"Si la experiencia presenta realmente rasgos estéticos y morales, cabe suponer que también estos rasgos llegan a descender al fondo de la naturaleza tan fielmente como la estructura mecánica que se le atribuye en la ciencia física." - John Dewey
EMERGENCIA CLIMÁTICA
¿SOLO CLIMÁTICA?
Ahora que hace unos días la cumbre climática en Madrid ha finalizado, tal vez se puedan sacar algunas conclusiones sobre cómo estos eventos logran alcanzar su cometido. Al parecer, por lo que dicen los más acérrimos activistas, el acuerdo por minimizar las emisiones de CO2 ha resultado decepcionante. Algo, quizá, se haya conseguido; Ir despertando poco a poco un sentido alarmista ante el peligro climático en el planeta y el que la gente empiece a tomar conciencia de sus actos y hábitos nocivos, así como ir exigiendo soluciones apropiadas a los políticos, que para algo se les concede poder en las sociedades democráticas. Pero hacer entender a los políticos cuál es su tarea, su deber, parece caer en saco roto. Lamentablemente, parecen estar únicamente al servicio de mantener su hegemonía y proteger los intereses capitalistas. Su falta de talento y sapiencia a la hora de resolver los problemas de las sociedades es ya de una vergüenza ajena intolerable. Les falta ética, respeto, modestia, voluntad, inteligencia, empatía, discurso. Los políticos de hoy en día están cada vez más perdidos en su laberinto de disputas patrióticas e independentistas, defendiendo posturas egoístas que atañen a su propio ombligo y a los usureros que descansan en el pico de la pirámide. Nada que ver con los auténticos problemas de la Tierra que, al fin y al cabo, todos pisamos.
Estamos ante un problema serio. El hecho de habernos acomodado en un sistema social que expele basura química en todo momento, ha traído consigo un veneno letal que pone en peligro la biología del planeta. Eso nos incumbe, somos parte de esa biología, no lo olvidemos. Las ciudades en las que habitamos cada vez están más excluidas de la naturaleza prístina que habitaron nuestros antepasados. Para quienes vivimos en las grandes urbes, (la mayoría de los habitantes del planeta) el panorama visual paisajista al que asistimos poco tiene que ver con lo que fue hace cincuenta años, y si nos remontamos al siglo XIX la cosa resulta más sorprendente, y yendo más hacia atrás en el tiempo se puede sentir que lo que otrora fue naturaleza abundante por doquier, ahora es asfalto, cubos como murallas que recortan el cielo. Lo que antes eran montañas en la lejanía, ahora son edificios torre que bloquean la mirada puesta al horizonte. Donde antes era el trote de caballos en los caminos, ahora es ruido y humo tóxico de coches. Donde antes crecían árboles, ahora hay señales de tráfico y semáforos. Antes todo era curvo y desigual, ahora todo es lineal y cuadrado.
A pesar de ello, no nos hemos vuelto locos. Incluso he de reconocer que, con la evolución tecnológica y científica, hemos aprendido a vivir más años y mejor. Al menos en los países occidentales donde se ha podido aplicar ese conocimiento. Nadie me va convencer de que antiguamente el mundo era más afectuoso con los humanos, que antes se era más feliz. El trabajo es menos severo de lo que vivieron nuestros abuelos. El bienestar se ha multiplicado, si bien no tan ecuánime como nos gustaría. Ahora, mejor que nunca, el índice de natalidad es más alto y el de la mortalidad más bajo. Algo se habrá estado haciendo bien por cómo la humanidad se ha expandido.
Sin embargo, por desgracia, hemos alcanzado un punto en el que nuestros errores han abierto grietas en este sistema en el que nos hemos acomodado. Hemos vivido a costa de exprimir los recursos de la tierra sin miramientos, vueltos de espaldas a todo lo otro que vive alrededor, ciegos y sin respeto por cuanto nos sustenta. Hemos vivido de manera muy egoísta, y a la par, ignorantes del futuro. Nos hemos tomado la naturaleza como servidora y esclava de nuestras necesidades básicas. Era necesario explotarla, invadirla, violar sus hábitats sin importarnos cómo. Nos hemos comportado como seres de un mundo aparte, igual que enemigos. No es que la naturaleza sea ahora vengativa con nosotros. No, no se trata de que Ella tenga un objetivo determinado y nosotros vayamos en su contra. Se trata sencillamente que no va a responder a nuestros intereses porque está enfermando por nuestra culpa. De igual forma que cuando un virus nos invade y acaba con la vida de un cuerpo, así nos comportamos, como si el planeta fuese un cuerpo. La naturaleza no es sabia, vive y padece las inclemencias del tiempo y las catástrofes como las sufrimos los demás. Ella no tiene fija una finalidad, está ahí igual que nosotros, sin saber por qué. Sufre las consecuencias del azar y ahora, por añadidura, sufre la arrogante actitud de la ambición desmedida del hombre, guiada por un capitalismo cada vez más insolente, cada vez más salvaje.
