PUESTAS DE SOL
Victor Hugo
Amo los días claros, serenos, y las tardes
cuando doran la faz del viejo caserón
sumergido entre la maleza;
o la lejana bruma forma bancos de fuego;
o mil rayos quiebran el cielo azul
con archipiélagos de nubes.
¡Contemplad el cielo! y cuando el día ha huido,
en todo lugar y hora, con inefable amor,
mirad a través de sus velos;
yace un misterio al fondo de sus grave belleza,
en invierno sudarios negros, y en el verano,
la noche los borda de estrellas.
Huye del día del cielo; su velo transparente
a veces deja ver una estrella arriesgada;
la noche va subiendo al trono del ocaso;
el cielo, pardo a trozos, lucha contra la sombra,
y en la puesta de sol sombría y roja, muere
el crepúsculo gris en las laderas negras.
VI
Esta tarde se ha puesto el sol entre las nubes;
mañana la tormenta vendrá, y la noche oscura;
después luces del alba de obstruidos vapores;
¡días, noches, los pasos del tiempo que se va!
Pasarán esos días, pasarán en tropel
por la faz de los mares y la faz de los montes,
por los rios de plata y los bosques donde rueda
como un himno confuso de los muertos que amamos.
Y la faz de las aguas, la frente de las cumbres,
rugosas, no envejecen, y los bosques tan verdes
rejuvecenerán: el río de los campos
cogerá siempre al monte la ola que da al mar.
¡Pero yo cada día curvando más la espalda
paso, y, enfriado bajo este sol alegre,
pronto me marcharé, en medio de la fiesta,
sin que nada le falte al inmenso y radiante mundo!
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