a encarar una discusión, tomar una decisión o tomar acción. Es posible por ello que los indecisos a menudo pasen por cobardes. Otras veces sí creo estar seguro de mis razones y me animo a defenderlas. Si luego me equivoco, por lo menos que nadie me acuse de haber obrado de manera malintencionada  o irresponsable. Yo actué de corazón.
Estamos adscritos a una sociedad igual que si fuéramos piezas diminutas de un sofisticado reloj. Hasta ahora, mal que peor, hemos conseguido acomodarnos en esa estructura máquina relojera. El gran reloj funciona. Pero para quienes gustan de pensar, se preguntarán para quién funciona el lujoso Rolex en el que estamos inmersos. Quién mira la hora, con qué propósito. Porque alguien, más allá de nuestro puesto en la máquina, toma decisiones que afectan nuestra labor, nuestra vida, nuestra libertad. Somos piezas sí, pero este reloj del que hablo tiene vida, tiene pensamiento y emociones, está compuesto de personas, cada cual cumple su cometido. Lo malo de vivir en esta sociedad que emula un reloj es que mientras todo está bien engrasado, mientras funciona, nadie piensa. La masa no quiere problemas, (ni yo tampoco) pero cuando la zona de confort se ve amenazada tal vez sea bueno ponerse en guardia antes de que sea demasiado tarde. Cuanto más tiempo perdamos, más nos costará recobrarlo. Estoy hablando de la libertad, que algunos no saben todavía lo que eso significa, hasta que la pierden por completo.
Vivimos en este momento, al término del verano del 2020, momentos de una incertidumbre y un miedo como nunca antes creo recordar. La sociedad parece amenazada desde dos frentes. Por un lado, una pandemia que no termina por desaparecer y amedranta con posibles rebrotes, y por el otro, un estado de alarma ante el temor de esos rebrotes que, a juzgar por sus normas incoherentes, más parecen infundir un terror propio de estados totalitarios que ganas por aplanar la enfermedad. Ambos frentes se complementan. Se entiende que hemos de obedecer ciertas ordenes con tal de acabar con la crisis sanitaria en la que hemos caído, sí, pero… ¿A cualquier precio? ¿Acaso el fin justifica los medios? ¿Acaso no puede el remedio ser peor que la enfermedad?

