domingo, 16 de diciembre de 2018

"La clarificación definitiva de la naturaleza del infinito se ha convertido en algo necesario para el honor del conocimiento humano." - David Hilbert
"Todo el mundo es un escenario, y todos los hombres y mujeres simples actores." - W. Shakespeare
DEL INFINITO 
(Troceando sus ilimitadas posibilidades)
Si sois aficionados al ajedrez tal vez hayáis oído la leyenda del rey de la India, Sheram, que cuando le presentaron el juego quiso quedárselo y le ofreció al supuesto inventor del ajedrez lo que quisiera. Este le dijo que se conformaría con un granito de trigo por cada casilla cuadrada del tablero, pero que cada granito se duplicaría a cada salto de casilla en casilla. O sea, 1, luego 2, luego 4, luego 8, luego 16… así hasta alcanzar los 65 cuadros incluyendo el del tablero mismo. Me figuro que el rey imaginó rápido un montón de trigo que tal vez cupiera en uno o dos sacos grandes. Pero imaginó mal. A medida que se avanza en el duplicado de cifras, ya por la tercera hilera de cuadros la cosa se pone fea. La cifra supera el millón. Cuando acaba el recuento de los 64 cuadros que componen el ajedrez, el resultado es de 9,223.372.036.854.775.808 que sumados al cuadro entero supera los 18 trillones de granos de trigo. Manos a la cabeza, se necesitaría una cosecha de 2.000 años para satisfacer la demanda del pícaro dueño del ajedrez. ¿Y qué tiene que ver esto con el infinito? Nada. Tan solo es una enorme cifra que asusta.
Sigamos con el ajedrez. El número de posibilidades de movimientos con sus piezas dentro del tablero de 64 casillas, apenas se realizan dos movimientos, ascienden a 400 posiciones, y al tercer movimiento las posibilidades ascienden a 121 millones. Con lo cual, y para abreviar, el número de distintas jugadas que pueden realizarse siguiendo las normas del movimiento de sus piezas, supera incluso a los átomos que componen el universo. Una estimación de 10₈₁ átomos. ¿Y que tiene esto que ver con el infinito? Pues nada. Es solo una muestra más del inalcanzable rango de posibilidades que componen ciertos mundos. Si nos acercamos al nuestro propio entre lo que es y lo que pudiera haber sido el asunto da vértigo sólo de pensarlo.
El problema del infinito, lo acabo de mencionar, es entre lo que la realidad es, finita, y sus posibilidades, tal vez infinitas. El hecho de si esas posibilidades son o pueden llegar a ser experimentadas desde nuestra perspectiva real es algo que, de momento, queda en la especulación, y que además, para poder degustar, tenemos que hacerlo a pedazos, a cachitos, encapsulados en algo que experimentamos como vida. En el mismo ajedrez la jugada más corta es de tres movimientos “jugada del loco” para dar jaque mate.  Todas las partidas terminan tras unos cuantos movimientos que por regla general no superan los cuarenta. Esa es la limitada realidad que tanto nos agobia, el duro existencialismo. Un devenir condenado a ser de una determinada forma. El resto son posibilidades. Si hubiera hecho esto, o aquello…. Dentro del ajedrez las posibilidades podrían llegar a experimentarse pero necesitaríamos muchas vidas para ello. Quién sabe cuántas jugadas distintas se habrán jugado a lo largo de la historia. Pero hay un límite, con lo cual seguimos sin definir al infinito.
Pero imaginemos ahora que en vez de permutar con 32 piezas sobre un tablero de 64 posiciones habláramos de millones de seres humanos que han pululado sobre la tierra esférica con un área de 148.940.000 km² sin contar el mar. No es ya tanto lo que ha sucedido sino que, dentro de la imaginación, apelamos a lo que pudiera haber sucedido. Al igual que hemos aceptado una cifra acerca de las posibilidades que pueden darse en un tablero de ajedrez, ahora nos toca imaginar las muchas posibilidades que habría sucedido si, o qué sucedería si… en vez de tomar este camino tomo otro, si en vez de tomar este tren tomo el siguiente o decido no tomarlo, y el trato distinto que podríamos haber adoptado con unas u otras personas dependiendo de qué circunstancias. Algo con lo que todos jugamos mentalmente todos los días y que llamamos deseos, ensoñaciones, fantasías, ideas… Algo de lo que nadie se libra, de haber deseado que las cosas, ciertas cosas, debieran haber sucedido de otra manera. Aquí, al igual que en el ajedrez y sus astronómicas cifras, el mundo de las posibilidades dadas y aquellas que quedaron sin resolver, (oscuramente en el silencioso pensamiento), serian incalculables.
¿De cuantas posibilidades de vivencia estamos hablando, de situaciones distintas dependiendo si uno hace esto u otro hace aquello? El mundo tiene una sola dirección, al igual que una partida de ajedrez, pero las posibilidades que se barajan en la imaginación, como las posibilidades del ajedrez, podrían emular al infinito. Resulta inimaginable saber de la vida de todos cuantos han posado sus pies sobre la tierra, ni que pensar del cambio de situaciones a las que nos enfrentamos si aplicamos las acciones condicionales. Pero al menos, aunque de modo especulativo, caben en nuestra imaginación, como una tentación de caer en esa vorágine que representa el infinito. Aunque para vivir eso, simplemente en un planeta modesto que parece suspendido en un espacio descomunal, se necesitarían trillones y trillones y trillones ad infinitum… de vidas. Pero, ¿Acaso nos da esto una percepción del infinito?
Si por algo doy ejemplos de posibilidades y situaciones para definir el infinito es porque no me apetece que las matemáticas tomen la primacía de dar solución al enigmático infinito. Ni quiero saber nada de los devaneos que la física se trae con la idea espacial o temporal, de qué hubo antes y qué hubo más atrás. Necesito algo más cercano. Ahora que la cosmología apunta a un nacimiento de un universo parido por otro universo anterior, que habla de infinitos mundos paralelos, ya nos vamos acostumbrando a la idea de a qué nos enfrentamos. Abarcar el infinito es imposible porque ya de por sí el infinito es la idea de lo inabarcable. La extrañeza del problema puede residir en si hubo un principio o habrá un final. Pero parece que la mente se golpea contra una pared a la hora de asumir un principio o un final, y si no cabe en la mente ninguna de las dos, entonces el infinito sería la respuesta, que igualmente se nos antoja ininteligible, o tan perturbador como topar con ese principio definitivo o final.
Así que del infinito lo único que podemos hacer es una sucinta especulación, esbozar una idea ligera para proseguir en paz nuestro camino y dejar de pensar. Decir por ejemplo, que es una multiplicación sin límite. Una voluntad creativa que de continuo sigue su curso en todas las direcciones. Una espiral que entres por dentro o vayas hacia fuera continúa ilimitadamente. Sin embargo, en lo que respecta al tiempo y al espacio, hay que reconocer que parece que hemos caído en un trozo constreñido a existir, a seguir la flecha del tiempo que ha sido disparada en una sola dirección y que nos permite un margen de experimentación, en el que nacimiento y muerte quedan separados por un puente insustancial que llamamos vida (la experiencia). Exactamente análogo a una simple partida de ajedrez. Algunos ganan, otros pierden pero la partida se acaba.
Desde donde podamos estar, aquí y ahora, para quien desee especular con la imaginación, la variedad y cantidad de seres sentientes que han pululado por el orbe, su vidas, sus sueños que componen un océano que se infla cada vez más a como lo hace el espacio, nos daría una idea, (aunque vaga, pero intensa) de cuanta vida ha acaecido en unos pocos milenios. Cuanto más parece esconderse en los pensamientos que buscan otra dirección distinta a cómo estamos obligados a vivir, a jugar esa partida. Ya no hablaríamos de una cifra elevada a una potencia grandiosa. Estaríamos hablando del infinito.  Porque a cada nueva andadura por la vida nuevos encuentros nos tentarían a querer ser experimentados. Todo sería cuestión de tiempo. Pero si no hay un todo, no hay absoluto, y el tiempo vendría así a quedar abierto sempiternamente.  O como dijo Austín Dobson “El tiempo pasa, decís, que va, el tiempo se queda, nos vamos nosotros”. - AllendeAran


