miércoles, 1 de agosto de 2012

Tangerine Dream

RUBYCON




Sabemos que hay infinidad de planetas escondidos entre la oscuridad del espacio. Tierras inhóspitas donde quien sabe qué criaturas las habitan. Imagino una geografía de colores invertidos, de nuevas aleaciones químicas que revelarían una fisonomía distinta del suelo, montañas rocosas que semejan nubes, árboles gigantescos, cielos con múltiples lunas. Planetas demasiado alejados de nuestra curiosidad empírica, imposibles de alcanzar siquiera con nuestra mirada. Pero quiero creer que sus distancias astronómicas son proporcionales en cierto modo a nuestra mentalidad mórbida. Porque mientras en nuestra propia casa, la Tierra, no reine la armonía entre las razas, las creencias, las culturas y haya respeto por el mobiliario natural que forma nuestro  planeta, no alcanzaremos esos otros mundos remotos. No para contaminarlos, no para corromper y ensuciar sus tierras, tal y como se hizo al descubrir en 1492, ese nuevo continente que fue presa de la ambición impúdica europea. Y siento creer que muchos siglos pasarán antes de que los humanos entendamos mayoritariamente que la variedad bien entendida crea la unidad, que el amor sin egoísmos crea la paz perpetua y que la verdadera riqueza es inmaterial. Por lo que, muchos siglos pasaran antes de que podamos emprender la tarea de alcanzar uno de esos nuevos mundos que flotan en el vasto océano celeste.
De momento, lo mejor que podemos hacer es imaginar qué pueden esconder esos planetas perdidos. La música de Tangerine Dream, y concretamente en este trabajo de 1975, Rubycon,  se encuentra entre sus mejores obras electrónicas que invitan al recreo mental en el misterio y la fantasía de esos planetas perdidos.



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