"Seamos laicos o religiosos, la ciencia debe unir el hombre al Universo"
Una breve introducción a este químico de origen ruso que emigró a Belgica cuando era pequeño, una entrevista y dos conferencias acerca del tiempo forman este fabuloso librito de poco menos de 100 páginas. Lo que Ilya expone en él son cuestiones acerca del tiempo, el cual, se sospecha, no viene determinado como resultado de la singularidad del Big Bang, sino que ya venía precedido, y que todo este vasto despliegue de materia que pulula por el espacio no es sino una diminuta derivación de otro estado físico, o quien sabe qué cosa anterior al Big Bang. Sus indagaciones vienen sopesadas por las leyes de la termodinámica. Ideas complejas que señalan a mundos todavía indiscernibles pero que cada vez están más presentes aun a expensas de nuestras limitadas capacidades cognitivas. Aquí no todo cabe, pero sí aquello que nos atañe y pueda al menos descifrarse minimamente. Grandes misterios como el futuro y origen del universo, la irreversibilidad de los acontecimientos, y la estructura del tiempo son sus principales temas. Como suele suceder con cualquier libro de ciencia popular hay algunos pasajes duros de masticar, pero por lo general estas dos conferencias son lo bastante tiernas para que lectores legos en la materia las disfruten. Ilya Prigogine fue premio Nobel en 1977.
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No debemos olvidarlo: la ciencia sólo puede describir fenómenos repetibles. Si ha habido un fenómeno único, una singularidad como la del Big Bang, nos encontramos ante un elemento que introduce aspectos cercanos a lo trascendental, que escapan a la ciencia.
Quizá necesitemos hoy una nueva noción del tiempo capaz de trascender las categorías del devenir y de la eternidad.En la cosmología que expongo, es la totalidad la que desempeña el papel determinante. El hecho singular, individual, sólo se vuelve posible cuando está implicado en semejante totalidad.
En el comienzo del universo de una inestabilidad, concepto muy distinto al de singularidad, la aparición del universo se puede comparar a un cambio de fase. El universo, como nosotros lo vemos, es entonces el resultado de una transformación irreversible, y proviene de “otro” estado físico.
No podemos prever el porvenir de la vida, o de nuestra sociedad, o del universo. La lección del segundo principio es que este porvenir permanece abierto, ligado como está a procesos siempre nuevos de transformación y de aumento de la complejidad. Lo desarrollos recientes de la termodinámica nos proponen por tanto un universo en el que el tiempo no es ni ilusión ni disipación, sino creación.
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