Pareciera que, aún, este problema no fuera tan apremiante, que no parece tan ominoso, que no es tan feo como lo pintan porque aún quedan parajes paradisíacos por ahí, grandes extensiones verdes, mares azules. Aunque sea sólo vivido allí a donde vamos de vacaciones, o por lo que vemos en fotografías. Todavía se respira bien, en algunas ciudades mejor que en otras. En fin, que todavía no nos ha llegado la mierda al cuello. Es por eso que los políticos, por salvaguardar los intereses que reclama cualquier empresa capitalista, siguen sin querer tomar medidas decisivas para regenerar el entorno que estamos infectando. Entorno que no es otro que nuestra propia casa. Pero para ellos, diríase, que la Tierra no existe, que lo que existe son países, territorios, banderas, ejércitos, bancos...
Comprendo que el discurso de estos días pasados haya sido prioritario en alarmar, a la vez de informar, sobre la actual situación del planeta. Principalmente por el efecto invernadero que está trastornando el clima. La basura química que vertemos en cantidades ingentes por tierra mar y aire todos los días. Qué soluciones se van adoptar. Soluciones espinosas porque implican un cambio en el paradigma en el que nos movemos y que tan mal se ajusta con el régimen capitalista en el que todos estamos enredados. Pero sí ha habido algo que personalmente he echado en falta en los discursos, algo que era de esperar por otra parte, y que considero de suma importancia, es el de inculcar una visión estética de cuanto conforma en el planeta. Porque eso también se está perdiendo.
No sé hasta qué punto es un privilegio que ciertas almas sensibles puedan deleitarse en la contemplación de las formas, colores, aromas, sonidos..., con la vida, en definitiva, que ante nosotros se despliega por el mundo. Identificarse con la trama del mundo que al desnudo se presenta, con la visión primaria, virgen de la naturaleza, parece fantasía de unos pocos poetas y filósofos. Está escrito que quienes mejor han sabido entenderse con la naturaleza, gozar de veras, han sido pensadores, anacoretas, músicos y poetas. Gente contemplativa cuyo principio era fluir con el ánima que vibra en el mundo. Personas que se veían recompensadas de calma al observar lo bello, que sabían armonizar sus estados de ánimo participando del encuentro estético que surge por azar o voluntad artística. Síntomas de plenitud y compresión, paz, misterio y aventura, asombro y milagro, nunca mejor hallados sino en la Naturaleza. Me viene a las mientes autores como John Muir, Ralph Emerson, John Keats, Thoreau, Alex von Humboldt y tantos otros que dejaron escrito impresiones y lecciones que se deberían estudiar en las escuelas. Pero no hay manera. Seguimos sin querer implicarnos con la sabiduría de esos que se deleitaron con la esencia de la vida, como si fueran sus ideas ininteligibles, cosa de locos o fueran un obstáculo para el progreso o una pérdida de tiempo.
Esto no es fantasía de quien vive en las nubes. Si por algo somos, si por algo albergamos sueños es porque hay un enlace entre nosotros y cuanto forma el mundo externo. No hay objeto sin sujeto, ni a la inversa se podría entender la existencia. De no haber nada ahí afuera, ¿cómo justificaríamos estar vivos? Apreciar la belleza que la naturaleza exhibe es una tarea fundamental para poder respetar el planeta. No creamos que la tierra es enemiga nuestra porque nos hemos visto forzados a horadar la materia en busca de energías que nos ayuden a sobrevivir y evolucionar. La misma naturaleza, sus plantas y animales, sufren las consecuencias del azar, de los grandes cataclismos, de las tempestades, sequías o incendios. Y si bien, nosotros somos también víctimas igualmente del azar, también es cierto que tenemos conciencia y fuerza para saber qué queremos o qué camino tomar. Y aunque ese “qué”, de momento, no esté enteramente formado, porque no hay credo, ni religión, ni ética prevista para el futuro que convenza a todos por igual, sí hay algo que podemos comprender por unanimidad, algo que se puede apreciar; la belleza. Vista y sentida en la música, el diseño, una cara guapa, la flor que se abre a la luz, ese atardecer… Son de por sí sensaciones que dan valor único y total a nuestras vidas.
