domingo, 20 de enero de 2019


"El destino se escribe a medida que se cumple, no antes."
  Jacques Monod

"El último campo de la metafísica es el potencial creativo por innovar."
Alfred North Whitehead
 
¿SABE LA NATURALEZA LO QUE QUIERE?
Buena pregunta. Y te la voy a responder ya mismo. La Naturaleza no sabe lo que quiere pero sí lo que le gusta. Y en esto reside toda conclusión derivada de la indagación científica que hasta hoy se ha venido desarrollando. La teoría de la evolución así lo constata. Analogías al respecto sobran y son fáciles de entender. Es como un cocinero que combinando especias, hierbas y semillas prepara un buen plato a degustar. Si al probar le sabe bien se lo queda, si no lo descarta. El cocinero cocina pero no sabe qué plato desea, simplemente va experimentando. O también, es como un compositor que disponiendo de notas musicales se dispone a construir una pieza musical encajando las notas sobre el pentagrama y a medida que va alternando notas va dilucidando melodías que, según su gusto, las reserva para luego enlazarlas con otras que están por inventar. Así hasta completar su sinfonía (si es que decide terminarla) De ahí el sistema progresivo, constante y variante del actuar de la Naturaleza, y de ahí que el gusto sea su juez. Es por eso que las especies que pueden o saben adaptarse al entorno permanecen por más tiempo, evolucionan. Buscan además de perdurar, mejorar.
Toda la larga trayectoria de la evolución parece descansar en querer construir un mecanismo sofisticado que vaya más allá del arquetipo primigenio (lectura derivada del reduccionismo al que nos hemos abocado científicamente) Aquella bacteria en el agua, aquella ameba, microorganismos pluricelulares, insectos, peces, anfibios, reptiles, aves, mamíferos, simios, ser humano. Variedad sí, pero con mejoras sustanciales que dejan atrás otras sencillas formas de vida. Muchas siguen ahí todavía porque quizá tengan que ver con la edificación permanente que se da sobre el terreno del planeta. Es decir, son material de construcción del que, por una parte dependemos para nuestra continua existencia y, por otro lado, que utilizamos para mutarnos en otro ser distinto a medida que el tiempo nos lo permite. Un ser aún por llegar, difícil de imaginar, porque aun sabiendo lo que deseamos mejorar, estamos al servicio de las contingencias del azar, la confusa ética social, las posibilidades delimitadas y energías que tan pronto juegan a nuestro favor como nos debilitan. Seguramente porque no sabemos a ciencia cierta cómo deberíamos mejorar, tampoco la Naturaleza lo sabe de antemano.
Diríase que algo se mueve por un propósito teleológico, o como diría  Jacques Monod, teleómico. Dudo que sea cuestión de permanecer vivo por más tiempo, de adaptarse, resistir, y/o existir, porque para eso podríamos habernos conformado con ser piedras. Nada parecería más absurdo que el hecho de existir por el simple hecho de existir. Nada parece más impropio al continuo devenir de la Naturaleza que una parálisis permanente. Es posible que sí haya una finalidad escondida que ignoramos por completo. Nos servimos de especulaciones, pero no son ciencia,  actuamos a nuestra conveniencia, pero no parecemos adelantar mucho. Nos faltan piezas de un puzzle que no sabemos cómo encajar, porque ni siquiera tenemos la visión global del paisaje con el que estamos jugando. Vamos dando tumbos, vaivenes. Si algo queremos con certeza, no a todos parece convencer por igual. No lo tenemos claro, la Naturaleza tampoco. 
Todo apunta a que el interés verdadero de la Naturaleza sería el arte, es decir, la creatividad per se. Ahí es donde parecería ella estar entretenida, regodeándose en el mismo acto de crear, multiplicarse, esparcir sus dotes hasta donde pueda. Teniendo en cuenta que en la combinación de elementos de que dispone y su constante alquimia no hay cese, que su quita y pon, su transformación incesante resulta (paradójicamente) invariable, parecería dar a entender que no sabe qué persigue aunque sí esté conforme con algunos de sus resultados conforme se van dibujando. Se da una perfección progresiva. Se sofistica. Al menos, eso es lo que nos parece haber aprendido si contemplamos con mirada poética la exuberancia de sus innovaciones biológicas que han venido a expandirse sobre la superficie terrestre desde hace ya, estimamos, unos 4.000 millones de años.
Considerando que es la conciencia la única herramienta con la que podemos escudriñar los secretos del mundo natural, me pregunto ¿qué podemos entender por verdad, qué leyes inmutables nos definen si no son aquellas con las que definimos a la misma Naturaleza? Es decir, ¿hay otras? ¿No se será la conciencia reflejo de la Naturaleza como quien se observara en un espejo? ¿No buscamos respuestas en la Naturaleza para nuestras preguntas? ¿No será ella la encargada de seguir y desvelar esas indagaciones? ¿Sabemos nosotros lo que queremos a largo plazo? Si no lo sabemos ¿por qué debería la Naturaleza saberlo? ¿No será precisamente que la oscura teleología que no acertamos a entender en la mutación y evolución de las especies se dé porque tampoco nosotros sabemos a dónde dirigirnos? Si somos incapaces de entender la perfección, imaginar un paraíso, vivir en la eterna complacencia, ¿cómo podemos ir hacia adelante? Somos uno idéntico, fundidos sin remedio a intercambiar ideas. Mutuamente nos encontramos en una encrucijada de la que tal vez dependamos del juego del azar, hasta que podamos llegar a una conclusión que nos permita avanzar. Evolucionar.
Si como hemos venido a creer, es la conciencia del ser humano la creación más sofisticada, será deber de esa conciencia sentirse agradecida a la Naturaleza. Nada resultaría más satisfactorio para Ella que sentirse adulada. Y nada funcionaría mejor que la sentida estética que expresamos, a nuestra manera, mediante el arte. Imitar exactamente lo que Ella misma hace; crear. Pero esta vez no al azar, sino reconciliando sus ciegos misterios que resultan contrarios a nuestros deseos. Esos aspectos que entendemos como negativos, erróneos, dañinos y perjudiciales para la alegría, el bienestar, el placer.  Esa paz reconciliadora que tanto añoramos exige, sin embargo, respeto y cuidado hacia la Naturaleza, (valor ecológico). Estamos, a la vez, obligados, a encontrar una armonía que revalorice el desarrollo personal y social, (la ética).
Pero queda mucho por aprender, mucho para aquellos que viven todavía presos del egoísmo. Esa creencia en que cada uno ha de salvarse como individuo por encima del otro y de todo. Sin que entienda el pobre, pobre de espíritu, que si algo es, es pensamiento, y el pensamiento es sustrato de las vivencias compartidas con la Naturaleza. Sepamos elegir bien de lo que se nos da. Porque si algunos no cuidan de su casa, ¿cómo van a sentirse recompensados, a gusto y en paz allá por donde caminen o tomen descanso? Menospreciar la Naturaleza, obrando a sus espaldas, sin considerar sus cualidades es estar traicionando a su propia raza. Y antes de acabar con el planeta, antes de que este enferme seriamente, mal que nos pese, nosotros seremos los primeros en perecer.
Y si bien no estaremos aquí para presenciarlo y poder contarlo a nuestra manera, la cosa no acabará tan simple y llanamente. La Naturaleza seguirá especulado entonces otra composición sinfónica más armónica que la anterior, arrojando los dados una y otra vez hasta dar con la fórmula que dote de mayores ventajas a sus noveles criaturas. Algo que perdure y se coloque en otra esfera más próspera. Un lugar al que nuestra imaginación no alcanza a saber ahora, tan solo si acaso intuir. Por mucho que desaparezcamos nosotros, algo nuevo acontecerá, otra cosa vendrá a suplantarnos, algo desconocido incluso ahora para Ella, que no sabe lo que quiere pero sí lo que le gusta. - AllendeAran

