LO QUE EL AMOR CALLA
"Vengo a contarte mi locura, y cómo el amor ha podido hacerme niño rejuveneciendo mi vida." - (Poesía oriental.)
"Se puede tener, en lo más profundo del alma, un corazón cálido, y sin embargo, puede que nadie acuda jamás a acogerse a él." - Van Gogh
Resulta penoso llegar a la conclusión de que en materia de amor romántico todo acaba por ser una fantasía cautiva en uno mismo. Cuanto podamos sentir profundamente en las entrañas, nunca emerge a la luz del día para vivirse en una más palpable realidad. Nos hacemos prisioneros de una quimera que deseamos vivirla con la intensidad de lo real, a plena vitalidad de los cinco sentidos. Todo inútilmente. Ni siquiera uno puede revelarlo dignamente, porque no hay palabras, ni gestos que expresen con exactitud lo que se siente en el interior. Es como si hubiera dos mundos distintos, uno vivido afuera, cara a los demás, y otro que va por dentro, vivido en silencio. Lo que de mí es, lo que yo diseño e invento acorde a cuanto me invitan los acicates del día a día, lo guardamos en un cofre sin llave, igual que un tesoro, sin que nadie sepa dónde está escondido. Los sueños se transforman en diamantes, gemas, rubíes, esmeraldas, joyas que únicamente las disfruta quien las posee, en secreto y tristemente en silencio.
Ya uno debería estar convencido de que en este juego por conquistar el sí del prójimo amado y complacerse en una realidad legítima, se pierde por lo general. Por supuesto, no voy a negar la felicidad de miles de parejas que lo han conseguido, lo que vengo a manifestar es la frustración de muchos miles más que sufren en silencio sus pasiones. No entiendo por qué tenemos que ser tan difíciles. Parece ser que el guion que nos toca interpretar en esta vida fuese erróneo o predeterminado a posta, para que de nuestro sufrimiento se sacara algún tipo de energía, truco, castigo o lección que no vamos a conocer hasta que no pasemos al otro mundo, trato de suponer. Lo que por otra parte carece de gracia, ya que cuando más lo necesitamos es ahora, en esta tierra desalmada que pisoteamos. Por algo buscamos amor, por algo lo necesitamos, por algo lo queremos.., ahora. El que los sueños jamás se cumplan puede deberse a que ya se viven en la profundidad de nuestra mente y, por ende, ya vividos. Si bien son menos intensos que la realidad, también es de agradecer que sean más genuinos y libres. Pero rara vez uno vive lo que imagina.
Todo esto que digo viene por un motivo, claro está. Un amigo me cuenta recientemente que está enamorado de una chica que ha conocido por internet, en uno de esos chats privados o redes sociales. Pero, cómo, le dije, ¿estás de coña? Y para defender sus sentimientos, viéndose ya ofendido por mis palabras, me increpó acerca de pasadas confesiones que en su día yo le conté, amores de barrio, pero imposibles, “fichajes” de los que le hablo de vez en cuando, igualmente ridículos ¿Qué diferencia hay? Me preguntó. Al principio creí que quizá yo estaba más cerca de la realidad que él, pisando fuerte el suelo por contar con algunas esperanzas al estar más próximo a gente “real”, gente del pueblo, gente del vecindario. Luego, de pensar con mayor cautela entendí por dónde iba. ¿Esperanzas de qué? ¿Es acaso más justificable enamorarse de un chico o chica del barrio que no te mira a la cara ni te saluda, al que ves de vez en cuando, pasa a tu lado y pasado se queda, que de uno virtual, o de alguien que resulta incompatible o imposible por diferencia de edad, genero, raza, idioma, cultura o tendencia sexual? Si como la mayor parte de los enamoramientos caen en saco roto, ¿qué más da la envergadura o distintivo de cómo o quien te enamores? Si es sentimiento tuyo, único e intransferible, que nadie va a entender jamás, quédatelo. Disfrútalo en tu propia intimidad y calla.
El que todo enamoramiento nos conduca a fantasías placenteras no es tema hereditario del romanticismo. Ya desde mucho antes el amor fallido, el enamoramiento no correspondido, ha rellenado miles de páginas y manuscritos con quejas, deseos, lloros, suspiros, anhelos y demás sentimientos vinculados al corazón. Tanto en verso como en prosa. Desde églogas de Teócrito o Virgilio (a.C.) o Garcilaso de la Vega, sonetos de Shakespeare, John Donne (siglos XVI) o italianos como Petrarca enamorado de flechazo por Laura, o el de Dante por Beatriz o malogrados como el de Abelardo y Eloísa, por nombrar unos pocos del medievo, bastante anterior al romanticismo desmadrado del siglo XVIII. La literatura está atestada de corazones rotos.
