viernes, 19 de noviembre de 2021


“- ¡Los robots no tienen baño!
- Ah, y ¿dónde fuman cuando van al instituto?” - Futurama 

"Lo vivo es invención constante, creación de formas, elaboración de novedades, impulsadas por un élan vital. De ahí que, el universo no puede tener como sustrato un sistema de leyes." - Juan Arnau

 

RETRASADOS MENTALES
(Robots y Transhumanismo)

Tengo una amiga que anda un tanto preocupada ante el futuro tecnológico que se avecina, (como cuando vemos nubarrones avanzar a nuestro encuentro y estamos sin paraguas, algo así). Creo que su miedo se basa, más que nada, en la pérdida de lo que hasta ahora hemos sido: personas con sentimientos, seres humanos. Ella piensa que la IA, (inteligencia artificial), los nuevos robots, podrían superarnos en sabiduría, dominar la mente y, en consecuencia, dejarnos en desventaja, ser ellos más listos que nosotros. Cree además que nosotros mismos podríamos formar parte de esa familia, es decir, robotizarnos en algo nuevo que se llama transhumanismo. Mi amiga se ha visto algunas conferencias recientes al respecto que ha compartido conmigo. Yo ya había oído algo acerca de esto, de hecho, la ciencia ficción lleva decenios tratando el tema, pero parece que ha llegado el momento en que algo de verdad se cuece a nuestras espaldas, porque la ciencia, la tecnología más concretamente, se mueve a pasos de gigante, dejándonos tan atrasados como lo serian hoy nuestros abuelos con un "smart-phone" en sus manos. Hay expertos cuya sapiencia en cuestiones de avanzada tecnología nos dejarían a la par que los analfabetos. Lo que no tengo tan claro es si su mentalidad de expertos está a la altura de lo característicamente humano: la ética, el sentido de la vida, dónde o cómo la felicidad. Es decir, si tienen alguna pauta, alguna idea o concepto del devenir humano, de qué necesitamos realmente para prosperar en este mundo, de cuales han de ser las creencias para sentirnos a gusto, aquí ahora, donde estamos, o hacia donde nos dirigimos.
Pero vamos a hacer un pequeño sacrificio y por un momento atender las intenciones de esos expertos en tecnología. Luego enseguida ajustaremos cuentas. Cuando uno se encuentra seducido por desarrollar una idea lo lógico es satisfacerla. Ya lo decía Oscar Wilde, “La mejor manera de acabar con una tentación es ceder”. Si tenemos la idea de que mediante un invento nuestra vida puede mejorar, ¿cómo resistirnos a no hacerlo? Así ha sido desde el principio de la historia, desde la rueda al avión ¿Cómo negarse a eso que promete hacer nuestra vida más fácil, más cómoda, más próspera si se puede? 
No hemos venido a este mundo para estar de brazos cruzados. Es obvio que nos debemos a una evolución, a ir más allá. Por lo tanto, no quisiera caer en la definición de ser un amargado reaccionario y demos luz verde a las ideas de bonanza que el progreso conlleva. El problema surge cuando a la larga uno observa los cambios que se han producido respecto al pasado, de cómo eran las cosas cuando éramos pequeños y lo mucho que han cambiado con los años. Tenemos más y mejor, pero la felicidad no parece agraciarnos del mismo modo. La pregunta aquí, para todos esos materialistas que apuestan con los ojos cerrados por la prosperidad tecnológica, sería. ¿Creen de verdad que nosotros por tener ciertas ventajas científicas somos más felices que nuestros antepasados? ¿Cómo es posible que todavía hoy, con la abundancia de artilugios tecnológicos que se han inventado para favorecer la vida, no estemos más contentos?
Parece que todo nuevo invento traído a favorecer nuestra existencia viniera cargado a la vez de efectos secundarios contraproducentes. Tenemos consejos sabios a mansalva. La religión misma pudo fundarse bajo la mala experiencia que nuestros más antiquísimos antepasados sufrieron en sus carnes. El pecado es tomar el camino equivocado a conciencia, a sabiendas de la posibilidad de descarriar y, además, haciendo daño al prójimo. Pero al parecer, poco o nada aprendemos del pasado, ni de cuantas advertencias nos pongan en guardia. La falta de respeto por los derechos de cada persona, animales y entorno, venidos a existir de una u otra manera en este mundo, es una de las principales ofensas que los humanos cometemos. En las decisiones a tomar convendría pensar si en ellas perjudicamos a otros. Y por otros no me refiero a coetáneos de nuestra raza, sino a otras especies y su ámbito, naturaleza y hogar que es también parte nuestra. Si desde hace siglos hubiéramos tomado conciencia de este prerrequisito, seguramente muchos de los errores que ahora sufrimos no habrían acontecido. Los inventos por la mejora de las sociedades, las nuestras, (siempre el Yo, lo mío, lo nuestro) son responsables de muchos daños que luego cuesta corregir.