"Para la mayoría, Dios no es evidentemente otra cosa que el genio de la humanidad. [...] Ahora bien, os he dicho con suficiente claridad que la humanidad no lo constituye todo para mí, que mi religión aspira a un Universo del que ella, junto con todo lo que le pertenece, sólo constituye una parte infinitamente pequeña, una mera forma particular, efímera."  - Schleiermacher
"El Ajedrez subsiste gracias a los errores que se cometen jugándolo."   –  S. Tartakower


“Al tener un lugar en el proceso infinito, esto permite al creyente partícipe jugar con una parte en el esquema infinito de las cosas, tener un sentido de comunidad con todas las cosas vivas y una trayectoria personal que siempre es renovada.”  - John D. Barrow
“Para completar un viaje debes completar una infinidad de viajes.” - James F. Thompson

“Sería absurdo para nosotros determinar algo respecto al infinito, ya que esto sería tratar de limitarlo y atraparlo.”  - Descartes.
"Una vez terminado el juego, el Rey y el Peón vuelven a la misma caja." – Proverbio italiano
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domingo, 7 de octubre de 2018

«No es fácil ver cómo las formas más extremas de nacionalismo pueden sobrevivir a la larga, cuando ya los hombres han visto la Tierra en su verdadera perspectiva, como un pequeño globo contra la inmensidad de las estrellas.» - Arthur C. Clarke
 «Claro que, para soñar con claridad, (respecto al futuro) hay que marcar reglas de respeto a todo cuanto nos rodea, y cuando digo a todo me refiero a todo, razas y animales, árboles y piedras, planetas y estrellas.»  - AllendeAran