Aunque resulte muy difícil, se debe dejar que los sueños, sueños sean, y no mezclarlos con la realidad. Tenemos que asumir una cosa u otra, que queden separadas y jamás pretender unirlas, porque de lo contrario, la caída estrepitosa contra el suelo está garantizada. Y cuanto más alto sea el vuelo peor el golpe. Algo difícil de controlar, y que más bien, tarde o temprano, todos terminamos como Ícaro. Porque el enamoramiento, muy aliado de la fantasía, es lo que tiene, marca unas reglas que como líneas rojas no se deben franquear. Entender que, si estamos jugando con ella, mejor no tratar de engañarla con un quiero más, algo de verdad, algo real. Vive el momento y nada más. Porque de traspasar esas líneas rojas, al querer acercarse a una realidad más intensa, pero prohibida, es lo que terminará por hacernos daño.
Pero lo sé, no es fácil. Lo peor de todo este enredo en el que se cae de buena gana al principio es lo que cuesta luego salir. Actúa como una droga. Uno cae en la adicción de querer seguir estando embelesado, fascinado, con la sensibilidad ardiendo, hasta que, evidentemente, ésta nos llega a quemar. Y sin embargo, exigir al enamorado, ante sus escasas posibilidades de éxito, que ponga los pies en el suelo, que despierte, tire la toalla, se baje del burro o deje de perder el tiempo, es un consejo insensato porque, para empezar, no poseemos el genuino sentimiento que le domina el corazón. No se le puede juzgar si no tenemos acceso a sus emociones. Lo mejor es dejarle en paz. Que lo viva sin reprimirse, hasta que le haga daño, le quite el hambre, el sueño o le aburra. Porque si en algo falla este mundo es en la posibilidad de transferir con exactitud lo que sentimos. Las palabras cojean, la música, aunque muy profunda y reveladora, tampoco nos sirve como declaración de amor, puesto que una misma canción, por motivos de sensibilidad, no conmueve a todos por igual. Quizá la poesía sirviera de declaración más exacta a lo que pretendemos, pero igualmente resulta tosca ante la verdad de lo que se esconde en el interior de nuestra mente-corazón. Ni siquiera una sonrisa, una lágrima, una mirada dulce, llegan a decir la verdad de lo que experimentamos en silencio.
Es por ello que debemos resignarnos a no entendernos como correspondería unos con otros, por mucha comunicación que hayamos desarrollado con el paso del tiempo. Nos acercamos y, con mucha empatía, entender al otro, pero no sentir al otro. Igual que el dolor, podemos ver el sufrimiento del amigo en su semblante constreñido, pero no el dolor mismo. Y así sucede con el amor del enamorado. Esto es en definitiva lo que nos trastoca. Lo que hace que golpe tras tropiezo no nos sirva como correctivo. Porque, al fin y al cabo, de esto va la vida, de uno mismo. De sentir en silencio.
Ya sobre amores frustrados, platónicos, perdidos y trágicos, está la historia saturada. Mi amigo será un integrante más de esa lista infinita de amores rotos. Él se ira dando cuenta de ello cuando al avanzar vea el precipicio de más cerca. No es de preocupar si quien me lee está en uno de esos o ha estado una o varias veces. Parece como si de un ardid mágico y siniestro se tratara, quien sabe escondiendo qué, algo que no acertamos a descifrar de forma objetiva, jugara con nosotros maliciosamente. Con todo, no pretendo deprestigiar al amor romántico, ni mucho menos. Vale mucho más de lo que estima el juicio de valores morales que nos han impuesto. Soy de los que piensan que quien no se haya enamorado alguna vez es que no ha saboreado las mieles de la divinidad, aunque luego saboree las hieles del desengaño. Hay que pasar por ello. Quién sabe si quizá sea yo quien se equivoque esta vez y al final mi amigo salga airoso y triunfante del contubernio en el que se ha metido. En lo que sí acierta de veras es en esas comparaciones que hacemos. Tan auténtico como inútil es enamorarse de cualquiera en circunstancias dispares, desde las que auguran esperanzas, como de las que predicen un castañazo inevitable. Porque del futuro nadie sabe nada, y aunque del pasado ya tengamos bastante carga en nuestras espaldas, de poco nos sirve ante lo nuevo o diferente por venir. Que sea lo que Dios quiera. Yo no pinto nada. - AllendeAran
"Desvivirse, debatirse por un objeto impenetrable es religión pura. Hacer del otro un enigma insoluble del que depende mi vida es consagrarlo como dios; no llegaré nunca a resolver la cuestión que me plantea; el enamorado no es Edipo" - André Gide.
"La belleza seduce a la carne con el fin de obtener permiso para pasar al alma". - Simone Weil
"¿Qué sucedería si decidiese definirte como una fuerza y no como una persona? ¿Y si me situase a mí mismo como otra fuerza frente a tu fuerza? Ocurriría esto: mi otro se definiría solamente por el sufrimiento o el placer que me da". - Roland Barthes
"Me da sólo evocarte, dulce amor, tal riqueza, que entonces, ya no cambio, mi estado por un reino." - Shakespeare
"En realidad, poco me importan mis oportunidades de ser realmente colmado. Sólo brilla, indestructible, la voluntad de saciedad. Por esta voluntad, me abandono: forma en mí la utopía de un sujeto sustraído al rechazo: soy ya ese sujeto." - Roland Barthes