Volviendo al caso de los robots que muy bien podrían funcionar como esclavos a nuestro servicio, no acierto a entender a qué esa obstinación en perfeccionarlos hasta el punto de que superen nuestra inteligencia. De entrada, no puedo entender cómo podría hacerse. Un robot nos puede ganar al ajedrez, pero todo cuanto tiene dentro es una información de variaciones matemáticas que se ajustarían a las reglas del juego. Sería, al fin y al cabo, información chivada, unas cuantas reglas administradas por medio de algoritmos: pura programación. Obedece reglas. Bien es que esa información nos puede ayudar más rápidamente a superar problemas que nuestro cerebro no acierta a solucionar con rapidez. Se trataría de una ayuda compartida, en la que, en un determinado momento, convergen diferentes tareas humanas para un determinado propósito. Nosotros tomamos provecho de ello, pero el propósito es nuestro. Ninguna pega al respecto. Mismamente, los libros cumplen esa función: enseñan. 
Desde el preciso instante en que surgieron las ideas, en que el pensamiento se puso en acción para plasmar determinados deseos, la evolución se abrió camino rumbo al bienestar, el placer, la comodidad, la seguridad, la salud... Sin embargo, hemos de tomar conciencia de que algo no termina de funcionar correctamente, puesto que nuestras vidas parecen debatirse contra algo que parece esquivo, huidizo de todas todas. Algo que no se ha dejado atrapar en el transcurso de los siglos. A saber: esa tan ansiada felicidad, o cómo estar en armonía con la vida. Una serenidad permanente no exenta de entusiasmo.
Un robot puede dar respuestas a determinados estímulos que previamente han sido programados pero jamás tendrá un Yo que le encauce a buscar un destino independiente de la información que se le haya introducido. No tendrá una invención determinada por estímulos sensoriales. Sin estímulos sensoriales el conocimiento sería ciego, cojo, anodino. Ponle delante de una pieza musical triste, ¿podría llorar? Dale un pisotón en el pie ¿podría gritar de dolor? Pídele que te pinte un cuadro romántico ¿entendería lo que pinta? ¿Cual sería pues su sentimiento? Por más empeño que el ser humano ponga en crear artificialmente su esencia a imagen y disposición, sólo veo desaciertos en el propósito. Tenemos ya una buena manera de crear vida inteligente, simplemente dando luz a nuevos bebés. Que si bien educados, en libertad, paz y respeto a su autonomía, sabrán encauzar el destino de las sociedades.
Pero vamos a ir más lejos y adecuar las presuntas ventajas de la nueva ciencia microscópica, la nanotecnología, que aplicadas al ser humano sería dar el salto a lo que llaman el transhumanismo. Alimentar las capacidades del intelecto humano con mayor carga de sabiduría sin que lo haya podido procesar el cerebro de forma adecuada, natural, ¿no nos volvería locos? Piénsalo bien. Estimular la bioquímica del cuerpo para variar nuestras ganas, el humor triste o alegre, ¿no podría acarrear consecuencias peores que las drogas más adictivas? Por otra parte, comunicarnos o transferir datos de un cerebro a otro sería casi como entrar en la mente del vecino, eso que llaman telepatía. Pero si pudiéramos saber que piensa nuestro compañero ¿no sería como cargar con dos mentes a la vez? ¡Cómo si no tuviéramos bastante con poder entender la nuestra propia! ¿Cree alguien estar preparado para tal allanamiento? Todas estas aparentes ventajas que promete el transhumanismo presagian un grave defecto. Y es que la sabiduría del ser humano pasa primero, y ante todo, por la experiencia sensible, procesada en sensaciones, propias, personales e intransferibles por su intimidad y plena libertad, para luego archivarse en la mente en forma de recuerdos: tarea de la memoria. Si el conocimiento no se aplica bajo las normas de la experiencia sensorial no habremos aprendido nada. Seremos seres insípidos, apáticos, absurdos. No sabremos comprender ni el cómo, ni el porqué, ni para qué hacemos qué.
Tenemos un Yo que predispone estímulos, deseos, que nos empuja a tomar direcciones, que nos educa con una especial preferencia a algo que cada cual y de forma libre decide. Sin respeto a esa libertad individual el mundo acabaría por oxidarse. La carrera por el dominio de las fuerzas naturales para que funcionen a nuestro favor no ha beneficiado en nada al bienestar interior. ¿Por qué? Cuando uno lee las reflexiones de antiguos filósofos, preocupados por la felicidad, se observa lo poco que en esa temática hemos avanzado. Seguimos sin dar respuesta eficaz a nuestra vida y las respuestas con mayor carga de sabiduría poco o nada tienen que ver con el progreso tecnológico. Es más, da la impresión de que la aparente comodidad en la que vivimos, nos ha traído otros nuevos desafíos, por la cantidad de efectos adversos que nadie supo anticipar. No nos engañemos, no somos más felices de lo que fueron nuestros antepasados. Cada persona de cada época se adapta a sus circunstancias sociales. Se puede tener la mala pata de caer en una etapa de malos tiempos, de cambios dramáticos, época de guerras o entre guerras, pero por lo general las vidas tienen sus propias experiencias que pueden ser tan gratificantes o amargas como la de cualquier otra persona, viva donde viva, sea de donde sea, o de otro siglo cualquiera.