SENTIDO NACIONALISTA
vs.
SENTIDO PLANETARIO
Ya sé que no soy el único en pensar lo que a continuación voy a  describir pero por desgracia somos todavía una minoría que se esfuerza por convencer al resto de su postura egocéntrica, esa que está anclada en costumbres milenarias y que han forjado la sobada afirmación “esta es mi tierra”. Una postura que se resiste a cambiar porque todavía hoy parece recompensar con una identidad que engrandece la personalidad del yo y un determinado círculo social, sea lo que eso signifique, porque detenerse a interpretar la identidad nacionalista resulta muchas de las veces ridícula, cuando no absurda.
Todo nacionalismo está basado en culturas, costumbres, hábitos heredados, pero sobretodo en un territorio delimitado que se circunscribe a una lengua, a esas costumbres, a esa determinada cultura que queda representada luego por símbolos. Esa facilidad con la que uno defenderá una bandera, los colores, un logo. Las razones para defender el nacionalismo son tan variadas como razones hay para denostarlo. Si uno se abriera de miras comprobaría que los beneficios de la vanidad nacionalista son menores ante el impulso de abrirse a otras culturas con ganas de aprender, de adherirse sin complejos. Muchos opinan que el problema de fondo no es ese, que se puede ser abierto a otros pueblos y preservar el suyo propio pero a la hora de fortalecer el nacionalismo nada de eso es cierto. Se podrían aceptar ambas posturas, pero no nos engañemos, por lo general no es algo compatible. El yo soy de aquí y no de allí implica el defender lo de aquí por encima de lo de allí, aunque lo de allí pueda ser de mejor calidad y de lo que se pueda aprender.
El enemigo de todo nacionalismo, sin lugar a dudas, es el imperialismo, que es la agresiva modalidad nacionalista, ambiciosa por querer amplificar el poder. Tenemos ejemplos de sobra en la historia que han dado paso a no pocos problemas, como guerras, terrorismo, enemistades, prohibiciones y un sin fin de penalidades que no parecen acabar con el paso de los siglos. Y es que la falta de respeto a las propiedades de un país pequeño colonizado deja abiertas heridas que luego son difíciles de cicatrizar. Así es como la historia política del planeta se ha visto una y otra vez modificada por constantes conflictos. Así es como el planeta  se ve recortado en parcelas que representan a distintos vecindarios, como si no tuviéramos en común un mismo denominador. Las religiones separan, las economías jerarquizan, las costumbres disgregan. Bien mirado podría haber sido enriquecedor, aprender, compartir, pero la raza humana tiene mala naturaleza. Aún conservamos el orgullo racista de la distinción, ese instinto animal por conservar el territorio ante cualquier invasión, que nos pone a la defensiva de nuestros vecinos, con recelo, con envidia, con desafío.
Con el paso de los siglos, y a medida que el planeta se hace más conocido, la visión del mundo va cambiando. Vivimos unos tiempos en los que los nacionalismos se ven burlados por la globalización. Hay una contradicción en las posturas herméticas que desean preservar sus culturas atávicas y a la vez se ven tentadas a adoptar otro tipo de costumbres. Las naciones ricas temen las invasiones bárbaras. Cierran sus fronteras ante el temor de perder la cosecha monetaria que les ha dado su primacía, su “acaudalada libertad”. El planeta entero se ve hoy en día más desnivelado, más desequilibrado que nunca. Pareciera que algo deberíamos haber aprendido del pasado, pero no. La historia se repite con mayor vehemencia. ¿Cómo es posible que nos estemos repitiendo una y otra vez? ¿Es acaso volver a cómo deberían haber estado las cosas siglos atrás posible? ¿Se puede corregir la egoísta ambición del hombre?
Es obvio que nadie quiere perder sus logros en el camino por una justa y ecuánime sociedad a nivel global, pero me temo que no hay más remedio que encarar la verdad. La tierra nunca debería haber estado diezmada en países. Culturas, costumbres, lenguas, sí, pero diezmada en separatismos cerrados, que se retroalimentan unos con otros igual que una contienda deportiva, es sencillamente parte de la ineptitud humana. Algo que hemos venido arrastrando desde el principio de los tiempos, primero con tribus, después con naciones. Puede que la culpa haya que echársela a los imperialismos, las envidias o tal vez el carácter beligerante del hombre. Tal vez la culpa esté en creencias que ponen en peligro otras creencias, como sucede con la religión. Tal vez la pobreza que llama a las puertas del país rico. Pero sea como fuere, repito aquí, la ineptitud del ser humano por no saber convivir en sociedades distintas da pésima respuesta de nuestra inteligencia y sensibilidad humana.
Lo gracioso del tema es asistir como hoy por hoy el tesón con el que muchos nacionalismos pelean por separarse de su “parásito opresor” continúa recurriendo a ciertos tópicos del pasado, (la historia, su historia) para buscar esa línea divisoria, cuando esto, por el presente que nos toca vivir, la globalización, nos dice que ya no hay vuelta de hoja. Volver al pasado no es factible. La globalización ha llegado para quedarse. Por supuesto, esto tiene sus ventajas y desventajas. Puedo entender hasta cierto grado el que las formas de gobernar difieran y se busque en consecuencia una independencia. Pero esto, a la larga, confrontará a las naciones por su desnivel económico y resentimiento. Lo importante aquí, por lo que hay que luchar, es la consagración de ideas que impongan una convivencia libre y ecuánime de posibilidades, ideas con valores de mejorar el futuro que corresponde a todos, no a unos pocos afortunados, sino a todos. Y cuando digo a todos me refiero a todo, razas y animales, árboles y piedras, planetas y estrellas. Es necesario dar a la educación un sentido planetario, cósmico.

Ese el gran problema al que se enfrenta el mundo, (y no las naciones) la falta de valores. No tanto hoy como ayer, sino que hoy se hace más evidente porque el planeta está gangrenando úlceras por culpa de nuestra ambición desenfrenada, el egoísmo y la confrontación. Nos hace falta una visión “cósmica” del entorno que habitamos. Tu casa no es donde te cobijas para dormir y guarecerte del frío, tu país no es el de la lengua que hablas, tu raza no es un color. Tú eres lo que te dignifica y ennoblece y eso es afín a toda la humanidad, eso se encuentra en la Tierra entera, no en tu país. Ahí donde estás, ahora, es tu vida.
Hemos llegado a un punto en que las naciones han de dar con otra religión que revalorice nuestra integridad de ser humanos. Una religión que no deje en manos de Dios el futuro sino en nuestras propias manos. Seamos responsables de una vez por todas, no por la recompensa de un cielo más allá tras la muerte, sino por el paraíso con el que soñamos. Claro que, para soñar con claridad, hay que marcar reglas de respeto a todo cuanto nos rodea, y cuando digo a todo me refiero a todo, razas y animales, árboles y piedras, planetas y estrellas.  - AllendeAran


«El nacionalismo divide a la humanidad en unidades mutuamente intolerantes. En consecuencia, los hombres piensan demasiado en sí mismos como norteamericanos, chinos, egipcios, rusos, africanos o negros antes que en otra cosa. y en segundo lugar, si acaso, como ser humano.»  - Ivo D. Duchacek
«Las identidades sólo son homogéneas en la comunidades inventadas. En las reales existe una saludable diversidad, mal que les pese a algunos.»  - Juan Pablo Fusi 


 «Nacionalismo es un concepto agresivo: el nacionalista piensa no tanto en su nación como en las ajenas, no tanto para su nación como contra las otras naciones.»  - José Ortega y Gasset
«La nación es un sistema de egoísmo organizado... La idea de nación es uno de los medios soporíferos más eficaces que ha inventado el hombre. Bajo la influencia de sus efluvios, puede un pueblo ejecutar un programa sistemático del egoísmo más craso, sin percatarse en lo más mínimo de su depravación moral; aún peor, se irrita peligrosamente cuando se le llama la atención sobre ello.»  - Rabindranath Tagore

«El nacionalismo es una enfermedad que se cura viajando.»  -  Unamuno
 «Por mi vida han galopado todos los corceles amarillentos del apocalipsis, la revolución y el hambre, la inflación y el terror, las epidemias y la emigración; he visto nacer y expandirse ante mis propios ojos las grandes ideologías de masas: el fascismo en Italia, el nacionalsocialismo en Alemania, el bolchevismo en Rusia y, sobre todo, la peor de todas las pestes: el nacionalismo, que envenena la flor de nuestra cultura europea.»  - Stefan Zweig
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viernes, 29 de junio de 2018

