miércoles, 27 de febrero de 2013

 Habituarse a lo Inmenso
Algunas impresiones de la infancia son determinantes para el carácter y sensibilidad de las personas. Samuel Taylor Coleridge (1772-1834) recuer- da que de pequeño su padre le invitó a dar un paseo por la noche en invierno para observar las estrellas. Aquel paseo lo describió más tarde así.
"Recuerdo que tenia ocho años y paseé con él una noche desde una granja, una milla desde Ottery, y me enseñó los nombres de las estrellas y cómo Jupiter era mil veces más grande que nuestro mundo, y que las otras estrellas titilando eran soles y tenían mundos girando alrededor. Y cuando llegamos a casa me enseñó como giraban. Le escuché con profundo deleite y admiración, pero sin el más mínimo asombro o incredibilidad. Porque desde mi infancia, que leía cuentos de hadas y genios, mi mente había estado habituada a lo Inmenso"


En su soledad y en su quietud, busca consuelo en la luna errante y en las estrellasque fijas y aún vivas se mueven, y por todos lados el azul del cielo les pertenece y en su descanso señalado, y en su país nativo, y en su propio hogar natural al que ellas entran sin avisar, como damas que son esperadas de veras acompañadas además de un júbilo silencioso.       Balada del Viejo Marinero
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