La felicidad no es tarea de robots o nanotecnologías invasoras en nuestro cuerpo, ni tampoco un problema de alterar el proceso bioquímico. Es un problema mucho más complejo. Es un juego sensorial, de comunicación y expresión. Bien el goce de la contemplación o de un ir más allá de la realidad, si se quiere. Es un juego de creatividad, de fantasía, en el que miles de factores se alistan para fraguar alguna nueva experiencia. Cualquier recurso artificial, forzado, espurio, será como hacer trampas en el devenir natural y eso terminará en fiasco. Lo sabemos por la contaminación que hemos generado. El ruido y los malos olores. La insatisfacción continúa, estrés y ansiedades, depresiones y enfermedades raras. Es preciso apreciar el entorno que nos rodea y saber si aportamos algo fructífero. Basta ya de ciencias no integrales, de egolatría y avaricia. Basta de expertos materialistas y de control psicológico.

Es hora de recuperar parte de la naturaleza perdida, del carácter afín a lo voluble, a la diversidad, a la empatía y la sinceridad. Por una educación más abierta al arte, a la estética, poesía y filosofía. Hay que limpiar el espejo en el que nos reflejamos, que no es otra cosa que eso que está ahí afuera, a donde miramos: el mundo. De donde extraemos el sustrato que nos fundamenta, el conocimiento. Cuánto más limpio y bello se vea ese mundo mejor nos sentiremos por dentro, que es al fin y al cabo lo que todos perseguimos. - AllendeAran

 

 

"La mayoría de la gente no se embarca en un viaje serio de autoexploración porque descubres muchas cosas que no te gustan sobre ti mismo. Pero, ahora, la tecnología nos está obligando a hacer esta búsqueda espiritual. Pagaremos caro si no la hacemos." - Yuval Harari
"Las ciencias se ven empujadas a ser inhumanas, a no considerar aquello que importa en la vida de las personas, pues resulta irrelevante para el devenir físico del mundo." - Juan Arnau


"¿Hasta qué punto podemos modificar el cuerpo y la mente con ingeniería genética, o con cirugía, o con una interfaz cerebro-computadora? Pero las preguntas de fondo son las de siempre: ¿qué significa ser una persona?, ¿qué cualidades humanas son valiosas?"    - Yuval Harari

“Olvidaos de la inteligencia artificial. En el nuevo mundo de los grandes datos en que nos encontramos, es la idiotez artificial lo que deberíamos estar buscando”.  - Tom Chatfield

 
 
"Creatividad es el universal de los universales" "Creatividad es le principio de novedad" . Creatividad es la categoría "última", definitiva, postrimería de todo el orden del ser. Y los inventos, novedades y creaciones no pueden ser deducidas, en el sentido riguroso de esta palabra" - Juan García Bacca on Alfred North Whitehead.