"¿Y tú crees en Dios?     -Mira, yo en lo que no creo es en la NADA, y a partir de ahí en lo que te dé la gana."  - AllendeAran
SENSUS DIVINITATIS
(Una de Teleología, para principiantes)


Llevo días con varias ideas un tanto descabelladas zumbándome en la cabeza. Quería en cierta forma dedicar un texto largo a cada una de ellas hasta que me di cuenta de que tenían todas algo en común, la búsqueda de un destino (aunque fuese a muy largo plazo) del ser humano y su particular universo, que no es otro que el mismo del que habla la cosmología y los sentimientos que se ven expresados en millones de libros, de novelas, poesías, cine, sueños …. Y es que la ganas de encontrar un salida a tanta frustración mortuoria que la condición del ser humano padece no hace sino multiplicar su creatividad, cuyo principal motivo es, a la postre, la salvación. Esto no puede acabar así. Deberíamos ir hacía algo mayor, algo mejor y más grandilocuente. Pongamos más fantasía en la imaginación y vamos a ver que nos dicta la bendita experiencia científica. Eso sí, comprendo de antemano que nada queda confirmado, que todo está por asegurar, porque no sabemos si habrá un final, ni si nos conviene que lo haya. Hay teorías al respecto pero con muchas fisuras y si vivimos en una especie de pertetuum mobile cosmológico y nuevos descubrimientos nos amplían la visión de todo, siempre tendremos camino por donde encauzar la creatividad, para que ésta no descanse. Pero quien sabe en qué acabará todo esto. 
Uno de los grandes quebraderos de cabeza de todo científico sigue siendo el de la conciencia. Qué hacemos con ella o qué se puede hacer sin ella, teniendo en cuenta lo vaporosos que resultan ser los pensamientos. Los estudios más serios parecen haber caído íntegramente en manos de la neurociencia. Para ella hay un mecanismo material de por medio. Damos por entendido que el cerebro si deja de funcionar, la conciencia se pierde. Yo, personalmente, no lo tengo tan claro. Por la misma razón de que tampoco sé exactamente qué piensa cada cual por mucho que se exprese con palabras y gestos faciales. Se puede mentir de tantas maneras posibles menos de una, que justo es aquella que mejor guarecida está en la mente de cada cual y a la que nadie tiene acceso. Los pensamientos son todo un misterio, y si incluso uno al morir cree que porque no expresa nada ante los demás ya no queda conciencia no es del todo seguro que ésta se haya disuelto en nada.
Sin embargo, lo que más debería importar no es que al morir la conciencia permanezca quien sabe cómo donde, lo que verdaderamente debería importar es que la conciencia, (último gran eslabón de la evolución) tenga un futuro más allá de lo cognoscible hasta ahora, qué nos sumerja en un mundo más completo del que disponemos, que nos acerque al conocimiento más profundo de la cosa en sí y del ser que somos interiormente, sus aspiraciones, sensaciones y deseos. De qué manera el materialismo podría dar respuesta a esta elocuente aspiración cae de momento en conjeturas derivadas del pasado. Veamos cómo.
Evidentemente todo cuanto sabemos se lo debemos al pasado. Más aún es pasado todo cuanto somos y valoramos. El futuro es una deducción que le pertenece al pasado. Hay un camino trazado que parece indicar una ruta, y por lo que hemos recorrido deducimos la dirección que deberíamos seguir. Desafortunadamente vivimos con diferentes opiniones al respecto, sobre qué dirección tomar, y con no pocas guerras hemos seguido una u otra ruta de manera forzosa, a veces de manera certera, otras equivocadamente. Es obvio que es de nuestra responsabilidad el que lleguemos más allá en mejores condiciones de las que tenemos. De eso trata el progreso. Hasta ahora sólo podemos conjeturar y comportarnos conforme a una ética que favorezca nuestra supervivencia. Pero de lo que nos espere más allá es cosa también de ese movimiento contradictorio que busca y establece bases para seguir creciendo. La evolución no solo parece ser transformación. Algo misterioso parece estar persiguiendo un estado de mejor de existencialismo.
Hubo en los momentos primigenios, hasta donde sabemos, una luz que por sus efectos electromagnéticos fue creando partículas atómicas cada vez más complejas que al unirse entre ellas crearon moléculas que a su vez, cada vez más complejas, dieron a la luz vida, seres pluricelulares, con tipologías reproductivas, plantas, insectos, mamíferos, y al hombre y a la mujer, con la gran característica de la conciencia. Con ella entramos en comunicación y proceso de sentimientos que revalorizan nuestra existencia y poder. ¿Hemos llegado al final de la cadena? Lo dudo. De hecho, prefiero imaginar que si hubiese un techo andaríamos todavía por el suelo. Se necesita una conciencia que acierte a entender qué sentimientos nobles o canallas esconde el prójimo, una cierta telepatía. Una comunicación más eficaz y profunda con los demás y el entorno (esa cosa en sí). No es bueno que tantos secretos personales sucumban en el olvido de las tumbas. Ni es bueno que muchos no tengan oportunidad de volver a intentarlo. Tenemos que acabar con el silencio, la moral que nos amordaza, la mala convivencia por no saber, la represión, el aislamiento, la maldad, la desconsideración. En resumidas cuentas, necesitamos otro animal capaz de superar estas conductas frustrantes y propias del egoísmo. Respetar la ética y los diez mil mandamientos que hayamos podido inventar no parecen estar funcionando como era de esperar.
Igual que los dinosaurios desaparecieron de la faz de la tierra (se me ocurre que castigados por su actitud voraz y sanguinaria) quizá debamos desaparecer nosotros también para que se invente otra raza más competente. Con lo “listos” que somos tampoco será necesario que esperemos a que nos caiga un meteorito gigantesco como castigo. Nosotros mismos nos encargaremos de ello. El planeta entero ya está en periodo crítico de putrefacción. Vamos de mal en peor. Tal vez vayamos mejorando, según se mire, según quien opine, ya que aún resistimos, puesto que hemos sabido reproducirnos en abundancia como la mala hierba, pero a costa de comernos el planeta desmesuradamente. ¿Estamos todavía a tiempo de superar la permanencia de los dinosaurios  idiotas que duraron unos 300 millones de años como meros depredadores? Nosotros sólo llevamos unos 300 mil años. Tal vez la inteligencia, de la que presumimos tanto, no sepa concedernos ese favor, ese milagro.
Tengo poca confianza en que el hombre pueda salvarse del fin del mundo, mantengo mucha más confianza en que la cosmología inducida por la física cuántica nos reserve otra vida a lo largo de los eones sucesivos. Una vez más, con optimismo, le damos imaginación a la fantasía (o al revés). Incluso ya hay realidades matemáticas que nos hablan de cosas que la imaginación al uso no acierta a entender. A lo largo de los siglos hemos comprobado que el sol es una estrella cualquiera, entre billones, que nuestro planeta es otro entre billones, que nuestra galaxia es otra entre billones y así sucesivamente. ¿Querrá esto decir que nuestro universo es otro entre billones, y estamos en este como podríamos haber estado en otro? A lo mejor el futuro nos tiene reservado otro hueco, porque el espacio-tiempo es maleable, se encoge y se estira y se dobla hacia afuera y hacia adentro, por lo que dicen de los agujeros negros, que por cierto los hay a billones también. Pero no me preguntes cómo será posible alcanzar una existencia de mejor cualidad, dime tú cómo no iba a ser eso posible con tantos elementos en juego, en continuo proceso de intercambio de energías. De momento es una especulación teológica si lo prefieres, pero hay un impulso que parece subyacer en todo cuanto se mueve, vibra y parpadea, un cierto vitalismo. Ya que ni en el vacío anida la nada, dicen ¿qué más prueba necesitas para entender que siempre habrá algo y que tú formas parte de ello?
Tan solo espero que se nos dé ese estado superior en el que podamos encontrarnos en otro momento no cara a cara, sino corazón con corazón. Que los recuerdos puedan volver a su punto de origen tal como fueron y a la vez tal y como deberían haber sido. El “sensus divinitatis” está ahí en nuestro interior por alguna razón, sea por la frustración, sea por idea de superación, de querer más, prevalecer o transcender. Ya no buscamos a Dios detrás de las nubes. Está en todo cuanto palpamos y dependemos tanto de Él como Él de nosotros. Sólo de esta manera no llegamos a quedar marginados durante este sempiterno proceso hacia lo Divino, sino aún mejor, siendo responsables de que nuestros actos tiendan hacia ese objetivo. ¿Que no está claro? Te lo dice el amor, te lo cuenta la belleza, te lo ratifica la alegría, la serenidad, la razón, ahí están algunas pautas a seguir.
Cuando los antiguos miraron al cielo nocturno, fueran poetas o científicos, supieron entender ese misterio que les inducia, como por embrujo, a saber más para sentir, para deleitarse tanto en el conocimiento como en la belleza. Así, dependiendo del ánimo entusiasmado con que se mire al mundo tendremos una respuesta optimista que nos ayude a trazar el camino hacia el más allá.  El fin del mundo puede estar al doblar la esquina pero el del universo no. Me cabe todavía esa esperanza, como una llama trémula que la agita el viento. No dejaré que se apague. - AllendeAran



