martes, 17 de abril de 2018

"Con que intensidad puede la naturaleza negarnos un paisaje. En el fondo de toda belleza yace algo inhumano, y esas colinas, la dulzura del cielo, esos dibujos de arboles pierden, al cabo de un minuto, el sentido ilusorio con el que los revestíamos y en adelante quedan más lejanos que un paraíso perdido."  - Albert Camus

CON LA ESPERANZA EXHAUSTA 
Albert Camus iniciaba uno de sus ensayos del “Mito de Sísifo” con la cuestión de si la vida merece o no la pena vivirse. Hablaba del suicidio. Leí el libro hace tiempo y ya no recuerdo su veredicto final al respecto. Creo que se introdujo por vericuetos del absurdo y el existencialismo. Al no recordarlo supongo que no dio respuesta concluyente al dilema. No creo que alguien pueda tenerla.
El problema con la vida, si merece o no vivirse, es muy complejo y muy dependiente del carácter de cada uno y de situaciones diversas. No es igual plantearse la pregunta cuando se está muy alegre a cuando se está muy triste. Tampoco es igual para quienes viven en países ricos o países pobres, y ni que decir de los que están en guerra. Aunque resulta curioso que hay más suicidios en países ricos que en países pobres. Y es que, sienta peor que uno tenga y le quiten a que uno no tenga y aspire a tener. Yo soy de los que piensan que todos pagamos una factura por cada instante feliz que la vida nos brinda. A algunos les sale más caro que a otros. Cuestión también de mala suerte o de no saber gestionar las malas pasadas, de ser más valiente, más listo…. En fin, hay tantos factores que no voy a entrar en detalles para no enredarme. Voy a ser más conciso.
Yo entreveo dos enfoques distintos al conflicto, que no logran definirse y, por lo tanto, no dan clara respuesta. Si la vida merece la pena vivirse “puede” depender de lo que nos espere en la muerte. Tal vez ahí esté la gran revelación a nuestras dolorosas conjeturas. Ahora bien, algunos dirán, la vida no ha de juzgarse por lo que haya o no haya en la muerte sino por lo que vivimos aquí, cómo y de qué manera sentimos los avatares a los que nos enfrentamos. Cierto, pero la vida no sería vida si no existiera la muerte, porque entonces sería una continua eternidad en la cual no encajamos. Así que el concepto muerte algo tendrá que decir al respecto aunque su cualidad sea la del silencio. Es por eso que la respuesta depende de lo que uno decida entender qué es y para qué sirve la muerte. Cuál es su función. Si es algo o es nada. Evidentemente, no se puede saber de manera empírica porque entonces la gracia de vivir estaría perdida. Claro que, lo que para unos es una gracia para otros se trata de una desgracia.
Ahora vamos a los valores que la vida nos ofrece y cómo los aceptamos. Vivir es una constante tentación a participar de sus invitaciones. Perseguimos la sensación de bienestar, el placer. Hay momentos maravillosos y momentos horrorosos. Uno puede hacer recuento al término del día o del año o rememorando el pasado conforme se cumplen años. Todos tenemos un álbum de recuerdos, algunos dulces, otros amargos. Tal vez el mayor problema comience cuando uno observa detenidamente cómo muchos deseos se han ido acumulando sin quedar satisfechos y cómo otros en su día terminaron frustrados, teniendo que ser olvidados forzosamente por culpa de nuestra impotencia. Lo peor es cuando algunos de esos deseos siguen en pie de guerra sabiendo que las abatidas del enemigo, el Sino, no augura esperanzas de victoria. Moriremos en pie de guerra, moriremos en el intento, o quizá nos rindamos de una vez por todas cualquier día.
Séneca decía en una de sus epístolas a Lucilio, que lo deseos ciegos nos precipitaban por lo general al desencanto, y que si que no te habían dado satisfacción a día de hoy no era de esperar que lo hicieran en el futuro. Rompiendo así las esperanzas que uno sigue regando con los años. Esto, que leí en 1993, debe ser cierto porque a día de hoy sigo en las mismas. De todos modos, al azar este pesimismo le trae sin cuidado, puede que con suerte consigas mejorar tu vida, puede que no. Nadie sabe nada a ciencia cierta. Es por eso que uno continua hacia adelante. Está todo muy bien calculado. Seguimos adelante para volver a tropezar en la misma o en distinta piedra. Como decía Beckett, “¿Fracasaste?, no importa, empieza de nuevo, inténtalo otra vez, fracasa mejor”. Lo realmente preocupante es cómo te van a asestar el próximo golpe, porque cuanto más cargado de optimismo o valentía tengas mayor es el riesgo de pegarte otra gran hostia.
Cuando el pesimismo se clava en mí creo ver lo que el fondo del abismo (léase vida) esconde. Hacer una detallada descripción de eso puede resultar escalofriante. De hecho hay un momento en el que debo parar de pensar en negativo porque de lo contrario enfermaría. Algunos se hacen los sabios y extraen lecciones de sus fracasos. Yo ninguna, salvo rabia y asco. Los fracasos son para mí un muestrario de razones por las que mejor no haber venido al mundo.