Las últimas medidas que los gobiernos de muchos países han adoptado para mitigar la pandemia que nos sacude están poniendo en evidencia una situación social insólita. Tan insólita que da qué pensar si no parecen ocultar otro problema más serio y grave. Algo se nos escapa, algo que no llegamos a entender y que se antoja siniestro. ¿Algún secreto de estado? Porque cuando alguien miente es porque oculta algo que nos ofendería o nos asustaría más de lo que nos quiere hacer creer. Aquí nos faltan piezas del puzzle para poder entender la situación al completo. La realidad se ha vuelto irreal. Bajo la amenaza y la imposición, se están decretando unas restricciones sociales que nos empujan a caer en el MIEDO y el ABSURDO. Y todo a pesar de su incongruencia, que muchos no consiguen entrever. La falta de contacto humano, la soledad, el distanciamiento, la obediencia ciega, la humillación incluso, se están imponiendo sin cordura. Están haciendo que perdamos el análisis del sentido común. Todo propio de los estados totalitarios.
Y no es ya cuestión de seguir una única hoja de ruta para no perdernos o acabar confundidos, porque de lo contrario no salimos de este embrollo sanitario, dirán ellos. Lo siento, pero NO. Algo está censurado o secuestrado, algo que no quieren que sepamos. Jamás podría creer que medios de comunicación, periodismo y partidos políticos estuvieran tan firmemente de acuerdo con las medidas que adoptan quienes están al mando de la nación. Que todos a una remen en la misma dirección, me da que pensar. Que se cierre toda cobertura a resoluciones u opiniones diferentes, como si se tuviera a la población por estúpida. Cómo si ésta no sabría juzgar lo que mejor le conviene. En un estado democrático jamás esto ha funcionado así. Algo falla. Algo no encaja.
Qué puede ser lo que se nos escapa para poder entender el sombrío panorama en el que nos encontramos es lo que me ha empujado a buscar otras fuentes de información. Recabar artículos, informes, conferencias, criticas que puedan darme otro punto de vista y pueda así, con mayor nitidez, contemplar lo que es VERDAD. Hay que entender que la verdad, como decía Alfred North Whitehead, no es absoluta, sino que con el tiempo se va perfeccionando. No tengo esa VERDAD con la que me encararía con la sociedad ciega, pero si tengo una verdad que se adapta mejor a mis interrogantes. Y con esa medio verdad me defiendo mejor de esa otra verdad de los políticos, marchita, que huele a farsa, a podredumbre. Con mi verdad creo tener unas gafas con las que veo mejor. Será cuestión de esperar, como decía al principio, aunque en la espera se me vaya la vida. Esperanzas todavía me quedan de que la sociedad despierte, deje de ser  NEGACIONISTA, y preste atención a otras voces.
Confieso que me da miedo tener razón esta vez. Y hasta rezo por estar equivocado. Porque lo que voy descubriendo augura un mundo tan sumamente egoísta, cruel y despiadado que, (y una vez más, porque no es la primera vez en la historia) uno preferiría no haber nacido. No pienso entrar en detalles. Actúo como mejor me dicta la razón y la paciencia. No estoy solo. Somos pocos, pero podemos crecer y sacar a la luz a esos personajes perversos que se esconden atrincherados en sus poderosos bancos. Demos tiempo al tiempo, y mientras tanto, busquen fuera de los medios típicos de comunicación esa otra verdad de la que hablo. A ver si les convence más. Aunque les prevengo, no les va a gustar. Pero así es la verdad en ocasiones, bella para el raciocinio y fea a las emociones humanas. Pero estamos en ello, en que ambas posturas se centren en una y sola entidad, la JUSTICIA, que es parte de la armonía integral que nos incumbe a todos. Eso nos recompensará con eterna alegría de todo lo sufrido anteriormente. -AllendeAran.



"Es más fácil engañar a la gente que convencerles de que han sido engañados."  
- Mark Twain 
"Una nación de corderitos engendra un gobierno de lobos."
 - Edwar Murrow
"Cuando todos piensan igual es que ninguno está pensando." 
- Walter Lippmann 
 


"La urgencia por salvar a la humanidad es casi siempre una falsa urgencia por dominarla. "  - H.L. Mencken
"La libertad es... el aire sin el que no podemos estar, que respiramos sin darnos cuenta, hasta que llega la hora cuando, desprovistos de él, sentimos que nos estamos ahogando."  - Allbert Camus
"Nos mantenemos alerta contra enfermedades contagiosas para el cuerpo, pero nos descuidamos en cuanto a esas más peligrosas enfermedades colectivas de la mente." - Carl Jung

"Quien supera realmente sus miedos, será realmente libre."  - Aristóteles
"La verdad se corrompe tanto con la mentira como con el silencio."  - Cicerón

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sábado, 25 de junio de 2016


Jürgen Habermas, en el impresionante marco de la iglesia de San Pablo en Fráncfort. "Lo más inquietante", dijo, "es la irreversibilidad de los sufrimientos del pasado —la injusticia infligida contra personas inocentes, que fueron maltratadas, degradadas y asesinadas— sin que el poder humano pueda repararlo. Y añadió:La esperanza perdida de resurrección se siente a menudo como un gran vacío.

Extracto de un párrafo de un ensayo titulado “¿Vivir sin ética, vivir sin religión?” que Manuel Fraijó escribió en El País el 8 de Febrero de 2014. Quisiera a raíz de ese ensayo desarrollar un rato más el tema que se expone acerca de la ética y la religión, de sus similitudes y sus diferencias.