“La naturaleza esencial no consistiría en explicar la aparición de la vida, la conciencia, la razón y el conocimiento como efectos colaterales accidentales de las leyes físicas de la naturaleza ni como el resultado de una intervención intencional en la naturaleza sino como una consecuencia nada sorprendente, si no inevitable, del orden interno que gobierna el mundo natural.”  - Thomas Nagel
“La conciencia humana no es meramente pasiva sino que está penetrada, tanto en acción como en cognición, por la intencionalidad, la capacidad de la mente de representar el mundo y sus propios propósitos.”  - Thomas Nagel

“Lo que Dios sea y como quiera que se conciba, hay entre Él y nosotros una afinidad, y la mente religiosa en sus más altos ánimos se concibe así misma como haciendo lo mejor del trabajo de Dios en la labor del hombre (haciendo del hombre lo más parecido a Dios) y concibe a Dios como locutor del hombre en su conciencia, en su pasión por la verdad y la belleza.” – Samuel Alexander.
“La Divinidad es por lo tanto una ulterior cualidad superior a la mente, en la que el universo está afanado en dar nacimiento […] Ante cualquier nivel de existencia la Divinidad es la cualidad más ulterior y superior. Es entonces una cualidad variable y a medida que el mundo crece con el tiempo, la divinidad cambia con él”  - Samuel Alexander


Algunas lecturas recomendables:
"The Reflexive Universe" by Arthur M. Young
"La Mente y el Cosmos" by Thomas Nagel
"La Divinidad" by Samuel Alexander
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martes, 17 de abril de 2018

"Con que intensidad puede la naturaleza negarnos un paisaje. En el fondo de toda belleza yace algo inhumano, y esas colinas, la dulzura del cielo, esos dibujos de arboles pierden, al cabo de un minuto, el sentido ilusorio con el que los revestíamos y en adelante quedan más lejanos que un paraíso perdido."  - Albert Camus