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jueves, 22 de abril de 2021


ENTRE LA IMPOTENCIA 

Y EL DESENCANTO


"Puedes llegar a sostener creencias verdaderas si dejas que tu razón sea guiada por otro, pero lo que nunca hará otro por ti es hacerte libre"  
Kant

"Negarse a oír una opinión porque se está seguro de que es falsa es presuponer que la propia certeza es absoluta." 

John Stuart Mill

 

Una de las preguntas que más me ronronean el cerebro en los últimos meses, (producto de la pandemia, claro está) es cómo la gente tiene tan poca capacidad de cuestionarse las normas restrictivas que el gobierno viene imponiendo de manera sistemática bajo la denominada “crisis sanitaria del covid-19”. Unas normas que alteran de manera significativa los hábitos y costumbres que teníamos como naturales. El problema no es que esas costumbres de siempre queden trastocadas durante una temporada, algo que se puede asumir llegado el caso justificado como el que nos toca, el de una pandemia global. El problema es cuando esas normas ponen en entredicho el sentido común, la sensatez y, peor todavía, limitan los derechos fundamentales del individuo, la propia cualidad del ser humano; su libertad de decisión en favor de lo que cada cual considere más apropiado para el desarrollo de su vida. No se trata de egoísmo, falta de empatía o falta altruismo, ni de estar dando la espalda a la sociedad, (esa alianza entre derechos y responsabilidades) El que haya normas que interrumpan el acto de pensar, comparar, discernir, debatir... o peor todavía, el que frenen la libertad de movimiento mediante encierros o toques de queda, es tan sumamente serio que hacer saltar las alarmas de si no habrá algún otro motivo oculto, algo más siniestro, del que no se nos quiere dar razones. 

Comprendo que vivimos en una sociedad y el bien común es importante y necesario, pero cuando eso es a costa de limar la integridad y libertad propia de cada individuo el asunto se antoja autoritario y, dada la poca confianza que engendran estos gobiernos, despiertan la sensación de que podría tratarse de algún otro propósito sucio.  Que con la excusa de atajar un problema sanitario global causado por un patógeno se imponen todo tipo de medidas restrictivas no es en absoluto lícito, ni aceptable. Peor aún, cuando con los datos contrastados en diferentes fuentes informativas no coinciden con una verdad dicha por un lado y falsa por el otro, el tema empieza a perder credibilidad por falta de rigor. Por lo que hace que algunos se cuestionen si las normas taxativas que se aplican están justificadas con la realidad circundante de cifras, casos, rebrotes o lo que fuera que viene a servir de pretexto para someter a la ciudadanía a la opresión. Muy al contrario, las normas resultan desproporcionadas, absurdas y vejatorias. La mayoría de la gente obedece, no se pregunta, sufre en silencio, creen en ellos, los sanitarios, los políticos y los periodistas. Yo no. 

Por nada en el mundo me habría imaginado que llegaríamos a este escenario en el que niños y ancianos, incluso enfermos en los hospitales, gente vulnerable, haya tenido que soportar a todas horas del día el tener que cubrir nariz y boca con una mascarilla, limitando libremente la respiración, como si eso no fuera contrario a la salud. No entiendo para qué nos enseñaron en el colegio cómo se oxigena la sangre que corre por nuestras venas y aquello de salir al campo a respirar aire puro. Ni tampoco podría haber imaginado que se me prohíba viajar a dónde quiera, ni salir a la calle de noche a pasear si me apetece, cómo si la tierra estuviera vendida a unos pocos poderosos y ahora tuviera que pagar con multas lo que respiro o el tiempo que empleo en pasear.  Sociedad enferma, no por un virus patógeno contagioso, que no es tal, ha venido a ordenar con normas infrahumanas lo que debemos ser de ahora en adelante; sumisos esclavos de algún régimen distópico que busca rehacer nuestras vidas al santo capricho de unos pocos poderosos. 