CÓMO  EL CIELO LO HARÍA POSIBLE NADIE LO SABE

Puede, en verdad, el dolor convertirse en lo más dramático de la vida por su condición de haber pertenecido al tiempo. Es decir, se queda atrapado en el recuerdo y puede volver una y otra vez a insinuarse amenazante en el pensamiento. Imaginarnos fuera de las garras del tiempo resulta imposible, tan imposible como imaginarnos fuera o distintos de lo que somos en vida. Vida y dolor van unidos. El dolor viene por lo tanto a ser un hecho irreversible del que no podemos ser indemnizados, (cómo el Cielo lo haría posible nadie lo sabe) Se convierte de esta forma en una cicatriz indeleble. Como se dice en inglés, “forgiven but not forgotten” se perdona pero no se olvida. De esta manera, esa cicatriz parece pesar sempiternamente tanto aquí como en el más allá. Tal vez sea este hecho el que de veras trae a colación el auténtico sentido de la religión, de donde se yerguen dos pilares fundamentales la Fe y la Bondad sobre los que se apoya un dintel, la Salvación (el Cielo).
Antes de seguir leyendo quiero subrayar algo, es una condición que todos debemos entender ya de una vez por todas; la religión no es una ciencia y por lo tanto no da una respuestas categóricas. De su efectividad y convicción dependen factores personales. ¿Por qué creer entonces en ella? bien ¿Por qué no creer? ¿Acaso el hecho de no poder objetivar o concretizar una idea en una fórmula física significa que carezca de valor, que es errónea o inútil? Así, dado este caso, se nos dejaría en bandeja de plata la palabra Esperanza escrita en un sobre cerrado, que tarde o temprano debemos abrir para leer si hay o no respuesta a nuestras tribulaciones. Entiendo que no es tan fácil el que nos abandonemos a la incertidumbre de lo que al final de nuestras vidas pueda juzgarse, pero por desgracia no nos queda otra.
La Esperanza viene precedida por la idea de Salvación. Esto es connatural a todo ser vivo. Quien diga que no tiene interés por sobrevivir más allá de la muerte, miente. Se puede tener una actitud negativa o derrotera por falta de respuestas firmes pero nunca negar las ganas de vivir. Quien no quiera vivir es porque sufre y en el fondo lo que se desea es vivir mejor. La fe entraría aquí como una fuerza que nos ayuda a continuar esperanzados, pero entiendo que la fe por sí sola no vale para muchos.
Sin embargo, hay razones de peso para creer y/o mantener las esperanzas por lo que el más allá nos pueda presentar. Tenemos la metafísica, que sería una especie de religión inferida, ponderada, que da impulso a creer que ciertos fenómenos de la naturaleza y la mente juegan a nuestro favor. Algo nos queda aunque siga escondido en lo misterioso, en lo que hasta hoy sigue siendo impenetrable. Podemos entrever en el azar una fuerza teleológica que busca un estado diferente de las cosas, un progresivo perfeccionamiento. Podemos creer en un universo que esconde energías aún por descubrir y que cambiarán el rumbo de los acontecimientos que ahora creemos invariables. Y podemos creer también en nosotros mismos, que traídos hasta aquí por los mismos acontecimientos de la salvaje y caótica naturaleza poseemos una inteligencia distintiva y única en la historia de lo hasta ahora conocido. Aquí es donde se revelaría la Ética.
Si la Ética (Bondad) descansa en la voluntad es para que, con libertad e inteligencia, pueda ser utilizada. Sólo ella nos puede conducir por un camino de mutuo afecto y entendimiento entre humanos, animales y la vida entera que se despliega por este planeta. Con el tiempo podríamos ir más allá de donde nos anclamos gravitacionalmente y con el tiempo llegar hasta donde no podemos ni imaginar. Esto es religión, quieran o no entenderlo. Eso sí, es necesario que nos pongamos de acuerdo en las directrices a seguir, que vienen marcadas por consabidas, pero tantas veces pisoteadas o mal interpretadas, reglas que nos son afines a todas las razas del mundo. Sabemos de qué va el Amor, la Empatía, el Respeto, la Generosidad. Son valores que nos ayudan a prosperar individualmente pero que involucran forzosamente a la sociedad, que exigen mucha responsabilidad y librarse de prejuicios y egoísmos ¿Y por qué esto no se acaba de comprender? Pues porque aún no se entiende que esto es Religión. Si no se tiene sentido de lo que es la Religión no se tiene sentido de lo que es la Salvación y viceversa.
También la Ciencia tiene mucho que decir al respecto. Su preponderante papel hoy en día no hace sino servir a dos causas que implican a la religión, aunque sea tácitamente. Por un lado la ciencia expone lo que hay, y dada la envergadura de lo mucho que se exhibe, no parece sino situarnos ante una perspectiva divina. Los hay que no lo ven de esta manera porque su carácter irracional no deja clara evidencia de jugar a nuestro favor, si bien el principio antrópico diría lo contrario. Por otro lado, está en nuestra sabiduría, de la que tanto debemos a la naturaleza, el poder de extraer lo que nos conviene para nuestra Salvación, como así está sucediendo desde tiempos inmemoriales, desde que se empezó a dominar el fuego hasta el control de las energías nucleares. Claro que aquí apelamos nuevamente a la Ética si queremos continuar con éxito la labor de seguir con vida más allá de lo sentenciado por nuestro ADN.
Por todo esto y mucho más la religión se convierte en una doctrina que engloba a otras esferas de la sabiduría. Pero ha de ser, como el resto de los sistemas, una doctrina abierta por adaptarse a nuevos enfoques que van emergiendo del trato que mantenemos con la naturaleza. Puesto que eso que llamamos Dios es un ente libre del que si no lo sabemos todo, (como de hecho no lo sabemos) estamos obligados a liberarnos de dogmas ciegos y abrirnos a cualquier apertura de caminos que puedan guiarnos a un mejor y mayor conocimiento.

