miércoles, 2 de enero de 2013

HOY ES
SAN BASILIO EL MAGNO

San Basilio es el nombre que en la tradición griega lleva Papá Noel. Es él quien se cree que visita a los niños el primero de enero (cuando tiene Basilio su festividad). Se corresponde con San Nicolás que aparece el día de Navidad, o con los Reyes Magos, que llegan el 6 de enero. 
Fue obispo de Cesarea, y preeminente clérigo del siglo IV. Es santo de la Iglesia Ortodoxa y uno de los cuatro Padres de la Iglesia Griega. Basilio nació alrededor del año 330 en Cesarea, Capadocia. Provenía de una familia acomodada y piadosa en la que hubo varios santos. Cuando aún era un niño su familia se trasladó a Ponto, pero pronto volvieron a Capadocia, a vivir con familiares de su madre, y según parece estuvieron al cuidado de su abuela Macrina. Ávido de saber, se trasladó a Constantinopla. Vivió allí y en Atenas unos cuatro o cinco años. En este último lugar tuvo como compañero de estudios a Gregorio Nacianceno, y entabló amistad con el que llegaría a ser emperador Juliano el Apóstata.
Fue en Atenas donde comenzó a pensar seriamente en la religión y se decidió a buscar a los más famosos santos eremitas de Siria y Arabia para aprender de ellos el modo de alcanzar un estado de ferviente piedad y de mantener su cuerpo sometido mediante el ascetismo, lo que solía denominar “una vida filosófica”. Fue célebre predicador y de él se han conservado muchas de sus homilías, incluyendo una serie de sermones cuaresmales sobre el Hexameron. Sus incitaciones para que los jóvenes estudiaran literatura clásica, muestran que su propia educación tuvo una perdurable influencia sobre él, y que le enseñó a apreciar la importancia propedéutica de los clásicos.
Alexander von Humboldt nos cuenta en su obra Cosmos que cuando Basilio contaba apenas los treinta años renunció a la vida tranquila y a imitación de los esenios y de los terapeutas, autenticos precursores del cristianismo, se retiró el también a un desierto  situado a las orillas del Iris en Armenia.
En una de sus cartas a Gregorio de Nacianzo comenta:
"Paréceme que al cabo he llegado al termino de mis errantes peregrinaciones. Renunciando con dolor a la esperanza de vernos juntos (más exacto seria decir a mis sueños, pues creo que tienen razón los que llaman a la esperanza sueño del hombre despierto,) He salido para el Ponto en busca de la vida que me conviene. Dios me ha hecho encontrar aquí un lugar adecuado a mis inclinaciones, en el cual puedo ver realmente todo lo que nos representaba la imaginación en nuestros juegos y en nuestros momentos de descanso. Frescas y cristalinas aguas riegan por la parte del Norte a una altísima montaña rodeada de espesos bosques; y los húmedos vapores que exhalan sus alturas fertilizan la llanura inclinada que se extiende a su pie el bosque, que con su bravía feracidad rodea ala montaña, cubierto de apiñados árboles de formas y especies diversas, parece como destinado a servirle de muro de defensa...

Mi soledad está limitada por dos profundas torrenteras: de un lado, el rio que se precipita de lo alto opone una barrera continua y difícil de salvar: del otro cierra su entrada sobre la cúspide de otro pico, de manera que permite abarcar toda la extensión de la llanura y contemplar desde lo alto la caída y el curso de Iris, más agradable a mis ojos que Srymon para los habitantes de Amphipolis. Este rio, el más rápido de cuantos he visto, se estrella contra una roca, y espumoso y chispeante, se precipita a torrentes en un abismo, ofreciéndome, como a todos los viajeros, un aspecto en extremo encantador, demás de ser un recuso utilísimo para los habitantes de la comarca por el infinito número de peces que alimenta en sus espumosas ondas.....

.... ¿Y qué podré decirte de los vapores que exhala la tierra y de las frescas brisas que surgen de la superficie de la aguas? Admiren otros la abundancia de las flores el canto de los pájaros; que mi mente no tiene espacio ni vagar para detenerse en tales objetos. Lo que me encanta sobretodo es el sosiego y la tranquilidad de que aquí se goza, tan solo interrumpido por alguno que otro cazador, pues en mi desierto se crían ciervos y manadas de cabras monteses, más no vuestros osos ni vuestros leones. ¿Cómo, pues, podría yo trocar este lugar por otro alguno? Cuando Alcemeon encontró las Echinades se detuvo y no quiso pasar más adelante"


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