 
“Las única mutaciones aceptables son pues las que, por lo menos, no reducen la coherencia del aparato teleónomico, sino que más bien lo refuerzan en la orientación ya adoptada o, sin duda más raramente, lo enriquece con nuevas posibilidades.”  - Jacques Monod

 “El hombre solamente selecciona en su propio beneficio, la Naturaleza por aquello a lo que el ser tiende”  Charles Darwin
“Ya que la selección natural funciona sólo por y para el bien de cada entidad, todo talento mental y físico tenderá a progresar hacia la perfección.”   Charles Darwin
"El hombre no está por encima de la Naturaleza, sino en la Naturaleza [...] Estamos obligados a reconocer que Dios no está orientado contra el mundo material (según la Cristiandad) sino orientado por un "poder divino" o "espíritu movible" dentro del mismo Cosmos. Todos los grandiosos fenómenos de la Naturaleza circundante, orgánicos e inorgánicos, son sólo una variante del producto de una misma fuerza original."  Ernst Haeckel

Ilustraciones de Ernst Haeckel (1834 - 1919)

“No es posible una existencia objetiva sin alguna mente que la reconozca; y, a la inversa,  no hay mente posible sin un mundo que exista para ella […] El sistema de la Naturaleza es uno y al mismo tiempo el sistema de nuestra mente.”  -Schelling
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