No tenemos una respuesta que justifique el dolor. Si la tuviésemos ni el dolor ni la vida serian lo mismo. Más aún, seguramente una respuesta convincente a esta maldición y desdicha que padecemos sería la panacea celestial, y que algunos así lo intuyen como la esencia de la religión. (Cómo el Cielo lo haría posible nadie lo sabe) Sufrir no es una opción, sino quizás la fuerza que nos empuje hacia algo todavía incognoscible pero divino. No hay peor aflicción que la de quedarnos sin una chispa de esperanza mientras haya espacio en la inteligencia para pensar. Los sueños nos acompañan a todas partes. Sigamos al menos creyendo. ¿Qué otro santo remedio nos queda?  - AllendeAran


"La religión no es un experimento sino una experiencia de vida, a través de la cual se forma parte de la aventura cósmica" - Raimon Panikkar
"Los hombres están acostumbrados a considerar el ser como algo carente por completo de voluntad, como una especie de añadido a la esencia. Pero si prestaran atención a la existencia interior, encontrarían lo contrario y, por ejemplo, observarían que sin la participación de su propio yo las mejore predisposiciones que pueda haber en ellos no pueden llegar a la realidad" - F. Schelling


"Hacer de la muerte vida, no es algo tan mágico
Pocos son los que están muertos del todo
Sopla sobre las brasas de un hombre muerto
Y un viva llama prenderá" - Robert Graves

"Si ustedes quieren, pueden ponerle el nombre de Dios a este propósito trascendente. Si es Dios, es un dios sociniano*, inherente al universo y creciendo junto con él en poder y conocimiento. Nuestras mentes son no sólo expresiones de su propósito sino también contribuciones para crecimiento." - Freeman Dyson

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