CON LA ESPERANZA EXHAUSTA 
Albert Camus iniciaba uno de sus ensayos del “Mito de Sísifo” con la cuestión de si la vida merece o no la pena vivirse. Hablaba del suicidio. Leí el libro hace tiempo y ya no recuerdo su veredicto final al respecto. Creo que se introdujo por vericuetos del absurdo y el existencialismo. Al no recordarlo supongo que no dio respuesta concluyente al dilema. No creo que alguien pueda tenerla.
El problema con la vida, si merece o no vivirse, es muy complejo y muy dependiente del carácter de cada uno y de situaciones diversas. No es igual plantearse la pregunta cuando se está muy alegre a cuando se está muy triste. Tampoco es igual para quienes viven en países ricos o países pobres, y ni que decir de los que están en guerra. Aunque resulta curioso que hay más suicidios en países ricos que en países pobres. Y es que, sienta peor que uno tenga y le quiten a que uno no tenga y aspire a tener. Yo soy de los que piensan que todos pagamos una factura por cada instante feliz que la vida nos brinda. A algunos les sale más caro que a otros. Cuestión también de mala suerte o de no saber gestionar las malas pasadas, de ser más valiente, más listo…. En fin, hay tantos factores que no voy a entrar en detalles para no enredarme. Voy a ser más conciso.
Yo entreveo dos enfoques distintos al conflicto, que no logran definirse y, por lo tanto, no dan clara respuesta. Si la vida merece la pena vivirse “puede” depender de lo que nos espere en la muerte. Tal vez ahí esté la gran revelación a nuestras dolorosas conjeturas. Ahora bien, algunos dirán, la vida no ha de juzgarse por lo que haya o no haya en la muerte sino por lo que vivimos aquí, cómo y de qué manera sentimos los avatares a los que nos enfrentamos. Cierto, pero la vida no sería vida si no existiera la muerte, porque entonces sería una continua eternidad en la cual no encajamos. Así que el concepto muerte algo tendrá que decir al respecto aunque su cualidad sea la del silencio. Es por eso que la respuesta depende de lo que uno decida entender qué es y para qué sirve la muerte. Cuál es su función. Si es algo o es nada. Evidentemente, no se puede saber de manera empírica porque entonces la gracia de vivir estaría perdida. Claro que, lo que para unos es una gracia para otros se trata de una desgracia.
Ahora vamos a los valores que la vida nos ofrece y cómo los aceptamos. Vivir es una constante tentación a participar de sus invitaciones. Perseguimos la sensación de bienestar, el placer. Hay momentos maravillosos y momentos horrorosos. Uno puede hacer recuento al término del día o del año o rememorando el pasado conforme se cumplen años. Todos tenemos un álbum de recuerdos, algunos dulces, otros amargos. Tal vez el mayor problema comience cuando uno observa detenidamente cómo muchos deseos se han ido acumulando sin quedar satisfechos y cómo otros en su día terminaron frustrados, teniendo que ser olvidados forzosamente por culpa de nuestra impotencia. Lo peor es cuando algunos de esos deseos siguen en pie de guerra sabiendo que las abatidas del enemigo, el Sino, no augura esperanzas de victoria. Moriremos en pie de guerra, moriremos en el intento, o quizá nos rindamos de una vez por todas cualquier día.
Séneca decía en una de sus epístolas a Lucilio, que lo deseos ciegos nos precipitaban por lo general al desencanto, y que si que no te habían dado satisfacción a día de hoy no era de esperar que lo hicieran en el futuro. Rompiendo así las esperanzas que uno sigue regando con los años. Esto, que leí en 1993, debe ser cierto porque a día de hoy sigo en las mismas. De todos modos, al azar este pesimismo le trae sin cuidado, puede que con suerte consigas mejorar tu vida, puede que no. Nadie sabe nada a ciencia cierta. Es por eso que uno continua hacia adelante. Está todo muy bien calculado. Seguimos adelante para volver a tropezar en la misma o en distinta piedra. Como decía Beckett, “¿Fracasaste?, no importa, empieza de nuevo, inténtalo otra vez, fracasa mejor”. Lo realmente preocupante es cómo te van a asestar el próximo golpe, porque cuanto más cargado de optimismo o valentía tengas mayor es el riesgo de pegarte otra gran hostia.
Cuando el pesimismo se clava en mí creo ver lo que el fondo del abismo (léase vida) esconde. Hacer una detallada descripción de eso puede resultar escalofriante. De hecho hay un momento en el que debo parar de pensar en negativo porque de lo contrario enfermaría. Algunos se hacen los sabios y extraen lecciones de sus fracasos. Yo ninguna, salvo rabia y asco. Los fracasos son para mí un muestrario de razones por las que mejor no haber venido al mundo.
Ojo, quiero aclarar una cosa ahora. Desear no haber venido al mundo no es igual a querer desaparecer mediante el suicidio. En el primer caso no hay nada que perder, no se viene y ya está. Nada se sabe, nada se padece. En el segundo caso el dolor se convierte en protagonista y el amor que se siente por la vida, (no correspondido por las expectativas formadas) carga de incertidumbre y malestar nuestra cabeza. Buscamos soluciones pero no hay forma de darlas salida. Hay algo que se resiste a cooperar con nuestros deseos, que algunos pretenden confundir con el egoísmo. En consecuencia, no se para de sufrir. Lo curioso del primer caso es que parece que hayamos estado infinitamente en la nada y sin embargo, de repente, uno abre los ojos y empieza a ser intérprete de una película que no parece venir al caso cuando se la compara con el otro escenario, el de la nada.  Es algo muy raro. Además el primer caso es irreversible. Estamos aquí, no hay vuelta atrás.
Emil Cioran se preguntaba a qué venía este paréntesis entre la nada y la nada. Yo me pregunto también si luego habrá otro paréntesis. ¿Mejor? ¿Y por qué no peor? Si esta vida no ha sabido recompensarnos favorablemente ¿qué me hace creer que un paraíso me está aguardando en las esferas celestes de no se sabe dónde? Es posible otro infierno. Un paraíso, por otra parte, es inimaginable para la razón, porque fundir el espacio tiempo en eternidad es demasiado abstracto para la mente. No podemos con semejante idea. Vivimos en un mundo causal. Se viene y se va, estamos a las órdenes de la causalidad. Nuestros intentos por variar el curso de los acontecimientos en beneficio de la existencia no hacen sino enturbiar aún más las cosas. El quietismo del que alardea la filosofía zen tampoco ayuda demasiado. La vida te provoca a cada instante a que tomes acción, tanto para evitar daños como para conseguir ganancias. Nada es fácil.
De este sinsentido he tenido conciencia clara desde mis primeros fracasos en la adolescencia. Fracasos con los estudios y mis amores románticos principalmente. Me he sentido desorientado y sin perspectivas desde entonces. Veo que la filosofía, la religión y la ética no son más que iniciativas para soportar lo que en el fondo es insoportable e irresoluble. Procuran aliviar la angustia que padecemos por no entender nada. Creemos ir hacia adelante y es todo lo contrario. La vida nos devora uno a uno. Poco a poco nos vamos pudriendo. Mis amigos me reprochan que exija  demasiado a la vida, que ponga tan arriba mis expectativas. Perdonad, pero… Si hace buen día y cojo mi bañador y mi toalla para ir a la playa es porque quiero nadar y tomar el sol y no que justo cuando llegue se nuble y se levante una brisa fría que me congela la piel. Esto, que es típico de la región donde vivo, es extrapolable a otras vicisitudes de la vida. Por supuesto que mantengo altas las expectativas, la vida me invita a ello y la vida me da luego el esquinazo. ¿Qué también les sucede al resto e incluso de peor modo? Eso no resuelve mi conflicto, es más, lo empeora porque me da la razón. Comprendo y estimo hasta donde puedo, la compasión, la empatía por aquellos que sufren por las mismas causas que a mí me afectan. Lo entiendo, sí, pero eso no resuelve el hecho de que la vida podría ser mucho más cariñosa con todos nosotros, mucho más gratificante, mucho más generosa, mucho más piadosa, más fácil. ¿Es esa una tarea que nos responsabiliza y concierne? Seguramente, pero yo, si fuese Dios, me lo habría montado de otra manera. - AllendeAran
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“Si se pudiese decir una sola vez “esto está claro", todo se salvaría. - A. Camus
“Quiero que me sea explicado todo o nada. Y la razón es impotente ante el ese grito del corazón. El espíritu despertado por esa exigencia busca y no encuentra sino contradicciones y desatinos”  - Albert Camus