Ojo, quiero aclarar una cosa ahora. Desear no haber venido al mundo no es igual a querer desaparecer mediante el suicidio. En el primer caso no hay nada que perder, no se viene y ya está. Nada se sabe, nada se padece. En el segundo caso el dolor se convierte en protagonista y el amor que se siente por la vida, (no correspondido por las expectativas formadas) carga de incertidumbre y malestar nuestra cabeza. Buscamos soluciones pero no hay forma de darlas salida. Hay algo que se resiste a cooperar con nuestros deseos, que algunos pretenden confundir con el egoísmo. En consecuencia, no se para de sufrir. Lo curioso del primer caso es que parece que hayamos estado infinitamente en la nada y sin embargo, de repente, uno abre los ojos y empieza a ser intérprete de una película que no parece venir al caso cuando se la compara con el otro escenario, el de la nada.  Es algo muy raro. Además el primer caso es irreversible. Estamos aquí, no hay vuelta atrás.
Emil Cioran se preguntaba a qué venía este paréntesis entre la nada y la nada. Yo me pregunto también si luego habrá otro paréntesis. ¿Mejor? ¿Y por qué no peor? Si esta vida no ha sabido recompensarnos favorablemente ¿qué me hace creer que un paraíso me está aguardando en las esferas celestes de no se sabe dónde? Es posible otro infierno. Un paraíso, por otra parte, es inimaginable para la razón, porque fundir el espacio tiempo en eternidad es demasiado abstracto para la mente. No podemos con semejante idea. Vivimos en un mundo causal. Se viene y se va, estamos a las órdenes de la causalidad. Nuestros intentos por variar el curso de los acontecimientos en beneficio de la existencia no hacen sino enturbiar aún más las cosas. El quietismo del que alardea la filosofía zen tampoco ayuda demasiado. La vida te provoca a cada instante a que tomes acción, tanto para evitar daños como para conseguir ganancias. Nada es fácil.
De este sinsentido he tenido conciencia clara desde mis primeros fracasos en la adolescencia. Fracasos con los estudios y mis amores románticos principalmente. Me he sentido desorientado y sin perspectivas desde entonces. Veo que la filosofía, la religión y la ética no son más que iniciativas para soportar lo que en el fondo es insoportable e irresoluble. Procuran aliviar la angustia que padecemos por no entender nada. Creemos ir hacia adelante y es todo lo contrario. La vida nos devora uno a uno. Poco a poco nos vamos pudriendo. Mis amigos me reprochan que exija  demasiado a la vida, que ponga tan arriba mis expectativas. Perdonad, pero… Si hace buen día y cojo mi bañador y mi toalla para ir a la playa es porque quiero nadar y tomar el sol y no que justo cuando llegue se nuble y se levante una brisa fría que me congela la piel. Esto, que es típico de la región donde vivo, es extrapolable a otras vicisitudes de la vida. Por supuesto que mantengo altas las expectativas, la vida me invita a ello y la vida me da luego el esquinazo. ¿Qué también les sucede al resto e incluso de peor modo? Eso no resuelve mi conflicto, es más, lo empeora porque me da la razón. Comprendo y estimo hasta donde puedo, la compasión, la empatía por aquellos que sufren por las mismas causas que a mí me afectan. Lo entiendo, sí, pero eso no resuelve el hecho de que la vida podría ser mucho más cariñosa con todos nosotros, mucho más gratificante, mucho más generosa, mucho más piadosa, más fácil. ¿Es esa una tarea que nos responsabiliza y concierne? Seguramente, pero yo, si fuese Dios, me lo habría montado de otra manera. - AllendeAran
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“Si se pudiese decir una sola vez “esto está claro", todo se salvaría. - A. Camus
“Quiero que me sea explicado todo o nada. Y la razón es impotente ante el ese grito del corazón. El espíritu despertado por esa exigencia busca y no encuentra sino contradicciones y desatinos”  - Albert Camus



“El hombre no elige. Lo absurdo y el aumento de vida que implica no dependen, por lo tanto, de la voluntad del hombre, sino de su contrario, que es la muerte.” - Albert Camus
“Se trataba de saber si la vida debía tener un sentido para vivirla. Ahora parece, por el contrario, que se la vivirá tanto mejor si no tiene sentido.”  - Albert Camus



“Si hay absurdo, lo hay en el universo del hombre. Desde el instante en que su noción se transforma en trampolín para la eternidad ya no está ligada a la lucidez humana.”  - Albert Camus
“Pues ante Dios más que el problema de la libertad, hay el problema del mal. Se conoce la alternativa; o bien no somos libres y Dios todopoderoso es responsable del mal, o bien somos libres y responsables, pero Dios no es todopoderoso.”  - Albert Camus.

                                                                          James Monnington
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