Todo eso de la distancia entre personas. El no te abraces, no toques y desinfecta tus manos a cada rato. El temor de ser asintomático positivo, no vayas por un descuido a transmitir el contagio a tus abuelos. No hagas fiestas, no te reúnas, obedece, haz caso. Y como todo esto puede llegar a ser creíble por el método científico, la gran mayoría, tan bien informada por televisión y periódicos, por portavoces en representación de expertos anónimos y politiquillos de toda índole, así se lo ha tragado. Se han dejado hipnotizar por mor de familiares, no vayamos a caer en sentimientos de culpabilidad por no haberles obedecido, a ellos, los expertos, los sabelotodo, que somos un pueblo solidario y que de esta salimos todos si colaboramos. Qué bien abierto les hemos dejado el camino para construir su nuevo orden mundial. Qué fácil les será mantener un control de la población y elegir quienes han de vivir o cómo lo hemos de hacer.

Que no venga nadie a increparme de irresponsable, cuando la verdadera irresponsabilidad es la mirar a otro lado cuando te dicen que leas y escuches otras fuentes de información, con las cuales puede que las piezas del puzzle te encajen mejor en el cuadro mental, el tuyo, si alguna vez tuviste dudas, si es que alguna te dio por pensar. Porque si ellos disponen de información veraz, yo también la tengo, y bien fundada.  Por eso pido respeto a las ideas que otros suponen enemigas cuando no lo son, puesto que aquí estamos todos por la salud, tanto física como mental, además de la libertad. Acuérdense de la Edad Media y la fe en Dios, que quien no la tuviera era culpable de herejía, lo cual suponía la hoguera, porque todos los males naturales que acontecieran se los encausaban a los ateos o seguidores de otras religiones. Ahora nos parece aberrante, de una intransigencia supina, tanto que da tanta risa como espanto. Pues ahora, donde dice Dios dice Virus.

Que uno a estas alturas de la historia todavía tenga que hacer entender a las personas el valor de la libertad resulta desquiciante. Parece ser que algunos han vendido su libertad a cambio de la seguridad del pueblo (uno para todos, todos para uno) sin sospechar si de alguna forma hay o no engaño en la compra venta del seguro médico por la libertad. El engaño al que se doblegan los ciudadanos no puede ser otro que el miedo y la solidaridad emocional por quienes pueden verse afectados por este virus letal y caprichoso que; a unos mata, a otros enferma por un par días y a otros ni siquiera molesta, que es más peligroso en la calle de noche que de día y más en el gimnasio que viajando en el metro. Tan altamente contagioso que no se entiende como aún no se ha cargado a más del 0,01% de la población. Hasta tal punto se ha llegado con la prevención que ha sido necesario aliarse con otra forma de pensamiento. Lo racional ya no vale y ahora nos servimos de lo irracional. Mundo absurdo, surrealista e hipnótico son el formato que rige el nuevo comportamiento social con tal de que se pueda erradicar la amenaza de muerte que nos acecha (así uno para todos, todos para uno, la libertad se va a la mierda) 

La ciencia puede decir mucho a favor de las directrices a seguir, pero mucho me temo que la política es más autoritaria. Esto no es un problema de epidemiólogos avezados ni nada parecido, esto es tema de estrategas economistas, de elites opulentas que persiguen el dominio y la salvación del planeta a su manera. A su manera de siempre, no a la nuestra. Porque nosotros somos pobres y la pobreza está vinculada a los obreros de bajo coeficiente intelectual, a los necios, vagos y maleantes. Y hemos llegado a un punto en que sobramos. Las nuevas tecnologías son mano de obra barata, no protestan y no exigen derechos y, aunque puedan estropearse, se arreglan más fácilmente que curar las enfermedades de los humanos. 

En fin, de las pesadillas también se despierta uno, aunque por desgracia se tenga que enfrentar luego lúcido al hecho de que los demás, el resto, sufre en sueño profundo una tortura ficticia. ¿Qué hacer mientras ellos duermen? Porque penetrar en el mundo de las creencias férreas, bien ancladas a la psique, para hacerles despertar, se necesita mucha pericia psicológica, y es harto cansino. Las personas cuando discuten se aferran a sus creencias como si estas fueran monedas de oro que temen que se las roben. Temen perder su estima, haber sido tomados por idiotas, caer en el ridículo. Es peor todavía cuando estas creencias se rigen por la confianza generada durante años por medios gubernamentales, donde caben periodistas, médicos, jueces y políticos y por supuesto, cómo no, la televisión, la famosa caja tonta.