“El hombre no elige. Lo absurdo y el aumento de vida que implica no dependen, por lo tanto, de la voluntad del hombre, sino de su contrario, que es la muerte.” - Albert Camus
“Se trataba de saber si la vida debía tener un sentido para vivirla. Ahora parece, por el contrario, que se la vivirá tanto mejor si no tiene sentido.”  - Albert Camus



“Si hay absurdo, lo hay en el universo del hombre. Desde el instante en que su noción se transforma en trampolín para la eternidad ya no está ligada a la lucidez humana.”  - Albert Camus
“Pues ante Dios más que el problema de la libertad, hay el problema del mal. Se conoce la alternativa; o bien no somos libres y Dios todopoderoso es responsable del mal, o bien somos libres y responsables, pero Dios no es todopoderoso.”  - Albert Camus.

                                                                          James Monnington
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lunes, 26 de marzo de 2018


"Astros y fuentes y flores, no murmuréis de mis sueños; sin ellos, ¿cómo admiraros, ni cómo vivir sin ellos? - Rosalía de Castro
"En un carro iba una pareja de casados pero iban peleados, al pasar frente a una granja el novio vio unos cochinitos y le dijo a la  mujer: ¿Familiares tuyos? Y ella le contestó: ¡Sí, mis suegros!" - Chiste Anónimo