La Naturaleza nunca te va a responder si tienes razón, si está o no justificado que la sientas como bella. Jamás nadie se plantea si se equivoca por apreciar lo que le parece bello. Por eso mismo no esperes que Ella esté de tu parte correspondiendo a tu admiración con un, hoy no lloverá, hoy la chica que te gusta te va a sonreír, hoy el atardecer será más vistoso que el de ayer. Suficiente justificación es con sentir y suficiente saber que hasta hoy nadie ha podido razonar lo que la belleza significa. Tanto mejor así, ya que de esta manera no se presta a la manipulación materialista. Su misterio la hace impenetrable a la experiencia científica. Es por eso que, al tratarse de una cuestión subjetiva, lamentablemente, no se la ha integrado en la educación con tanto denuedo como a las matemáticas, la física o la lengua. Estoy muy convencido de cuánto más se ganaría si de pequeños nos enseñaran a ejercitar la sensibilidad en las escuelas, y para eso nada mejor que sintonizar con los elementos que se manifiestan en la Naturaleza. Si así fuera, seguramente no habríamos incurrido en tantos errores de relación en el ecosistema que habitamos.
Mantener el esplendor botánico de árboles y plantas, los mares limpios, el hábitat de los animales, haría que nos sintiéramos más integrados en el mundo, pero sobretodo daría un especial relieve a las sensaciones espirituales. Sí, me refiero a esas sensaciones que se sienten en el interior y en silencio, que resultan difíciles de comunicar y que, cuando lo hacemos, recurrimos a estrategias, artificios que derivan en lo que llamamos Arte. Contempla sin monólogos el vuelo de los pájaros alejándose en el horizonte, las plantas que al crecer dibujan formas esbeltas, un gato que duerme plácido sobre la hierba, unas nubes que abren grietas por las que se infiltran los rayos del sol al caer la tarde. Eso no podemos perderlo. Contempla si más, contempla y no preguntes… “porque la Serenidad no pertenece al dominio de la voluntad.” decía Heidegger. - AllendeAran.
“Si nos aprovechamos de la palabra estético tomada en un sentido más amplio que en el de la aplicación a lo bello y lo feo, es indudable que la cualidad estética, directa, final o encerrada en sí caracteriza las situaciones naturales tales como se dan empíricamente. Estos rasgos están de suyo exactamente en el mismo plano que los colores, los sonidos, las cualidades del tacto gusto y olfato.” - John Dewey
“Ahora el mundo aparece como un objeto al que el pensamiento calculador dirige sus ataques y a los que ya nada debe poder resistir. La naturaleza se convierte así en una única estación gigantesca de gasolina, en fuente de energía para la técnica y la industria modernas.” – Martin Heidegger
“Somos plantas –nos guste o no admitirlo- que deben salir con las raíces de la tierra para poder florecer en el éter y dar fruto”. – Peter Hebel
“Si un hombre está solo, dejad que mire las estrellas. Los rayos que provienen de esos mundos celestes se interpondrán entre él y lo que toque. Podría pensarse que la atmósfera fue creada transparente con esa intención, para conceder al hombre, con los cuerpos celestes, la presencia perpetua de lo sublime.” - R. W. Emerson
“No hay pregunta ni respuesta al hecho de que el hombre busque la belleza. La belleza, en su sentido más amplio y profundo, es una expresión del universo. Dios es todo lo hermoso. La verdad, el bien y la belleza no son sino aspectos del mismo todo.” - R.W. Emerson
___________________________________“La Naturaleza se asocia a todas las sensaciones del hombre. Las comprende y parece compartirlas como un confidente invisible. ¡Las lleva al cielo para divinizarlas!” - Alphonse de Lamartine
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