Cuando la masa, o el rebaño, pocas veces se interroga o toma conciencia de aquello que más se ha de apreciar en la vida, para conservarlo y defenderlo, cae fácilmente presa del dominio de los pocos poderosos que reinan sobre sus paupérrimas vidas. La mayoría, que por lo general viven en conformidad con lo que se les da, (y no precisamente gratis) creen tener lo suficiente para no entretenerse en problemas. Es lo que hay. Antes se vivía peor. Ellos tienen el poder. Ellos saben lo que hacen. Se excusa el rebaño para no pensar y seguir obedeciendo al lobo. Cómo si no hubiéramos tenido bastantes casos en la historia de las perversas argucias que los gobiernos han perpetrado para atesorar más poder, mediante la corrupción, el engaño y el miedo, llevando a los pueblos a la esclavitud, a la miseria y a la guerra. Todo por defender una bandera, una patria, idealismos desaforados, mentiras con las que embaucar a las masas. Dictadores, genocidas, megalómanos los hay a patadas en la historia. Esto es así de simple, lo hemos estudiado en la escuela, lo hemos visto en el cine y aun así seguimos confiando en líderes, porque si no estamos organizados, si no obedecemos ordenes de otros, de los mandamanes, nos conducimos a la barbarie. ¿De veras? ¿Acaso no son los lideres quienes no pocas veces nos han hecho caer en la barbarie? ¿Acaso, alguna vez, hemos tenido posibilidad de probar una sociedad basada en el anarquismo?

Sin libertad el mundo se pudrirá. Quedará triste, sentenciado a lo insustancial. Será homogéneo. Vivirá en paz, pero sin alegría. Las ideas dejarán de ser originales. Quizá se erradique el hambre, pero tal vez haya más gordos que nunca. La felicidad será como un día sin nubes, una semana, un mes, un año sin nubes, pero no faltará el agua, dicen. Nadie sabrá apreciar los pequeños matices que el mundo propina, como por arte de magia, a los poetas. Los recuerdos serán copias exactas de los días presentes, porque nada cambiará lo bastante para que se reclame la nostalgia. Todo será neutro porque lo feo no estará reñido con lo bonito. Habrá diferencias, pero estarán escondidas. Tener ideas será privilegio de unos pocos que no sabrán inventar nada bello ya que estarán sometidos al absolutismo de las máquinas.  Volar es lo propio de los pájaros. Les veremos alejarse por el horizonte al atardecer y solo unos pocos se preguntarán ¿A dónde irán? Porque hacerse preguntas es de hombres libres y quienes no lo sean nada se preguntarán.  - AllendeAran

 

 

“La historia verdadera se halla entretejida de sufrimientos reales, que en modo alguno disminuye proporcionalmente con el aumento de los medios para abolirlos.” - Max Hokheimer
"Cuando perdemos el derecho a ser diferentes, perdemos el privilegio de ser libres" - Charles Evans Hughes

 

 

“La única libertad que merece ese nombre es la de perseguir nuestro bien según lo entendemos y en tanto no privemos a los demás del suyo, […] Cada uno es el propio guardián de su salud física, mental o espiritual. La especie humana obtendrá más beneficios dejando que cada uno viva como le parezca que forzándole a vivir como les parezca a los demás.”John Stuart Mill

 

 

“Si hay alguna prioridad en el cultivo del entendimiento, sin duda será conocer el fundamento de las propias opiniones.”  - John Stuart Mill

“Justo porque la tiranía de la opinión hace de la excentricidad un reproche, es deseable que la gente sea excéntrica a fin de quebrar esa tiranía.”  - John Stuart Mill



“El fenómeno que del que hemos sido testigos en Alemania no fue otra cosa sino el brote de una epidemia enfermiza… Nadie sabía lo que le sucedía, menos aún a todos los alemanes, que se dejaron conducir hacia el matadero por sus líderes psicópatas como borregos hipnotizados.”  Carl Jung (Después de la Catástrofe)
“El opresor no sería tan fuerte si no tuviese cómplices entre los propios oprimidos.” Simone de Beauvoir

 

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