"La moral es la ciencia que enseña, no cómo hemos de ser felices, sino como hemos de llegar a ser dignos de la felicidad." - Inmanuel Kant
ANTROPOCENTRISMO
ANTROPOMORFISMO
Tal vez haya sido por orgullo o necesidad. Tal vez la tendencia que, como todo bicho viviente, busca el control del entorno como una forma de supervivencia, algo innato que se mueve por la primacía, siempre a la busca de un mejor nivel de bienestar. Tal vez sea puro egoísmo, o el que nuestras mentes no hayan sabido cosechar una mejor lectura de la vida. Tengo mis dudas. Sea como fuere, el antropocentrismo sigue situándonos en el centro de todo hábito y disposición. Somos lo más importante del universo, los reyes y maestros de todo cuanto circunda a nuestro alrededor. Y esto, que durante tantos milenios se ha estado cultivando hasta el arraigo más pegajoso en nuestras entrañas, nos está llevando a enfermar el hábitat en el que nos movemos. El antropocentrismo, idea que nos sitúa en el centro y dominio del mundo, (como si hubiese sido creado únicamente para nosotros), nos ha llevado a la más irrespetuosa actitud con el planeta. Nos hemos creído que todo era gratis y ahora nuestro más descarado egoísmo está siendo severamente castigado. Aun así, muchos siguen sin verlo, sin querer verlo, sin querer saber. Y me pregunto, ¿podía haber sido de otra manera? ¿hay otra forma de ver las cosas?
Cierto es que cada cual ve el mundo que le rodea desde su yo pensante. Recibe impresiones sin parar y sólo cuando ya las procesa, conscientemente, se convierten en pensamientos, juicios, ideas. En cierta manera es lógico creer que el mundo externo se nos da, ya que viene hacia nosotros, nos envuelve y obliga a participar. De ahí que, si el mundo es algo, es ante todo una idea nuestra, porque es la mente la que nos autoriza a concederle esa afirmación. Estamos, entonces, obligados a adoptar una respuesta ante la vida, incluso si ésta consistiera en negarla. Teniendo en cuenta que el caprichoso obrar de la naturaleza pone incluso en peligro la misma vida que ella misma engendra, estamos aún más obligados a luchar por la permanencia existencial. Es lo que Spinoza decía “todo lo que es, en cuanto es, intenta perseverar en su existencia”.  Parece un mecanismo en busca de una mejor adaptación al medio, pero hasta donde sabemos se nos antoja torpe y demasiado precario. Todo esto nos empuja a tomar una postura que favorezca no sólo nuestra supervivencia sino que vayamos todavía más allá,  deseando un futuro prometedor donde la felicidad prevalezca con más intensidad y duración. Buscamos la máxima sensación, la plenitud sensorial. Así puestos, ¿Cómo no íbamos a otorgar una importancia primordial a nosotros mismos? ¿Quién, que animal, no lucha por que su existencia no quede enterrada en el olvido, ni pisoteada por otros?
Sacudidos por las miserias del pasado primitivo nos hemos aprovechado de este planeta cuanto hemos podido, sin dar las gracias o devolver lo que gratuitamente le robamos al mar, a la tierra y el aire. Debemos tomar conciencia de estos pecados. Y estos pecados, que no son precisamente de los que hablan las religiones, (si bien sí lo son en parte) son más bien los que provienen de la ruptura con la ética, esa que se discute entre nosotros mismos, ese pacto, ese consejo que se va modelando conforme los tiempos cambian. Camino que se traza al andar para no tropezar dos veces en la misma piedra. 
La inteligencia es una poderosa herramienta, pero ésta exige que su manejo sea eficaz. Hasta ahora, el egoísmo ha sido la mano derecha de la inteligencia. La otra, la izquierda, la codicia. Estos son los dos pilares del antropocentrismo. Disculpable hasta cierto punto, por cuanto hemos dicho anteriormente, pero ahora corresponde entender por qué se está pudriendo el mismo hábitat que nos sostiene y dio luz. Es, no cabe duda, responsabilidad nuestra el que la destrucción venga de esa actitud de ególatras ciegos a comprender cualquier otro derecho de existencia salvo la nuestra, que otras cosas existen en similares condiciones a la nuestra, que sufren al fin y al cabo de igual manera. Aquí entraría la empatía.
Dentro de la ética qué duda cabe que el amor sigue siendo el valor más poderoso del que disponemos para la convivencia pero, ¿y si a cambio aportáramos un grado de imaginación, algo que al desplegarse más allá de nosotros mismos sintiéramos una ligazón que nos hiciera simpatizar inmediatamente con cualquier animal o cosa? Un especie de prosopopeya ya utilizada por la fantasía de los poetas. Atribuir caracteres humanos a todo elemento vivo o no vivo. Algo que nos recuerde que eso, cualquier cosa que sea, tiene, además de su propia razón de existir, un parentesco con nosotros mismos. ¿No nos sería más fácil querer y respetar nuestro planeta, igual que cuidamos de un jarrón o un mueble de casa?
La más elemental similitud con cualquier cosa es la de la experiencia. Todo está ahí en idénticas condiciones y derechos que nosotros. Todo ha de sentir algo porque nada se detiene en la eternidad. No podemos saber hasta qué punto las plantas, las piedras o cualquier animal sienten, qué sienten, cómo sienten, de igual modo que tampoco tenemos acceso al interior mental de las personas. Nos fiamos por un sistema de comunicación por el que aceptamos proposiciones  de uno a otro, con la fe puesta en que dicen la verdad. Luego está el semblante que expresa distintos sentimientos. En los animales el asunto se complica y ya en las plantas solo diferenciamos su vigor o su estado marchito. En las piedras y otros objetos la cosa ya ni se sabe, su mutismo estático parecería hablar de la muerte pero…. ¿no están formadas también de átomos y otras partículas elementales en constante fluctuación? Porque ninguna piedra será la misma con el paso de los siglos. La lluvia y el viento, entre otros factores, la irán transformando. Porque hay una inter-relación con el ambiente y ya sabemos que todo permanece encadenado en un constante fluir
Las ventajas de la integración conceptual del antropomorfismo en las miras hacia este mundo son múltiples y variadas. Muchos lo considerarían de majadería, pero voy a poner un ejemplo evidente. Los perros fueron hace cien mil años animales salvajes, ¿qué ha hecho que con el tiempo sean amigos nuestros? Ahora comprendemos la sonrisa de un perro en el bailoteo de su cola, incluso podemos leer su tristeza en los ojos. No vamos a conseguir, ni debe ser nuestra intención, que recibamos una respuesta cariñosa de todos los animales, ni que decir de las plantas o las piedras, sino de sentirnos a gusto en un mundo que no tiene por qué ser hostil a todas horas. La naturaleza sufre y no sabe de nuestros propósitos. Hay propuestas metafísicas que hablan de que la principal y primera experiencia sensorial que recibimos es estética y que en el fondo lo que buscamos es amplificarla. ¿Debemos pues ver a un árbol como leña que usar para calentarnos en el invierno o como una expresión artística de la enraizada y libre naturaleza?
El antropocentrismo pondría la necesidad vital del ser vivo como principal motivo de acción y el antropomorfismo buscaría la otra necesidad de dar sentido al hecho de vivir. Ambas formas son vitales pero desgraciadamente hemos caído más presos de la satisfacción inmediata y sobreprotección de la raza a costa de sacrificar el hecho estético espiritual. Sí, he dicho espiritual, que sería esa búsqueda con miras a elevar, a otro rango más humano, esta raza que sentimos a menudo absurda y vacía. Aquí entraríamos en un proceso cuasi religioso que no es momento de expandir. Sólo matizar que la fantasía del antropomorfismo no es un tonto juego de la fantasía de los dibujos animados sino una estrategia que acentúa nuestro amor por todas y cada una de las cosas que componen el universo, que nos ayuda de forma lúdica a situarnos en el cosmos y que parece recompensarnos ilimitadamente de diversión. - AllendeAran
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"La fantasía que es el sentido social, anima lo inanimado, lo antropomorfiza todo; todo lo humaniza, y aun lo humana. Y la labor del hombre es sobrenaturalizar a la Naturaleza, esto es: divinizarla humanizándola, hacerla humana, ayudarla a que se concientice, en fin." - Miguel de Unamuno
"El Dios antropomórfico y sentido, al ir purificándose de atributos humanos, y como tales finitos y relativos y temporales, se evapora en el Dios del deísmo o del panteísmo." - Miguel de Unamuno
"El antropocentrismo dio origen al aburrimiento, y cuando el antropomorfismo se reemplazó por el techocentrismo, el aburrimiento se hizo aún más profundo. " - Lars Svendsen
"Perpetuamos el antropocentrismo de forma inversa cuando asumimos que el mundo sin nosotros, un mundo del cual nuestros valores se han sustraído, es en consecuencia un mundo a la vez vacío de valores"  - Steven Shaviro

"Amar a los perros es una cuestión antropomórfica. Nos hemos encariñado con ellos por los sentimientos que les trasmitimos."  - Pierre Berge
"La angustia del destino se conquista por la auto-afirmación del individuo como una significante representación infinitamente microscópica del universo" - Paul Tillich
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