jueves, 16 de agosto de 2012


CURIOSITY 

Ahora que el cochecito robot Curiosity se pasea por el suelo de Marte como Pedro por su casa, sacando fotos en exclusiva para que podamos nosotros, cómodamente sentados, admirar lo decepcionante que es la fisonomía del planeta, con sus piedras desperdigadas por el desierto, todo de un color uniforme rojizo tan yermo y aburrido como la luna, me viene a la mente una lectura didáctica al respecto. No es que seamos sólo nosotros, los del planeta Tierra, los únicos que gozamos del principio Antrópico (principio por el cual tenemos el privilegio de existir tal cual gracias a las casi infinitas casualidades que han jugado a nuestro favor y, en consecuencia, difícil es que eso se vaya a repetir en otro punto del universo) no, no es eso. La razón por la que en el planeta rojo no haya vida y su belleza nos resulte tan paupérrima como la de la luna, es clara y sencillamente, porque así lo merecemos.
Si todavía, a estas alturas de la evolución no hemos sabido poner orden en nuestra casa para qué buscar santos remedios en la del vecino. Si no valoramos y respetamos la variedad de culturas, flora y fauna que pueblan nuestros ecosistemas, entendiendo la diversidad como unidad y fuente necesaria de estabilidad. Si mostramos indiferencia ante el deterioro constante que causamos con nuestras acciones egoístas. Si entre nosotros mismos nos matamos por no saber compartir ideas. Si continuamos sin apreciar la belleza del azar en la naturaleza creyendo que eso es cosa sólo de poetas o lunáticos, es que no merecemos encontrar otros mundos que se adapten a nuestra singular biología. Porque nuestra cualidad de seres, hoy por hoy, está forzada a la insaciable avaricia, al abuso y a la intransigencia. No es tanto la lucha por la supervivencia como la falta de discernimiento entre la necesidad y el exceso. Disfruta de la Tierra, pero no la poseas, dijo Thoreau. De llegar fácilmente a otro planeta, que ofreciera posibilidades de vida, cometeríamos la misma injusticia que se hizo con el Nuevo Mundo tras la llegada de Colón. Mientras los nacionalismos políticos continúen alimentando orgullos y odios por igual, mientras la idea de colonizar lleve un nombre propio, mejor será que no pongamos pie en el suelo de ningún otro planeta.
Por fortuna todo indica que pasara un tiempo antes de que se descubra un sitio hospitable en las distancias astronómicas que nos separan. A ello habrá que añadir luego la complejidad de viajar hasta ese punto, así cómo el adaptarse a unas cuantas condiciones fisiológicas que se presenten. Todo ello nos llevará unos siglos de continua investigación y desarrollo. No será fácil, pero a ver si para entonces nuestra forma de armonizar con el entorno mejora.

Ojala estas imágenes de Marte nos ayuden a valorar la riqueza propia de nuestro planeta. Queda mucho por aprender en la vasta superficie del planeta azul. Es cuestión de saber abrir los sentidos al espectáculo que se descubre en la naturaleza.



Estos otros mundos  están reservados para quienes  de verdad sepan hacer un buen uso de ellos. Mientras tanto a seguir esperando y a esmerarse por alcanzar mejor entendimiento entre las razas. Nos queda mucha historia por crear. Mucha apertura de miras para comprender de qué va la creación.


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